Los Ángeles tiene, como Nueva York, muchas y diversas caras en el cine y la televisión norteamericana. Está L.A. Confidential (y su homólogo en videojuego, L.A. Noire), que muestra el lado oscuro del sueño angelino/americano vía recreaciones fidedignas de los cuarenta y los cincuenta; están las cintas de inmigrantes y minorías –Crossing Over, Crash, American History X-, en las que la ciudad es una olla multicultural en constante ebullición; están, también, cintas como Training Day, en las que los arrabales, infectados de bandas criminales y narcotraficantes, se marchitan a las afueras de la gran urbe; y, por supuesto, están las películas como Somewhere y Sunset Boulevard: historias que hablan del lado oscuro –acaso triste- de la fama (la exportación angelina por antonomasia). Por lo tanto, L.A. es, en la realidad y en el cine, una ciudad variopinta, compleja y mucho más interesante de lo que parece en la superficie. Y, sin embargo, hay otro L.A.. Una ciudad inofensiva y amena, plana y hueca, que apenas si se hace notar. Es el Los Ángeles de las comedias románticas y del sitcom norteamericano.
Quizás porque la producción es más accesible y barata si se lleva a cabo en la ciudad donde está Hollywood, o quizás porque su clima soleado se presta para historias de final feliz, Los Ángeles es, más aún que Nueva York, el escenario predilecto para comedias y romances sacarinos. Judd Apatow, el actual Rey Midas de la escena cómica hollywoodense, ha logrado, en menos de diez años, apropiarse de la ciudad como escenario para sus peculiares comedias, mezclas, unas más efectivas que otras, de vulgaridad e inocencia. Es en L.A. donde se lleva a cabo The 40 Year Old Virgin, Knocked Up y, también, Funny People. La última es, quizás, una comedia necesariamente angelina, que sigue la enfermedad y posterior recuperación de una estrella de cine interpretada por Adam Sandler. No obstante, tanto The 40 Year Old Virgin como Knocked-Up son comedias que bien podrían suceder en cualquier lugar de Estados Unidos, pero Apatow las sitúa firmemente en Los Ángeles. Dado que sus tres películas ocurren en L.A., cualquiera podría deducir que Apatow escoge repetidamente a la ciudad californiana porque no conoce otra cosa. Sin embargo, su mejor y más personal obra, la serie Freaks and Geeks, que duró solo una temporada, retrata con mucha mayor profundidad y soltura un ambiente que no podría estar más lejos de L.A.: los suburbios norteamericanos.
Cualquiera diría que las comedias –románticas o vulgares- no pueden observar una ciudad con originalidad, pero los contraargumentos sobran: When Harry Met Sally inventa un Nueva York romántico, chapado a la antigua, al igual que Manhattan y, hasta cierto punto, Annie Hall. Es cierto que Apatow retrata a Los Ángeles como una urbe impersonal y tibia, pero eso no significa que no tenga nada que decir sobre ella. Se podría argüir que sus comedias no intentan calar tan hondo –ni definir la psique de una generación- como las joyas setenteras de Woody Allen. Y ese sería, también, una aseveración equivocada. The 40 Year Old Virgin y Knocked Up dicen mucho de la sociedad en la que fueron urdidas (Los Ángeles, sí, pero también Estados Unidos): un lugar poblado de adolescentes atrapados en el cuerpo de un adulto. Por debajo del agua, Apatow critica el espíritu angelino, pero no se atreve a reinventar la estética de la ciudad para que se amolde a lo que tiene que decir. A través de su cámara, Los Ángeles se ve tan indistinguible y aburrida como el suburbio –sin nombre, por supuesto- en el que se lleva a cabo la serie Modern Family.
Esta visión de Los Ángeles como un gigantesco suburbio soleado, repleto de mujeres hermosas y restaurantes con terraza, permea también a los famosos sitcoms. Los éxitos del productor Chuck Lorre –The Big Bang Theory y Two and a Half Men– se llevan a cabo en la ciudad californiana, y presentan una urbe carente de personalidad, siempre calurosa, siempre alegre. Este Los Ángeles de ensueño, que ve al lugar como si toda él fuera Beverly Hills, se hace presente, inclusive, en los sitcoms que fueron filmados ahí pero que dicen llevarse a cabo en otro lugar de Estados Unidos. Cualquiera que conozca Nueva York sabe que el Nueva York de Friends no existe. En Friends nunca nieva y rara vez hace frío. Todos los departamentos tienen dos recámaras y uno de ellos hasta tiene una terraza. Y el café en el que se reúnen los seis amigos es amable y silencioso. Este Nueva York visto a través del tamiz angelino se repite, también, en los refritos de aquella famosa serie noventera. How I Met Your Mother presenta, también, un Nueva York repleto de rubias despampanantes propias de Wilshire Boulevard y gira en torno a cinco amigos que pasan sus noches y sus días en un desmadroso bar en el Upper West Side, una zona universitaria y cultural, que tiene de movida lo que Nueva York tiene de tranquilo.
De todas las series filmadas en Los Ángeles que pretenden ocurrir en otro lugar, solo dos logran zafarse de esa estética angelina. The Office hace lo posible por recrear Scranton, Pennsylvania, sin dar mayores indicios de que está siendo filmada al otro lado de Estados Unidos. Y aunque a veces los delatan los cielos azules, lo cierto es que el sitcom que protagonizara Steve Carrell intenta decir algo sobre la vida en una urbe gris y aburrida como Scranton (la tristísima oferta culinaria que gira en torno a Chillis y Benihana´s, los mini cruceros alrededor del lago Wallenpaupack, los bares horrorosos con una maquinita para “pescar” juguetes al fondo). Lo mismo se puede decir de Seinfeld, una serie que, a pesar de ocurrir en lo que a todas luces se ve como un set de Nueva York, intenta decir algo nuevo, en cada capítulo, sobre las neurosis neoyorquinas. Ahí, a diferencia de cómo ocurre en How I Met Your Mother, el Upper West Side está retratado fielmente: sus pequeños restaurantes (Le Boite en Bois), sus extraños placeres (Gray´s Papaya) y hasta sus cafés. Es, por lo tanto, una versión de Nueva York que no ha sido refractada en su contraparte de la costa oeste.
Otras cintas derivadas de la comedia de Apatow han usado a Los Ángeles como escenario. I Love You, