Submarine, de Richard Ayoade, cuenta la historia de Oliver Tate (Craig Roberts), un quinceañero precoz, solitario y arrogante que tiene dos obsesiones: perder la virginidad antes de su próximo cumpleaños y salvar el matrimonio de sus padres, de quienes sabemos –gracias a las labores de espionaje del protagonista- que llevan siete meses sin tener sexo. Adaptada de la novela homónima de Joe Dunthorne, la cinta de Ayoade –que debutó en el Festival Internacional de Cine de Toronto y participó en los festivales de Londres, Sundance y Berlín- ha tenido un buen recibimiento por parte de la crítica internacional. Pero, ¿quién es Richard Ayoade? Comediante, actor, escritor, director, y “el hombre más cool de Londres”, según la revista musical NME. En Inglaterra lo conocen por su actuación en la serie de televisión The IT Crowd, donde interpreta al súper geek Maurice Moss. Ha dirigido videoclips para Arctic Monkeys, Vampire Weekend, Kasabiany los Yeah Yeah Yeahs. Submarine es su ópera prima.
A primera vista, Submarine, como Ayoade, parece una creación hipster con mucha forma y poco fondo. Sus personajes parecen sacados de un catálogo de Ralph Lauren, y los objetos nostálgicos que aparecen (como una escafandra decorativa o una cámara Polaroid) son suficientes para abrir una sucursal de la tienda Urban Outfitters. Su protagonista, Oliver Tate, sufre del síndrome adolescente de “quiero ser diferente”, lee religiosamente el diccionario, escucha a cantantes franceses y confiesa que alguna vez en su vida intentó fumar pipa. Sin embargo, a diferencia de otros anti-héroes, como Max Fischer en Rushmore, Oliver Tate sí inspira empatía: en su lucha por distinguirse del resto del mundo y arreglar a su familia, su personaje denota una fragilidad y una inocencia entrañables. En una divertida escena, Tate le manda una carta a su madre, en la que pretende ser su padre y la invita a tener sexo con él. (“Let me rediscover your sweet spot.”) Conforme avanza la película, lo que parecía una comedia ligera, cambia su tono por uno más oscuro, y la historia alcanza mayor profundidad. ¿Por qué el cambio repentino? Porque Submarine es una historia vista y contada desde la perspectiva de un adolescente de quince años. Las cosas que al principio parecen simples –como arreglar un matrimonio o encontrar el amor eterno- dejan de serlo cuando el protagonista alcanza la madurez emocional de la que carece al inicio. Se trata de un filme inestable, ideal para el retrato de una adolescencia incómoda, rebelde y plagada de hormonas. Pedirle estabilidad de tono a Submarine, sería como pedirle a Salinger que ‘arregle’ la gramática de The Catcher in the Rye.
La película es un guiño constante a otras obras. El Graduado aparece en los saltos a la alberca, y en la posibilidad de pasar la vida en una escafandra, abajo del agua, aislado del mundo. Rushmore aparece en el cinismo y en los aires de grandeza del protagonista. Los 400 golpes aparece en las escenas finales frente el mar y en el rompimiento de la cuarta pared, cuando el protagonista mira a la cámara directamente, como retándola. Y por supuesto, no puede faltar The Catcher in the Rye. Ayoade ha expresado su admiración por J. D. Salinger, y, en un momento incómodo en la película, Oliver le regala tres libros –que incluyen la novela de Salinger- a su novia para que los lea y “estén en el mismo canal”. El estilo libre con cámara en mano y la narración en primera persona son un guiño a Taxi Driver. Luego está Godard con sus disolvencias a azul y rojo y sus títulos interrumpiendo la película. La lista de tributos es interminable, y Ayoade no tiene problema en admitirlo. Submarine es la obra de un director que está perdidamente enamorado del cine, y se nota. Es también una película juguetona, hecha por alguien que no tiene miedo de experimentar e incluso perder la elegancia: fuegos artificiales rodeando al personaje, luces neón, y animaciones que no pretenden parecer reales. El estilo es increíble. Lástima del abuso de videos musicales que cuentan la historia de amor entre Oliver y Jordana (Yasmin Paige) desde una cámara de formato Super 8. Con un videoclip hubiera sido suficiente. Y lástima del tiempo indefinido (¿los setenta?, ¿los ochenta?). ¿Acaso fue un capricho romántico del director? Por más que nos gusten los casetes, las VHS y los portafolios vintage, Submarine no tiene una justificación discernible para no situar su historia en la actualidad.
No obstante, la película de Ayoade está dotada de una frescura que muchas películas de adolescentes no tienen. Sus personajes se sienten reales y la historia no se esconde detrás de una obsesión por los detalles. El soundtrack original de Alex Turner –vocalista de los Arctic Monkeys- es perfecto. Con guitarra acústica y una voz que parece que canta desde abajo del agua, la música va de la mano con esos escenarios galeses de cementerios industriales, fábricas, vías del tren, y playas grises donde parece que hace frío todo el año. Sí, los paisajes son amplios, pero Oliver vive encerrado como en un submarino que está seis millas náuticas bajo el mar. La realidad termina por alcanzarlo, y en su momento más negro, el cuarto de Tate se transforma en el mar y su cama empieza a flotar. Es la metáfora del personaje que sale a la superficie y se deja ver por el mundo por primera vez. La madurez, quizás.
Nota: El próximo proyecto de Richard Ayoade es una adaptación de la novela de Dostoevsky, El doble. Habrá que seguirle el rastro.
Escritora y guionista.