El Palazzo Venier dei Leoni, situado en el Gran Canal de Venecia, es el lugar que hospeda a la casa-museo de la mecenas y galerista estadounidense Peggy Guggenheim, quien a los veinte años inició su extraordinaria colección de arte al reunir obras de diversos artistas mientras viajaba de país en país hasta que decidió radicar en la ciudad de los canales.
Peggy nació en Nueva York el 26 de agosto de 1898, en el seno de una familia acomodada. Su amor por el arte lo manifestó desde temprana edad y se hizo amiga de los primeros exponentes de la vanguardia como Constantin Brâncuși y Marcel Duchamp. Sus cenizas, junto a las de sus numerosos perros, yacen en un rincón del jardín del Palazzo.
La Colección Peggy Guggenheim es una de las más importantes de Europa y el mundo, pues posee piezas de artistas de talla internacional del siglo XX como Pablo Picasso, René Magritte, Salvador Dalí, Max Ernst, Jackson Pollock, William Congdon, entre otros.
La colección fue inaugurada como museo en 1980. En sus cuatro décadas de existencia, la pandemia de covid-19 ha sido la mayor prueba que ha tenido que sortear. Después de más de un año de cierre a causa del confinamiento, el 28 de abril volvió a abrir sus puertas. Karole P. B. Vail, nieta de Peggy y quien desde 2017 está a cargo de la colección y es también directora de la Fundación Solomon R. Guggenheim en Italia, comparte qué significa mantener vivo el legado de una de las mecenas más importantes de la historia en un tiempo tan complicado.
Este es su cuarto año como directora de la Colección Peggy Guggenheim, ¿qué representa para usted este encargo?
Es algo absolutamente maravilloso. Se trata de una colección fantástica del movimiento de arte moderno europeo y estadounidense en Italia y Europa. Por eso, es un inmenso placer y privilegio poder laborar aquí y realizar este trabajo de la mejor manera posible. También es una enorme responsabilidad tanto personal como profesional, es algo verdaderamente único.
¿Qué significado ha tenido este cierre forzado para la Colección Peggy Guggenheim?
Fue muy difícil, así como lo ha sido para todos. Es la primera vez que se cierra el museo durante tanto tiempo. Sin embargo, también cerramos en noviembre del 2019, cuando hubo una marea muy alta, la segunda más alta después de aquella terrible de 1966 que dejó daños significativos. Hace dos años afortunadamente no tuvimos deterioro en la colección, pero sí en la taquilla y en la entrada. Y meses después llegó la pandemia que nos afectó de manera terrible; pasamos del sobreturismo a una ciudad completamente vacía, como un cuadro de De Chirico, en un cierto sentido, con espacios vacíos, hermosos pero perturbadores, surrealistas y también magníficos al mismo tiempo. Entonces, sí, ha sido un momento muy difícil, pero que nos permitió hacer cosas nuevas y también reflexionar sobre los museos del futuro.
¿Qué diferencia hubo en el número de visitantes en 2019 y 2020?
Antes de la covid-19, teníamos números muy diferentes. Entre el 2017 y el 2018, alcanzamos cifras nunca antes vistas. En 2017, tuvimos 427,000 visitantes y en 2018, 360,000. Pero en 2020 tuvimos un 73% menos que en 2019 y un 75% menos que en 2018. Esto igual se observó en las ventas de la tienda del museo. Pero estamos felices de que, poco a poco, estamos volviendo a la normalidad.
¿Qué acciones se tomaron durante los cierres forzados?
Nosotros seguimos muy activos, porque desde el primer confinamiento en la primavera de 2020 buscamos potenciar al máximo nuestros programas digitales. Seguimos trabajando en esto, porque aunque el museo esté abierto y la visita presencial sea insustituible –efectivamente se necesita ver las obras sin una pantalla de por medio– es necesario alcanzar también a aquel público que quizá no puede viajar por muchos motivos.
En pleno confinamiento lanzamos nuestro nuevo sitio, lo que se convirtió en una puerta de acceso virtual al museo. Además, toda la comunicación en nuestras redes sociales era ya rica, pero en los últimos meses la hemos potenciado. Hemos creado programas diarios muy completos que nos permiten llegar a una gran parte del público que no puede viajar y a todos nuestros socios. Así fue que a través de imágenes, videos, tutoriales, podcasts, contamos nuevas historias, historias del museo, de la colección, de Peggy, y también realizamos talleres virtuales para niños. Estas iniciativas nos han permitido llevar a cabo la misión de la colección de educar y difundir nuestros contenidos y toda nuestra historia a un público cada vez más amplio y heterogéneo, que ama el arte.
