Mark Zuckerberg quiere que pensemos que el historial de invasión de la privacidad de Facebook tiene fecha de caducidad. En un manifiesto de 2,237 palabras que publicó el pasado miércoles, Zuckerberg expresó que su empresa se reorientará hacia convertirse en una plataforma “de mensajería y redes sociales centrada en la privacidad”, ya que busca pasar de ser “una plaza pública digital” a ser algo más parecido a una “sala de estar digital”.
La noticia llega casi un mes después de que se filtraran los primeros rumores de que Facebook estaba en las etapas iniciales de una integración de los servicios de mensajería de sus distintas plataformas (Facebook, Instagram y WhatsApp) con el objetivo de crear un sistema de mensajería cifrado e interoperable para lanzarlo a fines de 2019 o principios de 2020. En su publicación, Zuckerberg explica la lógica detrás de este cambio: “las personas deberían poder usar cualquiera de nuestras aplicaciones para conectarse con sus amigos y comunicarse entre las tres redes sociales de manera sencilla y segura”, porque “muchos usuarios prefieren interactuar directamente de forma privada o con un grupo reducido de amigos”. Zuckerberg señaló que la privacidad será la prioridad principal de la empresa, a tal punto que la palabra privacidad (y otras derivadas) apareció 50 veces en su anuncio más reciente.
A primera vista, algunos de sus planes parecen positivos. Los mensajes temporales que ya ofrece Instagram les dan más confianza a los usuarios para ser ellos mismos. El cifrado de extremo a extremo, que actualmente se utiliza en WhatsApp, ayuda a garantizar que las únicas personas que puedan descifrar un mensaje sean su remitente y el destinatario. Sin duda, empezar a tener en cuenta la privacidad de las redes sociales son buen comienzo para Facebook, cuyos antecedentes relacionados con la protección de datos son, cuando menos, cuestionables.
El panorama es preocupante. El anuncio de Zuckerberg no es solo una forma de despertar interés en algunos de los nuevos productos que ofrecerá Facebook; es también una estrategia de distracción, un truco de magia lleno de pistas falsas. Si hablamos de privacidad, Facebook ha cometido faltas, se ha desentendido de esos hechos, ha pedido disculpas y ha incumplido sus promesas sobre brindar protecciones reales a la privacidad de sus usuarios por más de una década. Ahora, su CEO quiere que olvidemos ese historial negativo con algunos cambios oportunos para que no nos percatemos de los riesgos que produce su negligencia en otras áreas. Incluso suponiendo que le creemos —aunque Facebook no ha hecho nada para merecerlo—, al texto de Zuckerberg, queda muy claro que el CEO tiene una idea equivocada de lo que significa la palabra “privacidad”. Si lo leemos con un poco de cinismo, el anuncio parece basarse en una definición muy acotada del concepto. Incluso parecería que busca distraernos de las formas en que Facebook probablemente continuará invadiendo nuestra vida digital privada para su beneficio.
Es más, por cómo se expresa en el texto, da la impresión de que Zuckerberg pensara que privacidad y encriptación son términos equivalentes. Por ejemplo, dice que las personas deben poder “interactuar de forma privada”, lo que requiere un “giro hacia la prestación de servicios privados, cifrados” que permitan que “las comunicaciones privadas entre las personas sean seguras”. Sin embargo, cifrado no es lo mismo que privacidad. El cifrado consiste en implementar las protecciones necesarias para que nadie ajeno al mensaje pueda leer o comprender los datos intercambiados. En cambio, la privacidad es un concepto mucho más amplio, que contempla no solo el flujo de información entre las personas y los grupos, sino también la autonomía personal, intelectual y sexual, así como la confianza necesaria para interactuar con los demás. En la práctica, la privacidad tiene que ver con limitar la recopilación de datos, implementar restricciones respecto a quiénes pueden acceder a los datos de los usuarios y manipular esa información, y minimizar o impedir que los datos lleguen a terceros. Sin embargo, en su publicación, Zuckerberg no hizo ninguna referencia a estas cuestiones. Cuando habla de cifrar los mensajes de los usuarios para evitar que “cualquiera —incluso [Facebook]— pueda ver lo que las personas comparten a través de nuestros servicios”, evita mencionar que Facebook aún podrá recopilar metadatos de esos mensajes, como quiénes son los usuarios que participan y cuándo sucedió esa interacción. Asimismo, al referirse a la interoperabilidad, pasa por alto si la integración entre las redes sociales exigirá a los usuarios renunciar al anonimato que quizás tienen en WhatsApp para cumplir con el requisito de Facebook de identificarse con su nombre real. Zuckerberg también habla de una “nueva sala de estar digital”, pero es lo suficientemente astuto para no mencionar a los anunciantes que seguro serán bienvenidos en este espacio. También ha omitido todas las nuevas maneras en que las conexiones entre las plataformas contribuirán a que nuestra información —por ejemplo, datos de perfil, actividad de mensajes, clics y desplazamientos del mouse, interacciones, ubicación GPS, historial de navegación en sitios externos y uso de aplicaciones— se utilice para ayudar a Facebook a diseñar y mostrarnos sus anuncios de formas aún más invasivas.
