…le dijo Su Majestad Juan Carlos I, rey de España, al presidente ese de Venezuela… Este… ¿cómo se llama? Ay, hombre, caramba, el cantor, el militar ese al que le gusta ponerse camisitas coloradas.
Durante la Cumbre Iberoamericana en Chile, el señor ese insistía en llamar una y otra vez “fascista” al expresidente español José María Aznar, meneando los belfos, llenándose la boca, agitando los bracitos, con esa gracia tan suya, ladrando una y otra vez “¡Fajita, fajita!”.
Ese adjetivo no se usa a la ligera entre españoles demócratas. El insulto contra un presidente que fue del Rey, ofende al Rey, pues España será todo lo república que se quiera –y queremos–, pero es una monarquía republicana, gracias a lo cual sucede esta admirable paradoja: ofender a la república ofende al Rey. Y por lo mismo ofende a un pueblo que vivió una larga noche fascista y entiende amargamente bien lo que la palabra entraña.
No ignora la palabra el pueblo venezolano que comienza ¡ay! su propia noche. Triste cosa que su longitud será decidida por la exclusiva vara de medir de este breve Nerón, que se manda hacer constituciones a la medida, cuyo amor a la democracia incluye abolirla, y cuyo desprecio al fascismo implica practicarlo. Y triste, qué triste cosa que la dignidad de los mejores venezolanos poco pueda contra este retortijón con charreteras.
El primero que le exigió respeto, sentado junto al Rey, fue el actual presidente español, José Luis Rodríguez Zapatero: “No seré yo quien esté cerca de las ideas de Aznar, pero fue elegido por los españoles”. La exigencia de respeto, predeciblemente, alebrestó al tipo, que persistía en las interrupciones. Fue entonces cuando el Rey –véalo en YouTube– lo señaló con el dedo y lo calló con un sonoro “¡Tú!”, y agregó luego: “¿Por qué no te callas?”
Me encanta el Rey.
Es un escritor, editorialista y académico, especialista en poesía mexicana moderna.
