La felicidad fue un tema de los antiguos griegos, una preocupación humana. Acaso con el cristianismo pasó de categoría instantánea (estar feliz) a una posibilidad o pretensión sucesiva: ser feliz. De Dios se podría negar casi todo lo humano, incluida la felicidad, precisamente porque no comparte nuestro talante espacio-temporal. Dios tampoco podría ser consciente ni libre ni amoroso ni nada de lo que nos incumbe. Hoy podemos decir, sin embargo, que no estamos ni somos felices; sino que podemos ser felices mientras no lo seamos siempre. Posibilidad que nunca vio Kołakowski. ~