Entrevista a Marta Peirano: “Facebook es un paraíso fiscal de la información”

En El enemigo conoce el sistema (Debate), la periodista revela la cara oscura de la revolución digital.
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En su nuevo libro, Marta Peirano escribe una historia alternativa de Silicon Valley y explica los fundamentos del nuevo capitalismo de vigilancia y de la economía de la atención que están creando empresas como Facebook o Amazon. “El libro va de dos cosas: qué ha pasado en estos veinte años para que la red se haya convertido en lo que es ahora, y cómo el discurso de esa red ha evolucionado para convertirse en una capa de metáforas completamente opaca que te impide entender el sistema.”

En el libro hablas de un proceso circular. Internet surgió al calor de la inversión militar y la CIA, luego se democratizó e intentó promoverse como algo antijerárquico y libertario, y ahora ha vuelto a la lógica inicial, con el desarrollo de lo que se ha denominado “capitalismo de vigilancia”

Cuando el proyecto militar original se vuelve más ambicioso, y empiezan a llegar ordenadores a universidades e instituciones no militares, hay quienes buscan que la red deje de ser militar. Aspiran a que la red sea un intercambio de conocimiento entre grandes instituciones. Su gran preocupación era que las empresas que habían instalado la infraestructura no tuvieran un control sobre la información que se mueve a través de ella. Y en ese momento la preocupación era más europea que estadounidense, porque en EEUU fueron empresas privadas (en este caso AT&T) las que montaron la infraestructura, mientras que en Europa fueron instituciones públicas. Hay un miedo a que el gobierno tuviera acceso a esa información. Desarrollan unos protocolos de red para proteger esa libertad.

El problema que tenemos ahora con el capitalismo de vigilancia está circunscrito a otro tipo de infraestructura, una capa superior, la que dominan las plataformas digitales. Pero por poco tiempo, porque ya están creando ellos sus propias infraestructuras, invirtiendo en satélites, “tirando” cable.

El proyecto de Arpanet, que es el germen de internet, era un proyecto de vigilancia que nace para distribuir sistemas de vigilancia para el Vietcong. Todas las empresas que se benefician de ese modelo de extracción de datos han sido empresas que han crecido gracias a la financiación del gobierno estadounidense.

Como decía John Lanchester en un artículo publicado en Letras Libres, es difícil saber a qué se dedican exactamente las grandes empresas tecnológicas, más allá de sus metáforas sobre conectar, integrar, globalizar.

Yo les digo siempre a mis redactores: deja de publicar lo que está diciendo Mark Zuckerberg y fíjate en lo que está haciendo mientras hace sus declaraciones. El libro va de dos cosas: qué ha pasado en estos veinte años para que la red se haya convertido en lo que es ahora, y cómo el discurso de esa red ha evolucionado para convertirse en una capa de metáforas completamente opaca que te impide entender el sistema. Por eso se llama El enemigo conoce el sistema. Hay una serie de organizaciones que saben cómo está diseñado el sistema y cuál es su función, y luego estamos los demás, que solo vemos las metáforas.

Toda la fantasía libertaria de la red es una patraña. Las grandes plataformas están compitiendo duramente por los grandes contratos militares en EEUU, diseñados para controlar y gestionar a la población de todo el planeta. Las grandes tecnológicas se gastan una gran parte de su presupuesto en hacer lobby en Washington. Esto es lo menos libertario que hay. Fuerzas a la administración a generar leyes que te protejan, cuando tú abusas de los derechos civiles de tus usuarios. Y en los últimos años hemos visto que son empresas claramente anticompetitivas. Mark Zuckerberg es el maestro de pedir perdón por hacer algo a la vez que por detrás está triplicando los esfuerzos en seguir haciéndolo. Cuando entró en vigor la GDPR (el Reglamento General de Protección de Datos de la UE), Mark Zuckerberg dijo que les parecía muy bien y que garantizarían que todos sus usuarios en el mundo tuvieran las mismas garantías que los europeos. Ese mismo día su empresa movió miles de millones de cuentas fuera de sus bases de datos en Irlanda (donde estaba para pagar menos impuestos) para que no les pusieran multas.

