Qusta ibn Luqa y el efecto placebo

Las propiedades curativas de ciertos objetos simbólicos son un misterio que médicos y pensadores analizan desde hace siglos.
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El médico, filósofo y matemático sirio del siglo IX Qusta ibn Luqa fue el autor de un tratado (De phisicis ligaturis) que es la primera alusión conocida al efecto placebo. El médico sirio se basa en Platón para apoyar su teoría. Qusta dice que, según Platón, cuando el entendimiento es firme, aunque de manera natural no sea saludable, un objeto podrá ser útil gracias a las intenciones de la mente, por lo que si alguien tiene confianza en un encantamiento, ello puede ayudar, y en esa medida cualquier cosa, sea lo que sea, lo puede auxiliar. Se trata de una referencia al diálogo Cármides. Allí Sócrates le receta a Cármides, joven atractivo e inteligente, un remedio para sus dolores de cabeza. Le dice que debe tomar cierta hierba (pharmako), pero que es necesario añadir unas palabras mágicas (epode), un conjuro que Sócrates aprendió de un médico tracio discípulo de Zalmoxis, un dios que prometió la inmortalidad a sus devotos. Sócrates advierte a Cármides: “Se trata el alma valiéndose de ciertas palabras mágicas. Estas palabras mágicas son bellos discursos. Gracias a estos bellos discursos la sabiduría toma raíz en las almas, y, una vez arraigada y viva, nada más fácil que procurar la salud a la cabeza y a todo el cuerpo.”

Es la curación por la palabra y Qusta la invoca siguiendo el ejemplo de los médicos indios que creen firmemente que los conjuros y los encantos son útiles. Añade una referencia a Hipócrates comentado por Galeno: “Si uno dice que cuando los humores corporales cambian, el movimiento del alma cambia de igual manera, entonces no es equivocado decir que la mutación del alma modifica esos mismos humores.” En consecuencia, Qusta cree que de este principio se deriva que el médico ayudará al alma por medio de un encantamiento, un conjuro o un colgante en el cuello; y, como consecuencia, se curará también el cuerpo.

A continuación Qusta procede a dar varios ejemplos. El primero es el caso de un gran noble que se queja ante el médico sirio de una ligadura que le sujeta el pene y le impide tener relaciones con mujeres. Se refería a un hilo invisible que mediante brujería o un conjuro diabólico volvía impotentes a los hombres. El reto consiste en cambiar el pensamiento del noble e inducirlo a creer en un remedio. El noble se resiste tercamente a cambiar de opinión hasta que Qusta le lleva el Libro de Cleopatra para leerle un párrafo. Se refiere a la Cosmética, un libro atribuido a Cleopatra que se conoce solamente por citas, pues no ha sobrevivido el texto. “Leí el pasaje –dice el médico sirio– donde dice que alguien así ligado debe frotarse por todo el cuerpo bilis de cuervo mezclada con aceite de sésamo. Al oír esto confió en las palabras del libro y lo hizo; tan pronto como fue liberado de la ligadura creció su deseo por tener relaciones.”

Qusta termina su texto afirmando que un exceso de racionalidad de los médicos impide entender muchas enfermedades, pues se concentran solamente en el cuerpo y olvidan el conjunto, que incluye el psiquismo. “En algunos casos –dice– ciertas sustancias tienen propiedades incomprensibles para la razón, porque su sutileza no es canalizada por los sentidos, debido a su gran profundidad.” Es decir que la sola razón no puede penetrar la esencia de ciertas cosas. Conocemos estos hechos por sus propiedades y no por las razones que permitirían entender su esencia. Así, dice Qusta, “las cosas colgadas del cuello ayudan por sus propiedades y no por su naturaleza interna”, es decir, porque “fortalecen la mente”.

Estamos, creo yo, ante una explicación antigua de la manera en que ciertas prótesis simbólicas (los colguijes y los conjuros) se adaptan al funcionamiento de las redes neuronales, gracias a lo cual se producen efectos en el cuerpo. Es lo que caracteriza al efecto placebo. Al leer las explicaciones de Qusta ibn Luqa puede asombrarnos su semejanza con los procesos descritos por los médicos actuales. Ciertamente, hoy los médicos no hablan de la influencia de los rituales mágicos y los conjuros en el equilibrio de los cuatro humores hipocráticos. Pero reconocen, en el efecto placebo, la influencia del entorno sociocultural y simbólico en los flujos de endorfinas y dopaminas en el cuerpo humano. Al mismo tiempo, en las sociedades modernas todavía hay creencias populares en el poder saludable de toda clase de collares y pulseras magnéticas; es el caso de los famosos brazaletes Nikken, las pulseras Power Balance, los colguijes con metales o piedras que supuestamente contienen vibraciones de energía con propiedades curativas, como los collares de titanio o los que emiten iones negativos. Hay que agregar los escapularios devocionales con funciones de talismán o amuleto, tan comunes en la imaginería católica popular.

Sean píldoras inocuas o collares energéticos, se trata de prótesis con poder sanador que son manipuladas por médicos o merolicos gracias al poder de la palabra. ~

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Es doctor en sociología por La Sorbona y se formó en México como etnólogo en la Escuela Nacional de Antropología e Historia.


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