Las mejores películas de la década (2)

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Daniel Krauze: Quizás me consideraran un cinéfilo prejuicioso, pero creo que –por principio- no se puede escoger una película animada como la mejor película de una década entera. Confieso que me gustó la primera mitad de Wall-E y los primeros diez minutos de Up, pero aún no he visto una sola película de Pixar que amerite la reverencia que algunos críticos le tienen a las cintas de este estudio.

Las mejores películas de la década fueron Amores Perros, Hable con Ella y The Lives of Others.

Amores Perros es, como bien dijo un crítico del New York Times cuando la vio, el primer clásico del siglo XXI: tres agudos y enloquecidos vistazos a las vidas de tres personas que viven en la ciudad más sobrepoblada del planeta, en donde gente de toda clase social se cruza a diario, a veces sin siquiera reconocer al otro. Amores Perros es el ejemplo perfecto de una cinta en donde el estilo va acorde con la narrativa y el lugar que trata de representar de forma fidedigna. No hay mejor manera de retratar la psique chilanga que el guión de Guillermo Arriaga, la estética terrosa de la fotografía de Rodrigo Prieto y la magnífica dirección de Alejandro González Iñárritu.

El segundo lugar va para Hable con Ella, una película colorida y hermosa, que aborda con sabiduría la dinámica de los hombres y las mujeres. Y si puse a los hombres primero fue por algo: Hable con Ella es la única cinta en donde Almodóvar intenta delinear un mapa de los impulsos masculinos. Ojalá lo hiciera más seguido. Parece que conoce cada capa de sus dos protagónicos, lo que yace detrás de cada telón, y, por lo tanto, su cinta está repleta de sorpresas. No me podría gustar más.

The Lives of Others se lleva el tercer lugar a pesar de haberle “robado“ el Óscar a otra de mis favoritas: El Laberinto del Fauno. Sí, su ritmo es lento. Pero es una experiencia inolvidable: una meditación profunda sobre un régimen oscuro y un hombre siendo vencido por la naturaleza imperfecta de sus víctimas.

Ryan Haydon: Sweren-Becker tiene razón. Qué triste que el CGI vaya a reemplazar al uso de histriones de carne y hueso. El único problema es que tanto tú como yo sabemos que eso nunca va a pasar. Los alarmistas dijeron lo mismo sobre el teatro cuando los Lumière comenzaron. Y siempre habrá lugar para el teatro, así como siempre habrá lugar para el cine que prescinde del uso de computadoras.

Mientras tanto, alguien mándele unos antidepresivos a Krauze… o por lo menos unos kleenex. Dicho lo cual, no tengo problema alguno con el resto de sus postulaciones. Salvo una: The Departed. A mí me parece caricaturesca y burda, como si un grupo de niños hubiera decidido hacerle un homenaje a Scorsese.

David Goldfrank: Me gusta The Departed, pero prefiero la versión original, Infernal Affairs (sí, soy ese tipo). Y simplemente no concuerdo con la inclusión de There Will be Blood en esta lista. No cabe duda que Paul Thomas Anderson es un tipo con cojones, pero me parece que su última cinta sufre de los mismos excesos que estuvieron a punto de hundir la narrativa de Magnolia. Al final, There Will be Blood toca todos los temas que Chris menciona, pero no se sumerge en ninguno: es un poco una película sobre el capitalismo rampante, un poco una película sobre la iglesia, un poco una película sobre un psicópata. La dinámica entre el protagonista y el antagonista llega a su clímax relativamente rápido, y lo único que queda es observar a Daniel Day-Lewis enloqueciendo por una hora. Puede que sea divertido, pero ciertamente no es cine de primer nivel.

Para cerrar, quisiera hacer una última postulación.

Tal y como le ha ocurrido al cine mexicano, el cine coreano ha despegado en la última década. Su mayor exponente parece ser Park Chan-Wook, director de Oldboy y Thirst, entre otras. Pero, para mí, el mejor director coreano es Kim Ki-duk. Sólo en esta década, el tipo dirigió dos absolutas joyas: la fábula budista Spring, Summer, Fall, Winter… and Spring, sobre un monje que nace y crece en una isla que flota en medio de un lago y 3-Iron, un romance lírico y silencioso sobre un vagabundo y una mujer abusada que invaden hogares vacíos para habitarlos por unos días. Ambas películas son ejemplos claros de cómo ha madurado Ki-duk: en la última década ha dejado el cine violento y aparentemente misógino para concentrarse en cintas etéreas y extrañamente hermosas.

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