Alegremente, en estos días las redes sociales se han llenado de fotos de adultos mayores recibiendo la vacuna contra la covid-19. Entre los mensajes llenos de paz mental y emocional he leído también una extraña sugerencia que, a decir de los vacunados, han recibido directamente de los responsables de aplicar la inyección: “Después de la vacuna, por lo menos una semanita sin tomar alcohol, ¿eh?”.
¿De dónde sale está recomendación? No hay datos publicados sobre los efectos específicos del alcohol en la respuesta inmune de las vacunas contra la covid-19. Ningún brazo de los estudios clínicos de las empresas que desarrollaron las vacunas se analizó a la luz de los efectos del alcohol. ¿Entonces? El alcohol es un viejo enemigo de la salud pública y nunca está de más aprovechar la ocasión para mantenernos alejados de él. Pero, ¿se vale azuzar nuestra angustia por la covid-19 para dar cabida a lecciones moralizantes respecto al alcohol?
La controversia en torno al alcohol y la vacuna covid-19 empezó en Rusia. En diciembre del año pasado, Anna Popova, directora del organismo de control de la salud del consumidor, dijo a una estación de radio que “las personas deben dejar de beber alcohol al menos dos semanas antes de recibir la primera de las dos inyecciones. Deben continuar absteniéndose durante 42 días más”. La escandalosa declaración –hecha en la tierra del vodka, donde entre 1990 y 2000 uno de cada dos hombres en edad laboral murió prematuramente a causa del alcohol– fue prontamente matizada por Alexander Gintsburg, jefe del Centro Nacional de Epidemiología y Microbiología Gamaleya en Moscú, quien dijo que “una copa de champán o una cantidad razonable de alcohol no tendrá mucho impacto en el cuerpo humano y el nivel de inmunidad”.
La cuenta oficial en Twitter de la vacuna Sputnik reforzaba el mensaje con este meme:
Gintsburg sí mantuvo en pie la recomendación de “abstenerse de consumir alcohol durante tres días después de cada inyección”, aunque aclaró que esta “advertencia no solo se aplica a la vacuna Sputnik V, sino a todas las vacunas covid-19 y, de hecho, a todas las demás vacunas”.
Pero de nuevo: no hay evidencia científica que señale una contraindicación entre la vacuna contra covid-19 y el alcohol, o que sugiera que este inhibe la creación de anticuerpos. (Si eres alcohólico, es claro que tu sistema inmune va a estar comprometido, lo mismo que si padeces de una desnutrición severa. Pero no estoy segura de que tres días de abstinencia o de suplementos alimenticios luego de la vacuna hagan la diferencia.) Lo que tiene más sentido es que, dado que algunas personas pueden experimentar efectos secundarios de la vacuna que son parecidos a los de la gripe –fiebre, escalofríos, fatiga y dolor de cabeza–, no suena recomendable amplificarlos con una cruda que bien pudo evitarse. ¿Por qué, entonces, no explicarlo así?
No cabe duda de que el consumo excesivo de alcohol es un problema de salud pública, pero si queremos controlarlo habría que tomar medidas en serio, que vayan más allá de prohibir comprar bebidas alcohólicas con los vales de despensa. ¿Saben cómo redujo Rusia en 40% su consumo de alcohol entre 2003 y 2016? Adoptando y aplicando una serie de intervenciones eficaces y rentables recomendadas por la OMS, como:
- Aumentar gradualmente los impuestos especiales sobre el alcohol (En México el IEPS),
- Política de precio unitario mínimo para las bebidas alcohólicas.
- Sistema de seguimiento en tiempo real de la producción y venta de alcohol.
- Prohibición nocturna completa de las ventas de alcohol, así como políticas estrictas sobre los espacios públicos libres de alcohol.
Por lo pronto, si su vacunación está próxima recuerden:
- Es mala idea combinar los potenciales efectos secundarios con una resaca.
- Aunque es emocionante recibir la primera de dos dosis, aún no están completamente vacunados. No se reúnan para beber en honor de esa primera dosis.
- Ya habrá tiempo para brindar. ¡Y vaya que brindaremos!
Es politóloga, periodista y editora. Todas las opiniones son a título personal.