En el libro comentas que lo que ofrecen empresas como Google o Facebook no son ya solo servicios sino que se convierten en infraestructura, son monopolios “naturales” o casi “bienes públicos”

Como los dos últimos años ha habido escándalos con Facebook y su influencia en campañas políticas y las noticias falsas, hemos centrado esfuerzos en cazar bulos. Me parece una tarea encomiable, pero es a veces un parche contraproducente. El objetivo de la desinformación es que pienses que todo es mentira. No le damos suficiente importancia al hecho de que el acceso a internet, para millones de personas, está mediado por estas plataformas. En ocasiones es porque estas plataformas han llegado a acuerdos con gobiernos para ofrecer paquetes de datos, como el programa Free Basics de Facebook. Cuando tienes un servicio barato de datos a través de Facebook, WhatsApp, Instagram, no llegas a las noticias, no puedes pinchar en ellas.

Las tarifas cero, cuando llegaron, parecía que vulneraban los principios de la neutralidad de la red, pero ahora están en todos lados. En lugar de pagar 50 euros por una tarifa de datos pagas 3 por solo las apps que utilizas: Facebook, WhatsApp, Instagram. Esas tarifas te crean un espacio en el que tú no eliges la información que te llega sino que la información te elige a ti, siguiendo unos algoritmos de una plataforma que no es de comunicación sino de publicidad. El algoritmo elige la visión del mundo que te va a presentar.

Escribes sobre la evolución de Facebook, que para crecer deja de ser simplemente una red social y se convierte en una especie de empresa de marketing que extrae y comercializa con datos privados. Hablas del papel importante de Sheryl Sandberg, que venía de Google y creó AdSense.

Sandberg viene de crear en Google el principio de la economía de la vigilancia. Google empieza a ver lo que hacen sus usuarios para ofrecerles mejores respuestas a sus preguntas. Cuando tú buscas una cosa en Google te sale algo distinto de lo que me sale a mí. Piensas que Google es el oráculo de la verdad, pero la verdad de Google está supeditada a la identidad de quien la busca. Sheryl Sandberg está trabajando en este proyecto en Google cuando Mark Zuckerberg le pide hacer lo mismo en Facebook. Zuckerberg tiene una empresa de colegas de universidad y quiere escalar. Sandberg adapta el modelo de Google a Facebook.

Google quiere organizar la información del mundo para hacerla disponible y Facebook quiere conectar a todos con todos para que el mundo sea un lugar mejor. Pero el modelo de negocio es el mismo.

Sheryl Sandberg siempre ha hecho lo mismo. Cuando surge el escándalo de Cambridge Analytica, es ella la que contrata a una empresa de desinformación vinculada al Partido Republicano para que distribuya o intoxique el mercado de información para decir que Google es igual de chungo, cosa que ella sabe. Es un personaje bastante oscuro, es el brazo ejecutor.

Hay una figura interesante que comentas, la del data broker.

Existen desde hace mucho tiempo pero los llamábamos de otra manera: empresas de marketing directo, por ejemplo. Gente que compra datos donde los haya y los reempaqueta para venderlos de manera específica. Puedes estar en muchos paquetes de datos distintos. Ese es el gran negocio del big data. Es la clase de información que hace que tu vida se encarezca, hace que pagues más por unos servicios que otras personas, o que accedas a determinados trabajos o ubicaciones. Es un negocio completamente oscuro, opera por encima de nuestras leyes de protección de datos.

Cuando dices que hacen que nuestra vida se encarezca, ¿te refieres a la influencia de los algoritmos? Dices que los algoritmos crean una “imagen” de ti que te condiciona a la hora de pedir un préstamo o encontrar un trabajo, por ejemplo.

Los chinos cuando defienden su sistema de “crédito social” dicen que al menos el ciudadano es consciente de cómo evoluciona su crédito; pero en un país como EEUU, donde los algoritmos empiezan a integrarse en sistemas de decisiones cada vez más fundamentales, operan de manera totalmente opaca. No tienes una aplicación en tu móvil que te indica cuando ganas o pierdes crédito. El sistema chino es algo más que un sistema de vigilancia, es un sistema de educación. China está consiguiendo reeducar a sus ciudadanos para que se comporten como el gobierno desea. Corre con la ventaja de que no tiene que atender a “tonterías” como los derechos civiles y ha conseguido implementar un sistema de divisa digital esencial para el control de la población. El gobierno puede reducir tu movilidad, no puedes comprar billetes de tren o de avión.

A menudo cuando se debate sobre privacidad se comenta que cedemos nuestros datos a cambio de un beneficio: tenemos servicios gratis (Facebook, Twitter, Google) o seguridad (en el caso de la gestión que hacen los gobiernos con nuestros datos).

