Foto: Gerardo Vieyra/NurPhoto via ZUMA Press

La contratación de médicos en México: problemas de fondo

En México faltan médicos, pero falta sobre todo un sistema de salud que cuente con recursos para formarlos y condiciones para ejercer. Crearlo no es solo responsabilidad de los profesionales de la salud.
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El problema no es que vengan médicos extranjeros a nuestro país, mucho menos que sean cubanos. Cualquier colega extranjero debidamente acreditado debería poder ejercer en nuestro país si así lo quiere. Para mí, esa discusión no vale la pena y debemos dejarla atrás.

El problema con la iniciativa anunciada por el presidente es mucho más profundo, y para analizarlo debemos hacernos las preguntas importantes: ¿de verdad no hay suficientes médicos especialistas en México? Si los hay, ¿por qué estos médicos no quieren ir a zonas alejadas o rurales a ejercer?

Cada año, miles de candidatos, todos médicos generales, se inscriben al Examen Nacional de Aspirantes a Residencias Médicas (ENARM). El año pasado acudieron un poco más de 46 mil, de los cuales solo 17 mil, una tercera parte, obtuvieron plaza para realizar su residencia, como se le conoce al período de entrenamiento hospitalario en especialidades médicas. Estas cifras son la constante. Obviamente, la duda es: ¿por qué no hay plazas suficientes para entrenar a más?

La respuesta más simple es que para formar a un médico como especialista se requiere siempre de un hospital con insumos e infraestructura especializada, así como médicos (también especialistas) con la preparación adecuada para formar académicamente a dichos residentes.

De modo que sí, faltan médicos, pero sobre todo falta un sistema de salud robusto y con recursos que los forme y que posteriormente pueda contratarlos para atender y mejorar la salud de los mexicanos.

Ahora bien, ¿por qué los médicos no quieren ir a ejercer a zonas alejadas o rurales? Las razones son varias, pero quizá la más importante es la inseguridad. Desde hace años, somos testigos de las terribles experiencias que atraviesan médicos y médicas pasantes durante su servicio social en zonas rurales. Menciono un ejemplo cercano. En el año 2000, un grupo de personas armadas entró a la clínica donde mi mejor amigo, Ricardo, hacía su servicio social. Lo encapucharon y se lo llevaron a atender el parto de la esposa de un líder del crimen organizado. En su caso, todo salió bien y tuvo la “suerte” de regresar a la clínica con vida. ¿Qué hubiera pasado si el parto se hubiera complicado?

Entre los profesionales de la salud, todos conocemos historias de terror de médicos y médicas, enfermeros y enfermeras, que se tienen que encerrar en sus clínicas por amenazas, hostigamiento o violencia. El año pasado, por ejemplo, se hizo viral el caso de Mariana, la doctora que fue asesinada en Chiapas, y hace unos meses, a Luis Fernando, un pasante que hacía su servicio social, le dieron muerte a balazos en Zacatecas. Ante casos como estos, que se acumulan, ninguna autoridad, sea educativa, de salud o de procuración de justicia, se responsabiliza ni establece estrategias para garantizar la seguridad de los médicos en formación, tarea que es responsabilidad del Estado.

En estas condiciones, por supuesto, acudir a zonas alejadas no es bueno ni para los médicos mexicanos ni para los extranjeros.

También necesitamos hablar de los médicos residentes, los jóvenes que se están entrenando para ser especialistas, y que son  la columna medular de cualquier sistema de salud. En algún momento de nuestras vidas, todos seremos atendidos por un médico residente.

Sin embargo, los residentes tienen algunas de las peores jornadas laborales en todo el mundo. Cuentan con un promedio de 10 años de estudio, pero reciben un sueldo (beca) en México de entre 14 y 20 mil pesos al mes. A cambio, deben realizar guardias con jornadas mayores a 36 horas (con lo que ganan aproximadamente 2 dólares por hora), en lugares donde no siempre tienen sitios apropiados para dormir ni una adecuada alimentación. Aun así, cada año hay miles que quieren serlo. Lo hacen y aceptan de antemano las condiciones precarias, por amor a su profesión e interés genuino en el aprendizaje de su especialidad.

