El 19 de julio de 1979 simboliza la caída de una de las más viejas tiranías dinásticas latinoamericanas, la de los Somoza, que gobernaron en solitario o casi desde 1937 hasta 1979 en Nicaragua. Ese fue un día de alegría popular sin parangón. Más allá de las diferencias sociales y económicas, políticas y étnicas, los nicaragüenses aspiraban a una renovación moral y política. Su victoria frente a Somoza fue sin duda posible porque mostraron gran coraje durante la insurrección popular de junio-julio de 1979, pero también porque supieron ponerse de acuerdo en un programa de reconstrucción nacional pluralista, así como sobre la composición del gobierno provisional. Otra condición sine qua non del triunfo de la oposición antisomozista es que tuvo el apoyo decisivo de la comunidad internacional. Costa Rica aceptó que los guerrilleros sandinistas hiciesen de su territorio una base de retaguardia; Carlos Andrés Pérez, presidente de Venezuela, financió generosamente la insurrección; Panamá y México ofrecieron muchas facilidades y ayuda logística a los rebeldes. La OEA no se conformó con condenar las acciones de Somoza, sino que pidió su dimisión. Los nicaragüenses no habrían podido deshacerse nunca del tirano que fue el último Somoza sin los apoyos extranjeros que actuaron en nombre del derecho de gentes y de los derechos humanos, a veces por encima de los principios del derecho internacional.
La celebración que el 19 de julio de 2021 organizaron Daniel Ortega y Rosario Murillo –presidente y vicepresidenta de Nicaragua– está en las antípodas de aquella liberación, dadas sus recurrentes acciones para consolidar su poder autoritario y amañar los comicios presidenciales de noviembre de este año. Desde principios de junio, más de una veintena de opositores notables, posibles candidatos a las elecciones, activistas de derechos humanos, héroes de la lucha contra Somoza y periodistas han sido detenidos bajo la acusación de “favorecer la injerencia extranjera”. A la manera de Xi Jinping en China y de Vladímir Putin en Rusia, Ortega y Murillo tratan de propagar el miedo contra toda forma de oposición y, a la vez, burlarse de la comunidad internacional.
A diferencia de Xi Jinping y de Putin, Ortega y Murillo son dirigentes en una situación de gran fragilidad. De abril a junio de 2018 se enfrentaron a una insurrección popular que, por su escala y la determinación de los nicaragüenses para sacarlos del poder, recordó indiscutiblemente a las que marcaron la vida nicaragüense de 1978 a 1979, antes de que el régimen de Somoza fuera derrotado por la vía armada. Sin duda, Ortega y Murillo obtuvieron una primera victoria sobre sus oponentes a un precio aterrador: más de 300 muertos en unas semanas, miles de detenidos, sistemáticamente torturados, 150 mil exiliados en una población de 6.46 millones de habitantes. Entre enero y junio de 2019, después de un breve periodo en que la represión disminuyó, entre enero y junio de 2019, y la mayoría de los presos políticos fueron liberados, el gobierno retomó la persecución de los opositores de manera metódica. A finales de 2020, se aprobaron leyes que daban poderes inquisitoriales a la policía y suspendían las libertades fundamentales.
Aunque en la oposición hay quienes obedecen a rivalidades personales e intereses, como empresarios y políticos corruptos, la gran mayoría de los opositores son decididos partidarios de un régimen democrático y de una lucha frontal contra la corrupción. Varias de entre las personalidades presas desde principios de junio dan fe de un genuino recorrido a favor de la democracia. Las peticiones hechas por la oposición corroboran ese compromiso: liberación de los presos políticos, restablecimiento del Estado de derecho y elecciones libres bajo supervisión de observadores internacionales.
Del mismo modo que, en 1979, los nicaragüenses requirieron del apoyo de la comunidad internacional para echar a Somoza, último hijo de una dinastía autoritaria, no es menor el apoyo que ahora necesitan para deshacerse de una pareja de tiranos totalitarios. Hace más de cuarenta años, el apoyo fue irrestricto. Es el momento de hacer lo mismo.
Puede sumarse a la petición en el siguiente enlace.
Firman (desde Argentina, Bélgica, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Cuba, Estados Unidos, Ecuador, Francia, Italia, México, Perú, Portugal y Venezuela):
Gerardo Aboy
Alberto Acosta
Marcos Aguinis
Carlos Altamirano
Fabrice Andreani
Kathya Araujo
Stéphane Audouin-Rouzeau
Keymer Ávila
José Carlos Banda
Roger Bartra
Gilles Bataillon
Marina Bedran
Jean-Philippe Béja
Louise Benat Tachot
Paul Berman
Carmen Bernand
Newton Bignotto
Anne-Lorraine Bujon
Elisabeth Burgos
María Luisa Burneo de la Rocha
Sergio Cardoso
Marcelo Cavarozzi
Manuel Cervera-Marzal
Sonia Correa
Israël Covarrubias
Armando Chaguaceda
Marianne Denicourt
Haroldo Dilla Alfonso
Christopher Domínguez Michael
François Dubet
Marco Antonio Estrada Saavedra
Patricio Fernández
Graciela Fernández Meijide
Manuel Antonio Garretón
Nilufer Göle
Fernán Enrique González
Jeffrey Gould
Daniel Grimaldima
Claudia Hilb
Helena Hirata
Eduardo Huchín Sosa
David Huerta
Emilio de Ípola
Robert Kagan
Alejandro Katz
Enrique Krauze
Santiago Kovadloff
Delphine Lacombe
Justine Lacroix
Lena Lavinas
Françoise Lestage
Camilo Leon
Mark Lilla
Masaya Llavaneras Blanco
Magdalena López
Bernard Manin
Danilo Martuccelli
Jorge Masetti
Jean Meyer
Humberto Meza
Aurelia Michel
Olivier Mongin
Eric Mosinger
Hermann Mudde
Véronique Nahoum Grappe
Marcos Novaro
Pablo Ospina Peralta
Vicente Palermo
Daniel Pécaut
Yaku Pérez Guartambel
Manuela Picq
Irene Pochetti
Jean-Yves Pranchère
Bernardo Pulido Márquez
David Rieff
Liliana de Riz
José Darío Rodríguez
Rafael Rojas
Luis Alberto Romero
Antulio Rosales
Carlos Ruiz Encina
Hilda Sabato
Daniel Sabsay
Carmen Salazar
Marc Saint-Upéry
Romy Sanchez
Beatriz Sarlo
Juan José Sebreli
Jutta Scherrer
Daniela Slipak
Bernardo Sorj
Elisabeth de Souza Lobo
Agustín Squella
Pablo Stefanoni
Maristella Svampa
Kai Thaler
Clément Thibaud
Gökce Tuncel
Rafael Uzcátegui
Mario Vargas Llosa
Hugo Vezzetti
Dominique Vidal
Juan Pedro Viqueira
Leon Wieseltier
Michel Wieviorka
Gabriel Zaid
Loris Zanata
Raúl Zurita