Es una trampa. Porque estamos ya admitiendo que van a extraer nuestros datos, y ya estamos gestionando cómo lo vamos a hacer. Pero el problema es que están extrayendo nuestros datos. Esos datos hasta hace poco eran sagrados. Por ejemplo, los datos médicos. Un día las conté, hay 54 leyes que prohíben el uso de datos médicos, porque son los datos que te hacen más vulnerable. Y los datos médicos incluyen cuando te haces un test de ADN para conocer tus ancestros y saber si tienes un 3% de sangre vikinga. Esos datos tienen información acerca de tus antecedentes familiares, de potenciales enfermedades. Esto tiene un impacto brutal en tu capacidad de acceder a un seguro médico en según qué países. Aquí en España tenemos una sanidad universal, pero si pasado mañana deciden privatizarla, todos esos datos van a condicionar fuertemente lo que te va a costar esa sanidad. Y nunca funcionan en tu favor.

Cuando Edward Snowden facilitó los documentos sobre PRISMA, y vimos que las grandes plataformas estaban colaborando con el gobierno de Estados Unidos (obligadas por la Patriot Act, y además no podían informar a sus usuarios que sus datos habían sido usados en una investigación), se consideró un escándalo porque estaban usando datos de sus propios ciudadanos; pero los datos de los no estadounidenses han sido barra libre siempre. Lo que nos vendieron es que esos datos estaban en manos de las agencias de inteligencia estadounidenses para investigación del terrorismo. Y como EEUU ha sido siempre el gran protector de Europa tras la Segunda Guerra Mundial, muchos europeos dijeron: prefiero vivir en un mundo más seguro y estar un poco más vigilado. Pero no están utilizando esa información para mantenernos más seguros, sino que siempre redunda en perjuicio nuestro. Estamos cediendo derechos civiles por un beneficio que no es real.

Se suele decir que la regulación europea en materia de privacidad es mucho más avanzada que la estadounidense.

Es que en Estados Unidos no hay. En Europa tenemos realmente la única regulación de protección de datos. Hay países dentro de Europa que tienen una más estricta, como Alemania, pero en general Europa tiene la única regulación sobre esto. El problema es cómo se está ejecutando esta normativa. Hemos establecido un organismo de control que está en Irlanda, pero Irlanda es un país que se ha convertido en un paraíso fiscal para las grandes plataformas digitales. ¿Hasta qué punto no tiene ese organismo un conflicto de intereses a la hora de regular a esas mismas plataformas? Los indicios son que no hay suficientes casos de denuncia contra esas plataformas digitales por abusos que sabemos que se cometen, un año después de que entrara en vigor la GDPR. Antes teníamos una especie de acuerdo de caballeros, llamado privacy shield (escudo de privacidad), entre EEUU y la UE, y tuvo que ir un casi adolescente, Max Schrems, a Estados Unidos a escuchar a un abogado de protección de datos de Facebook para desvelar que era todo mentira y que el pacto no se estaba cumpliendo. Un chico de 23 años es capaz de que cambie la legislación en Europa utilizando los papeles de Edward Snowden para demostrar que no se estaba cumpliendo. Ahora lo que necesitamos es que nos demuestren que se está cumpliendo.

El concepto de engagement o compromiso está detrás de la mayoría de proyectos en redes. Pero perseguir el engagement es peligroso: los usuarios más engaged o comprometidos son los más radicalizados. Citas a Tufekci que dice que “YouTube podría ser uno de los instrumentos más radicalizantes del siglo XXI”.

Se llama la economía de la atención porque esta economía basada en la extracción de datos requiere tu atención para poder extraerlos. Los algoritmos han identificado un patrón que ahora nos parece obvio y es que la gente cuando se enfada interactúa más, que la gente cuando se asusta interactúa más. Hay determinadas emociones que generan más atención que otras. Ahora te encuentras con cosas que nos parecen paradójicas pero no los son. Si tú excitas el odio de un determinado sector de la población, lo que consigues es que esa población interactúe más y forme más grupos y cree más comunidades. Pero eso tiene un precio, que a Facebook le da igual. Los incentivos que tiene Facebook para cambiar ese tipo de estrategia de engagement son cero. La legislación está para que esos incentivos existan o al menos sean negativos.

El problema ahora mismo de Facebook, y de todas las plataformas digitales, es que se ha convertido en un paraíso fiscal de la información. Se han convertido en una tapadera de delitos, con consecuencias civiles muy graves.

