Conocí a Marcel Sisniega por azar. Fue en Barcelona en 1986 cuando, aprovechando mi viaje, el poeta José Vicente Anaya me pidió llevar un libro a un amigo suyo que vivía en el Barrio Chino.
Era un edificio que había visto mejores épocas. Luego de llamar a la puerta oí un malhumorado “¿Quién?” Y mi sorpresa fue enorme cuando apareció Marcel Sisniega. “Dios existe –pensé– y juega al ajedrez.”
En ese momento yo era el editor en la Universidad Autónoma de Puebla y jefe de redacción de Gambito. Revista Mexicana de Ajedrez, en la que Marcel ya había colaborado. Sisniega estaba en Europa en su intento de volver al ajedrez en pos de la norma de Gran Maestro.
Había sido un joven prodigio y fue campeón nacional por primera vez a los dieciséis años y obtuvo ese título ocho veces más. Fue Maestro Internacional a los dieciocho, aunque conseguiría la norma de GM hasta 1992, luego de terminar sus estudios de cine, con su triunfo invicto en la I Copa Latinoamericana de Ajedrez. Era el segundo título de ese nivel para el ajedrez mexicano, luego de que la FIDE otorgara uno post mórtem al yucateco Carlos Torre.
Con motivo de la consecución de la norma le hice una entrevista que apareció en El Nacional. En esa conversación me confió que en su regreso al ajedrez lo primero fue recuperar el interés por el juego. Marcel entendió que había muchas otras cosas de las que se había perdido. “Entendí –me dijo– que el ajedrez se acerca a la ciencia, a la filosofía. Descubres que debes mantener un juego armonioso, fiel a lo que piensas que es la objetividad; de respeto por el contrario y por tu posición. Todo ello lo descubrí al leer nuevamente el Manual de Lasker, el mejor libro de ajedrez hasta ahora. Un texto que desconocía de adolescente, que luego me prestaron y leí rápidamente, como suelo leer los libros de ajedrez. Mejor que Nimzowitsch o muchos otros, resume lo que es el juego.”
Sisniega también debió tomar tiempo para reflexionar sobre sus errores, “analizar por qué incurría en jugadas impulsivas, a jugar con más objetividad”. Esta declaración me sorprendió y le pregunté si no era obligación de todo ajedrecista profesional entender que la impulsividad era mala consejera.
–No tuve la enseñanza básica del ajedrez de la URSS o del ajedrez maduro de Europa: que hay una gran diferencia entre el impulso y la intuición auténtica, y tiendes a confundirlos. Llegas a decir: “Esta es una jugada de genio”, y no, al contrario, es un impulso idiota, que hunde tu posición. Saber eso me llevó muchos años, demasiados. Ahora creo que estoy un poco más cerca de distinguir la diferencia.
También aprendió de Lasker que la afirmación de Duchamp podría ser cierta: “Todo ajedrecista es un artista.” Si hablamos de buenos jugadores –me dijo–, creo que tenía razón. Recordó que Lasker le dedica un capítulo a la estética y el ajedrez, donde afirma que el valor estético de una combinación estriba en el hecho de que sea verdadera; hay, así, una unión entre belleza y verdad, como en Sócrates. Cuando el ajedrez se juega con este tipo de conciencia se eleva a la categoría de arte, y ahí se ligan temas como la libertad y la necesidad.
Director, guionista y productor de cine, narrador y dramaturgo. Una vez retirado de los torneos, Sisniega fue el entrenador del equipo nacional de ajedrez, pero por las mezquindades y miserias de la burocracia deportiva dejó de ocuparse del equipo. Una lástima pues bajo su dirección se lograron los mejores resultados.
En 1993 publicó Crónica personal de un torneo de ajedrez, su experiencia en el mítico Torneo Interzonal de Taxco de 1985, un ejemplo de estilo y humor: “Por duras que sean, en el ajedrez hay que olvidar cuanto antes las derrotas. Sobre todo cuando el próximo adversario se llama Mijaíl Tal [quien] a los 23 años obtuvo el campeonato del mundo para perderlo poco después. El carismático, bufonesco, iluminado y borracho Genio de Riga.”
En 1997 lo invité a sostener unas simultáneas en el Instituto Mora y la idea le gustó como una despedida del ajedrez de exhibición. Ya se dedicaba por completo al cine, aunque entrenaba a un grupo de jóvenes. Convocamos a una treintena de personalidades del arte y la ciencia. Perdió o empató tres o cuatro partidas.
Después, esta historia se interrumpe bruscamente. Cineastas y ajedrecistas aún estamos en shock por su muerte acaecida el 19 de enero pasado.~