Como efecto de la pandemia se ha visibilizado no solo su importancia, sino las condiciones tan precarias a las que se les somete, así como su alta tendencia a desarrollar “burnout”. Está demostrado que los residentes en todo el mundo tienen un índice de suicidio más alto que la población general. Las razones son muchas: grandes responsabilidades, extensas horas de trabajo, condiciones laborales desfavorables, cansancio, etc.

Sin embargo, poco se habla del daño moral que causa ver a un paciente que puede complicarse o morir por el hecho de no contar con las herramientas (insumos, infraestructura o medicamentos) para diagnosticarle y tratarle adecuadamente, sabiendo que, si lo tuviéramos, el pronóstico sería mejor. Esto es lo que, con mucha frecuencia, implica acudir a sitios donde no existen los recursos apropiados para atender y mejorar verdaderamente la salud de las personas.

Estamos de acuerdo en que la falta de especialistas en zonas alejadas es una carencia inaceptable, porque todos tenemos derecho a la salud. Sin embargo, los médicos necesitamos insumos, infraestructura y personal de apoyo para trabajar; sin eso, no somos de utilidad. Aunque la primera causa de muerte en el país son las enfermedades cardiovasculares, si, por ejemplo, un cardiólogo se encuentra en una zona alejada, sin insumos e infraestructura para el diagnóstico y tratamiento de un infarto al miocardio, ¿de qué sirve que esté ahí?

Esta responsabilidad no le corresponde a los médicos. Y sin las condiciones apropiadas no podemos desarrollarnos como médicos sin poner en riesgo nuestra carrera o la salud y la vida de nuestros pacientes.

El interés de un país por una determinada área está reflejado en el presupuesto que le asigna. México asigna poco más de 600 dólares por habitante de dinero gubernamental a la salud. Esta cifra es minúscula comparada con los 4 mil a 5 mil dólares por habitante que invierten los países nórdicos, supuesto ejemplo a seguir de esta administración.

El pasado 24 de mayo, se anunció la oferta de plazas para contratar especialistas en varias zonas del país. ¿Son plazas de nueva creación? Y si no es así, ¿cuáles fueron las razones por las que esas plazas habían dejado de operar? Independientemente de la respuesta, que sin duda es importante, lo cierto es que sin la seguridad, los insumos y la infraestructura adecuados, este esfuerzo será en vano. Los políticos van y vienen: gobernadores, secretarios y subsecretarios, senadores y diputados. Si realmente queremos entrar a resolver el problema de fondo, las autoridades en salud tendrán que rendir cuentas en el futuro, mostrando los indicadores de salud  y demostrar que esta intervención los mejoró significativamente. Personalmente, no estoy segura de que esto realmente sucederá.

Ejerzo como médica desde hace 22 años. Tengo el enorme orgullo y satisfacción de serlo. En este tiempo, lo que más atesoro de mi profesión es la confianza de mis pacientes. Esa confianza la construimos con empatía, buena comunicación, actualizaciones y estudios constantes. Todos los médicos que conozco queremos lo mismo: mejorar la salud de nuestros pacientes y de nuestro país. Las personas y la sociedad necesitan confiar en su proveedor de salud y en la ciencia para atenderse. Sin confianza, perdemos todos.

El discurso descalificador, polarizante y violento hacia los médicos solo fractura esta confianza, y eso sí puede ser un daño irreparable en la salud de este país.

Eso es lo que verdaderamente importa.

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es especialista en Medicina Interna e Infectología, profesora de alta especialidad en VIH en la UNAM, e investigadora titular del Departamento de Infectología del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán. Pertenece al Sistema Nacional de Investigadores.


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