Simpatía por el diablo… vietnamita

"El simpatizante", miniserie creada por Park Chan-wook y basada en la novela de Viet Thanh Nguyen, se mueve hábilmente entre el thriller de espionaje y la sátira política, sin dejar de lado la desbordada parodia hollywoodense.
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El simpatizante, novela ganadora del Pulitzer 2016 escrita por Viet Thanh Nguyen, inicia con la confesión del nunca nombrado Capitán, narrador y protagonista de la historia, quien señala desde la primera página su inescapable duplicidad: “Soy un espía, un agente infiltrado, un topo, un hombre con dos caras. Previsiblemente, quizá, también tengo dos mentes… Simplemente soy capaz de ver cualquier cuestión desde ambos lados”. Este memorable íncipit literario autoincriminatorio es rescatado, casi palabra por palabra, al inicio del primer episodio de su reciente adaptación televisiva, la miniserie El simpatizante (EU-Canadá-Corea del Sur, 2024), cuyos siete capítulos ya pueden verse en Max.

Creada por el veterano cineasta sudcoreano Park Chan-wook y el director canadiense Don McKellar, y adaptada fielmente por un equipo de media docena de guionistas, El simpatizante no pierde tiempo en plantear escenarios ni premisas. El Capitán (Hoa Xuande) está recordando con todo cuidado su pasado más reciente, no como un simple ejercicio memorioso, sino como parte de su reeducación política. Prisionero en algún campo de concentración vietnamita a mediados de los años 70, el Capitán tiene que convencer al Comandante de ese sitio que él fue un devoto militante del Frente de Liberación Nacional de Vietnam –el Viet Cong, pa’ los cuates– y que su sacrificada tarea fue infiltrarse hasta la cúpula de la policía secreta de Vietnam del Sur, en donde fungió como asistente principal de un poderoso General (Toan Le), primero en Saigón y después en el vergonzoso exilio en Los Ángeles. El problema para el Capitán es que no hay prueba alguna de que él haya estado de verdad en “el lado correcto de la historia” –como diría un clásico nacional–, así que el relato que está escribiendo y que vemos desenvolverse en cada uno de los episodios representa el esfuerzo de este hombre por convencer a sus captores de que su duplicidad es solo exterior. En el interior, él siempre ha sido y será un fervoroso revolucionario.

Dirigida en parte por el propio creador Park Chan-wook –en concreto, los tres primeros episodios que son los más estilizados, divertidos y, por lo mismo, lo mejores–, El simpatizante se mueve hábilmente entre el absorbente thriller de espionaje –más cerca de la mordacidad de Graham Green que de la seriedad de John le Carré– y la feroz sátira política, aunque en algún momento –en el cuarto capítulo, dirigido por Fernando Meirelles y ubicado en un set cinematográfico– se desliza hacia la desbordada parodia hollywoodense, no muy lejana de la hilarante Una guerra de película (Stiller, 2008), protagonizada por Robert Downey Jr.

La mención del reciente ganador del Oscar 2024 no es gratuita: siguiendo el ejemplo inalcanzable de Alec Guiness en Kind hearts and coronets (Hamer, 1949) y luego Peter Sellers en Dr. Insólito o cómo aprendí a no preocuparme y amar la bomba (Kubrick, 1964), Downey Jr. interpreta aquí a cinco personajes que, en realidad, son uno solo: el feo rostro del colonialismo occidental a través de la diplomacia –un agente de la CIA que se hace pasar como funcionario de la embajada gringa en Saigón–, la academia –un profesor universitario “orientalista” que se atreve a explicarle a los orientales cómo es su cultura–, la política –un exmarine convertido en congresista de la ultraderecha–, la cultura –el megalomaníaco cineasta coppoliano que no considera necesario darle voz a los vietnamitas, aunque esté haciendo una película sobre ellos– y, en el episodio final, una última encarnación que justifica con creces las cuatro anteriores. Si al inicio uno se queda con la sensación de que las constantes apariciones de Downey Jr. –con sus necesarios cambios de nombre, de piel y hasta de acento– no es más que un alarde egomaníaco de parte del rehabilitado actor marvelita –quien, después de todo, es uno de los productores ejecutivos de la miniserie–, cuando vemos al quinto de sus personajes entendemos la razón no solo del casting sino de que él sea, a final de cuentas, el protagonista paralelo al conflictuado Capitán.

Por su parte, el australiano de ascendencia vietnamita Hoa Xuande interpreta con toda convicción a su confundido y conflictuado personaje, un agente doble de sí mismo. El Capitán no solo está condenado a ver todo desde perspectivas encontradas, sino que él mismo vive partido siempre en dos, por su origen –hijo bastardo de un francés y una vietnamita–, por su infancia –con sus dos entrañables amigos, uno miembro del Viet Cong y otro soldado anticomunista– y por su posición frente a Estados Unidos, un país que le causa fascinación y repulsión en partes iguales. El Capitán carga con la maldición de cualquier espía doble: acostumbrado a llevar una máscara, llega el momento en el que ya no puede distinguir cuál es su rostro verdadero ni cuál es su auténtica convicción, si es que alguna vez ha tenido alguna.

Hacia el final, uno quiere pensar que el Capitán se ha salvado de sí mismo, pero el desenlace en puntos suspensivos apunta a que su aventura no ha terminado todavía. Y así es: a la premiada novela El simpatizante le siguió El idealista (2021), en la que el personaje central vive en Francia, involucrado tanto en la política como en el tráfico de drogas. Ojalá que Park y McKellar ya estén trabajando en la segunda temporada. ~

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(Culiacán, Sinaloa, 1966) es crítico de cine desde hace más de 30 años. Es parte de la Escuela de Humanidades y Educación del Tec de Monterrey.


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