Si bien Zuckerberg hace hincapié en un cambio de enfoque en pro de la privacidad, no nos da ningún indicio de que, más allá de cifrar los sistemas de mensajería fusionados, la nueva plataforma de Facebook funcionará de un modo distinto de la actual respecto a estas prácticas invasivas de la privacidad. Por eso, es fácil suponer que seguirá monitoreando nuestra actividad, incluso cuando naveguemos en sitios fuera del ecosistema de Facebook. En una entrevista para la revista Wired, Zuckerberg dijo que seguirá existiendo la posibilidad de compartir públicamente contenido que atenta contra la democracia en la sección de noticias. La empresa seguirá comercializando los datos de los usuarios para ganar miles de millones de dólares vendiendo anuncios en Facebook, en Instagram y, muy pronto, en WhatsApp.
Teniendo en cuenta el historial de crecimiento de Facebook “a cualquier precio”, seguramente Zuckerberg es consciente de que su definición limitada de privacidad ofrece a la empresa la “cortina de humo” ideal para desviar nuestra atención de lo que es, en realidad, una estrategia de negocios en busca de mayores ganancias. Después de todo, Facebook está perdiendo usuarios a un ritmo acelerado. Actualmente, los servicios de mensajería como WhatsApp son las redes sociales de mayor crecimiento, por lo que no cabe duda de que Facebook buscará aprovechar la integración de estos servicios para lograr el dominio global de sus competidores en este terreno, como WeChat, iMessage, Signal, Skype e, incluso, Venmo.
Sin embargo, hay una forma más en que el anuncio público de Facebook de transformarse en una “red social enfocada en la privacidad” podría redundar en beneficios para la empresa: posiblemente sirva como una manera eficaz de calmar a los usuarios hartos de los escándalos anteriores con una prueba de que Zuckerberg ya está tomando acciones para defender nuestros derechos. Los servicios de mensajería son una de las funciones más visibles de la experiencia diaria de los usuarios en Internet. La mayoría de nosotros enviamos mensajes de texto, compartimos fotos y participamos en grupos de chat constantemente. Por ejemplo, actualmente, estoy en tres grupos de chat al mismo tiempo: uno con mis compañeros de trabajo, otro con mi familia y otro con mi novio y sus amigos. Valoramos y entendemos esta tecnología desde un punto de vista fenomenológico o físicamente experimental. Cuando se produce un cambio en la forma en que enviamos mensajes —como disponer de nuevas opciones para enviar mensajes que se autodestruyen o recibir una notificación de que nuestros mensajes e imágenes ahora están cifrados—, lo más probable es que lo notemos, que nos demos cuenta.
En cambio, muchas de las formas en que Facebook continuará, o incluso ampliará, su invasión a nuestra privacidad, permanecerán ocultas. La mayoría de nosotros no notaríamos si Facebook cambió sus prácticas de recopilación de metadatos, si restringió el acceso de terceros a nuestros datos o si limitó la actividad de los anunciantes que buscan mostrarnos publicidad según nuestras características de raza, origen étnico o expresión de género. Tampoco nos daríamos cuenta si Facebook deja de usar las fotos de Instagram y de Facebook para alimentar su algoritmo de IA de reconocimiento facial. Por último, muchos de nosotros tampoco seríamos capaces de detectar explícitamente las formas en que la integración y expansión de estos servicios de mensajería podrían facilitar la recopilación de nuevos tipos de datos sobre nosotros y hacer que sea muy difícil abandonar la empresa una vez que, inevitablemente, estalle un nuevo escándalo.
Esto no significa que el cifrado de extremo sea una mala idea; de hecho, es un excelente comienzo. Sin embargo, esta novedad conlleva el riesgo de desviar nuestra atención de dos cuestiones muy importantes: primero, es necesario que se tomen muchas más medidas para abordar los problemas de privacidad en las tres plataformas; segundo, la presunta reorientación anunciada por Zuckerberg para enfocarse en la privacidad no menciona ninguna de esas medidas.
A pesar de todo, quizás este sea el inicio de una nueva era para Facebook. Quizás, algún día, la protección de la privacidad se perciba como una ventaja competitiva en el mercado. Quizás Facebook se convierta en una marca líder en ese mercado por desafiar el modelo de anuncios por segmentación por comportamiento, por reducir sus acciones de vigilancia, por configurar parámetros predeterminados como privados, por eliminar la sección de noticias y por borrar datos antiguos de los usuarios, etc. Pero, por el momento, el discurso de Zuckerberg me lleva a pensar que solo podemos esperar más de lo mismo de Facebook: cambios limitados, centrados en la tecnología, pensados para desviar nuestra atención del accionar negligente y poco cuidadoso de la empresa respecto a la protección de la privacidad de los usuarios.
Este artículo es publicado gracias a una colaboración de Letras Libres con Future Tense, un proyecto de Slate, New America, y Arizona State University.