A causa de los tres cierres forzados que tuvimos fue que nos aventuramos también con el e-commerce para optimizar las ventas de nuestra tienda. Así que un aspecto positivo de la pandemia es que nos hizo crecer de muchas maneras, pero no fue fácil. Y sin duda la experiencia de la visita presencial es irreemplazable.
La Colección Peggy Guggenheim dio la bienvenida al público el 28 de abril pasado, ¿cómo fue este nuevo comienzo?
Muy alegre y entusiasta. Durante el confinamiento yo solía entrar al museo de vez en cuando y era hermoso poder ver las obras a solas, pero al mismo tiempo era triste porque el museo debe vivir, no debe ser un mausoleo.
Abrir seis días a la semana nos ayudó a darles algo a nuestros visitantes que les hiciera olvidar por un momento lo que habían sufrido en los últimos meses.
Si también pudimos reabrir fue gracias a la recaudación de fondos y estamos muy contentos de poder acoger nuevamente y dar la bienvenida a todos nuestros socios y patrocinadores porque nos han apoyado en muchas formas diferentes.
Además fue importante dar la bienvenida a los venecianos que han podido redescubrir los museos y su ciudad sin exceso de turismo, pero también estaremos muy felices cuando podamos dar la bienvenida al público internacional y esperamos recibirlos lo antes posible.
¿Hay alguna novedad en la exhibición de la Colección Peggy Guggenheim?
Antes de venir a Venecia, fui curadora en el Guggenheim de Nueva York. Entonces uno de los aspectos que más me gusta de mi trabajo es reinstalar y por eso pensé que para la reapertura debíamos cambiar un poco el montaje.
Este 2021 se rinde homenaje a los mil 600 años del nacimiento de Venecia y por eso quise dar cierta importancia a los pintores y artistas italianos de la colección: Tancredi Parmeggiani, uno de los artistas a los que Peggy apoyó mucho en la década de los cincuenta; Giuseppe Santomaso, un veneciano al que le tenía mucho cariño; Emilio Vedova, Edmondo Bacci, Marina Apollonio, exponente del arte cinético de los años sesenta, quien vive en Padua. Quise mostrar sus obras, ya que Peggy las había comprado en los años sesenta, pero nunca se habían expuesto en el Palazzo.
¿Qué estrategias y objetivos específicos se tomarán para el futuro?
Enfocarnos siempre en la calidad de nuestras muestras, instalaciones, programas públicos y actividades. Me gustaría atraer a más venecianos, italianos y jóvenes. Estamos apostando cada vez más por la calidad y por la colaboración con otras instituciones porque trabajando juntos podemos crear hermosos proyectos y también es un gesto de solidaridad colaborar de esta manera. Así veo el futuro, colaborando cada vez más con otros museos, con instituciones y universidades cuando sea posible, debemos crear proyectos donde siempre vayamos a descubrir algo nuevo para dejar en claro que también somos un lugar de investigación y de diálogo.
¿Cuáles son los retos más importantes para la Colección Peggy Guggenheim?
Esperamos volver a la normalidad con exposiciones temporales híbridas, es decir, presenciales y también de forma remota. Lamentablemente hemos tenido que cancelar o aplazar muchas muestras y muchos proyectos precisamente por este año que ha ido tan mal. Entonces, el desafío más importante es hacer que el público regrese. Creo que no todas las cosas serán iguales, pero veremos qué pasa en el futuro.
¿Cómo cree que Peggy habría enfrentado la pandemia? ¿Qué habría dicho al respecto?
Esta es una pregunta difícil de responder, pero creo que sin duda lo habría sentido mucho. Ella creía absolutamente en el hecho de abrir su casa-museo al público, casi todas las tardes. Entonces, seguramente lo habría sentido muchísimo. Le habría faltado vivir en su casa con todas aquellas personas amantes del arte. También porque creía que el arte era un derecho de todos, no solo de unos pocos, por eso era necesario compartirlo.
¿Recuerda algún pasaje de la vida de Peggy en México?
Sí, Peggy escribió sobre México en su biografía. En 1959 visitó Yucatán, Oaxaca, Acapulco y tenía amigos en Cuernavaca. Le gustaban mucho algunos pintores como Tamayo; admiraba a Frida Kahlo y a Leonora Carrington. En la década de 1950, comenzó a comprar obras no occidentales, objetos mesoamericanos y adquirió algunas piezas que luego se perdieron. Existen algunos objetos de México que se encuentran entre los más antiguos de nuestra colección.
Por otra parte, recuerdo que cuando yo era pequeña fue a México y me trajo un vestido blanco bordado con flores rojas. Era hermoso, era mi vestido favorito. No recuerdo en qué ciudad lo compró, pero era un vestido estupendo. ~