A menudo se habla de Peter Thiel más como gurú que como CEO de Palantir, una empresa que representa a la perfección el nuevo capitalismo de vigilancia.

Se hizo rico vendiendo PayPal. Es miembro de la famosa PayPal Mafia. Va por la vida de libertario y sin embargo su gran proyecto personal es una plataforma de vigilancia total para las agencias de inteligencia y la policía en Estados Unidos (o quien se la compre; Irán podría estar usando Palantir, no lo sabemos). De libertario nada, es un autoritario de libro. Fue el primer inversor de Facebook. El vínculo entre Facebook y Thiel es muy grande. Y fue uno de los donantes de la campaña de Trump en 2016. Y además hubo un cruce de operativos entre Facebook, Palantir y Cambridge Analytica en la campaña de 2016, pero no hay manera de demostrar ese tipo de sinergias.

Sabemos que Palantir es una empresa que trabaja para centralizar las grandes bases de datos militares, policiales y judiciales. Se dedica a vigilar a las personas, a lo grande (grandes movimientos de personas como la caravana de hondureños y salvadoreños que subían hasta México) o individualmente.

Cuando Snowden habló de un sistema de vigilancia que le impactó cuando trabajaba en la NSA hablaba de Palantir. Podías meter un nick o nombre de usuario de una persona en una red social y podías acceder a su ordenador, a su cámara, sabías donde había estado, tenías acceso las cámaras de sus amigos. Esto es lo que hace Palantir.

Además Palantir usa Amazon Web Services para su trabajo. Está todo muy enmarañado en un grupo muy pequeño de empresas y personas. El financiador de Facebook y de la campaña de Donald Trump tiene un aparato de vigilancia masivo que opera desde la sede de Amazon. ¿Cómo de libertario es esto? Cero. Es capitalismo sin democracia. Es poder sin responsabilidades.

Da la sensación de que durante años la crítica a cómo la tecnología estaba cambiando nuestro comportamiento, o la crítica en general a determinados avances tecnológicos, se ha descartado como algo anticuado o demasiado pesimista.

En países como España, la información tecnológica estuvo muy unida a las marcas. No era información de tecnología sino de gadgets. Por suerte ahora existe la mejor generación de periodistas tecnológicos de la historia, especialmente en Estados Unidos. Pero te enfrentas a una maquinaria publicitaria, a un lobby y a las herramientas de manipulación de las empresas más poderosas del mundo.

Quizá pasa en todos los sectores pero me estaba acordando el otro día cuando escribí que Apple iba a pasar de Power PC a Intel. Los fans de Apple habían interiorizado de manera tan personal que Apple era mejor, porque estaba usando el Power PC de IBM y no la mierda de Intel, que era lo que usaba la “chusma”, que les parecía absolutamente inaceptable; pero no que fuera a pasar, sino simplemente que yo lo dijera.

Estamos muy vinculados a la imagen de marca. Cuando esa imagen de marca se fragmenta porque están pasando cosas por detrás que no te parecen bien, la proteges porque así estás protegiendo tu propia imagen.

A veces cuando nos dicen que nos están manipulando no nos lo creemos. Uno es mucho más listo siempre.

Cometemos un error constantemente y es que tendemos a denunciar lo único que existe sin tener una alternativa disponible. Llevamos dos años denunciando a Facebook sin parar pero la gente no tiene a dónde ir. Ahora mismo se está discutiendo si Facebook debería partirse en varias empresas porque es un monopolio total. Si no lo fuera la gente estaría en otro sitio. Una de las cosas que cuento en el libro es la historia de Napster. El momento Napster se lo carga Steve Jobs, en un momento de genialidad luminosa, pero no del bien sino del mal, porque era un genio del mal. Consiguió que la industria del disco le hiciera de matón mientras establecía una alternativa para recoger los restos. Nadie está haciendo eso con Facebook.

Ahora mismo lo importante es que Facebook deje de ser una tapadera de delitos. En el momento en el que Facebook empiece a tener responsabilidades sobre lo que pasa dentro de su infraestructura, empezarán a pasar cosas y le empezará a salir caro lo que hace. Pero ahora no le cuesta nada. No tenemos que cambiar de legislación, solo tenemos que aplicarla.

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Ricardo Dudda (Madrid, 1992) es periodista y miembro de la redacción de Letras Libres. Es autor de 'Mi padre alemán' (Libros del Asteroide, 2023).


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