Escena de "El mensaje", de Iván Fund. © Iván Fund, Laura Mara Tablón, Gustavo Schiaffino / Rita Cine, Insomnia Films

Berlín 2025: familias en el camino

Familias en tránsito, sometidas a pruebas y dilemas varios, son las protagonistas de tres de películas presentadas este año la Berlinale.
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Los caminos son estrechos, polvorientos y secos. A través de las ventanas de la desvencijada vagoneta en la que viajan Myriam (Mara Bestelli) y Roger (Marcelo Subiotto) junto con la niñita chimuela Anika (Anika Bootz) no se ven más que paisajes tan vastos como solitarios. El encuadre en blanco y negro tomado a través de la cámara de Gustavo Schiaffino es, muchas veces, monótono: en el camino no hay más que arbustos y polvo. Por la noche, después de que han terminado su tarea, los tres, los adultos ya mayores y la chiquitina en trance de perder sus dientes de leche, descansan al lado de la carretera. Los autos, fuera del encuadre, se escuchan pasar a toda velocidad.

La vida trashumante de estos tres personajes parece la de cualquier pequeña troupe de cirqueros, aunque la realidad es que su tarea es mucho más trascendente, si es que se cree en ella, pues Anika tiene el don de hablar con los animales, con los vivos y con los muertos. Aparentemente, ese “resplandor” –como se diría si esta fuera una historia escrita por Stephen King– es una herencia familiar que comparten todas las mujeres de la familia, o por lo menos eso dice Myriam en una entrevista que da a algún periodista, con el fin de que caigan los suficientes ingenuos dispuestos a pagar unos cuantos miles de devaluados pesos argentinos para poder hablar con sus respectivas mascotas. Todo sea, pues, por recibir El mensaje (Argentina-Uruguay-España, 2025) que Anika puede recibir telepáticamente para luego “canalizar” a los angustiados dueños de los animalitos.

Presentado en la sección competitiva principal de la Berlinale 2025, que está sucediendo en estos días al otro lado del Atlántico, El mensaje, noveno largometraje del cineasta venezolano-argentino Iván Fund, nos presenta la “maravillosa” tarea de Anika con total neutralidad narrativa. Uno como espectador sospecha que todo el numerito no es más que un timo para sacarle algo de dinero –o lo que caiga, como un litro de miel, por ejemplo– a los incautos que nunca sobran. Sin embargo, es evidente que Fund no tiene la mínima intención de burlarse de ese humilde dueño de una tortuga que llega por la noche a consultar a la niña, a esa señora que está preocupada porque su gato anda muy huidizo y malhumorado, o a esa muchacha que saca de una bolsa a su pequeña eriza. Después de todo, para reírse de oligofrénicos que hablan con perros muertos, los argentinos ya tienen un presidente.

Aunque uno ve que hay mucho de cinismo en la mirada de Roger y más cálculo aún en la ansiosa palabrería de Myriam, la sinceridad de Anika no se discute. Ninguno de los dueños de las mascotas lo hace. No la señora que escucha el mensaje de Junior, su gato de 12 años, quien está muy enojado porque ya van varias veces que lo lleva al veterinario sin necesidad, pues la doñita lo toma de pretexto para coquetear con el médico; mucho menos la preocupada jovencita que escucha el monólogo narcisista de su eriza chiqueada, apenas interrumpido por una doliente pregunta: “¿Dónde están mis hermanos?”. Anika pasa los mensajes con toda la seriedad de la que es capaz, aunque luego, entre sesión y sesión, entre consulta y consulta, se comporte como cualquier niñita de su edad, guardando el diente que se le ha caído debajo de la almohada, moviendo los brazos a toda velocidad al escuchar en la radio el clásico “Always on my mind”, comiendo con toda enjundia algún elote cocido recolectado por la carretera.

Conforme avanza la cinta, vamos entendiendo el sentido de ese trayecto, que no solo le lleva tranquilidad al dueño de cada mascota sino a los dos adultos que “explotan” el don de Anika. Lo que vemos en el camino es un precario núcleo familiar aferrándose a sobrevivir, abrazando a esa encantadora salvavidas que es la sonriente chamaquita. Por eso, cuando Anika transmite el último mensaje que escucha, proveniente de un pájaro que ha hablado con ella, es difícil contener la emoción, como si se hubiera estado leyendo el final de un relato de Claire Keegan o alguna de sus adaptaciones cinematográficas, como La niña callada (Bairéad, 2022) o la aún inédita en México Small things like these (Mielants, 2024).

Otra familia en el camino vista en la Berlinale 2025, solo que en la sección Panorama, es la protagonista de Begyndelser (Dinamarca-Suecia, 2025), segundo largometraje de Jeanette Nordahl. Ane y Thomas (Trine Dyrholm y David Dencik) forman una pareja madura que ha decidido divorciarse porque apenas si se soportan, aunque es hora que no le han dicho nada a sus dos hijas, la adolescente gimnasta Clara (Bjørk Storm Engelshardt Kirkegaard) y la introvertida pero claridosa chiquitina Marie (Luna Fuglsang Svelmøe). De hecho, Thomas ya está pensando en irse a vivir con su nueva pareja cuando todos los planes del gozo se van al pozo: Ane sufre una embolia, queda parcialmente paralizada del lado izquierdo y, por lo tanto, mientras se recupera y puede volver a ser más o menos la misma, Thomas tiene que quedarse.

El guion original, escrito por la propia directora en colaboración con Rasmus Birch, plantea un escenario harto conocido –la fragilidad de la estabilidad familiar a partir de la inesperada incapacidad de la madre–, pero hay que reconocer que hay muy pocas vuelta de tuerca argumentales que resultan predecibles. Por ejemplo, la reacción inicial de Ane ante su humillante dependencia de los demás –de su atlética hija, de su distante marido– es furiosa y hasta violenta: es obvio que esta mujer, una destacada académica e investigadora, no es la enferma ideal ni pretende serlo.

Por supuesto, planteado el dilema, no hay más que dos caminos –¿sobrevivirán todos juntos como familia o cada quien se irá por su lado?–, pero la precisa dirección de Nordahl y las no pocas sorpresas que suceden a lo largo del filme nos mantienen interesados en el melodrama. Además, la veterana Dyrholm es una garantía para este tipo de papeles de mujeres apasionadas y tempestuosas. Es complicado vivir con ellas. Pero lo es más abandonarlas.

Un dilema más está en el centro de otra familia, en especial frente a la hermana menor Rose (Laura Balzer), quien adora genuinamente a Sami (Anton Well), su generosos hermano mayor. The good sister (Alemania-España, 2025), ópera prima de Sarah Miro Fischer presentada en la sección Panorama, nos presenta, desde el inicio, una ideal relación fraternal.

Rose acaba de cortar con su novia, quien le pidió que, por favorcito, de una vez ahuecara el ala. Así pues, con solo una mochila y un cambio de ropa, Rose llega al departamento de Sami quien, sin mucho preguntar, la recibe, la abraza, le dice que ahí está el sillón, le hace desayuno al día siguiente y sale con ella al campo, a nadar, con los amigos. Es obvio que los dos hermanos no solo se tienen confianza, sino que realmente se quieren.

Una noche, cuando Rose está durmiendo en el sillón, escucha que Sami llega con alguien. Se oyen ruidos, algún grito, algo que se rompe. La muchacha se levanta a tomar un vaso con agua y al cruzar hacia la cocina ve a otra mujer que sale del cuarto del hermano. Las miradas se cruzan unos segundos. A los días, Rose recibe un citatorio de la autoridad: Sami ha sido acusado de violación y ella es llamada a declarar.

El dilema moral es básico y el resultado posible es, como en el caso de Begyndelser, elementalmente binario: ¿a quién le debe lealtad Rose, a su adorado hermano que jura y perjura que esa acusación es un malentendido, o a esa muchacha más o menos de su edad a la que visita en su trabajo, en una clínica de depilación? El espectador tendrá que llegar al último encuadre del filme para saberlo.

Eso sí, de lo que no cabe la menor duda ni hay que llegar hasta el desenlace para averiguarlo, es que la directora debutante sabe cómo sostener el suspenso y que la joven actriz protagónica Laura Balzer puede transmitir una plétora de emociones, algunas de ellas incluso contradictorias, sin abrir la boca, solo a través de sus ojos, como sucede en la incómoda cita de su depilación en la que conoce de cerca a la presunta víctima de su hermano.

Hay algo también, finalmente, que está fuera de toda duda: la relación de los dos hermanos, cualquiera que sea la decisión que tome Rose al final, no podrá ser la misma de antes. ¿Sobrevivirá la familia? De los tres núcleos vistos en cada una de las tres películas reseñadas, este es el que está en veremos. ~

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(Culiacán, Sinaloa, 1966) es crítico de cine desde hace más de 30 años. Es parte de la Escuela de Humanidades y Educación del Tec de Monterrey.


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