La guerra del agua

Desde el pasado FICM: reseña de Ríos de hombres, de Tin Dirdamal.
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“Abucheado en el festival de cine de Buenos Aires”,  se lee con letras negras en el poster promocional del documental Ríos de Hombres. La sala está llena.

Bajo la dirección de Tin Dirdamal, el documental narra la victoria de los habitantes de Cochabamba contra un grupo de compañías privadas extranjeras  que lograron adquirir los derechos de distribución y consumo del agua en la tercera ciudad más importante de Bolivia,  un caserío informe de casas de madera y techos de lámina. El suelo es árido y la lluvia escasa. Un río pequeño corre a un lado, los puercos nadan en él, mientras las señoras lavan la ropa y los niños se tiran clavados.

La serie de revueltas pasaron a la historia con el nombre de la Guerra del Agua, el primer enfrentamiento armado por los recursos hídricos de la historia. Bajo el nombre de “Aguas de Tunari”, la transnacional norteamericana Betchel la accionista mayoritaría, subió las tarifas más de trescientos por ciento tras hacerse del monopolio del agua en colaboración con el gobierno de Hugo Banzer. El rumor de que la empresa privatizaría la lluvia empezó a correr por las calles de Cochabamba. El pueblo se lanzó a las calles con piedras y palos a las calles, el gobierno lanzó al ejército.

Víctor Hugo Daza fue el único muerto de la guerra en Cochabamba. Una bala le destrozó la cabeza. Nadie sabe quién disparó la bala. Cerca de un millón de personas asistió al funeral de Víctor Hugo. El joven de diecisiete años se convirtió en un mártir, el héroe de la guerra del Agua.  En el 2006 un compositor italiano estrenó una ópera en su memoria con la Filarmónica de Londres.

El equipo de Dirdamal llegó a Bolivia en el 2006, habían pasado seis años de la guerra y Evo Morales, el primer presidente indígena habría de ganar las elecciones presidenciales un par de meses después. Tin y su equipo filmaron durante cuatro años y, al finalizar, la mama de Víctor Hugo seguía lavando los trastes con agua de lluvia.

A diez años de la guerra, los líderes del movimiento manipulan las estructuras de las organizaciones civiles que surgieron del conflicto para ocupar cargos en el gobierno y el agua sigue sin llegar a todas las casas. El gobierno no tiene dinero para construir una presa que permita surtir de agua a los caseríos de Cochabamba y la izquierda boliviana analiza la posibilidad de que esta sea construida con capital extranjero.

Claro, no capital imperialista, capital “bolivariano”, capital de izquierda. Tal vez, así, esta vez las cosas sean diferentes.

 

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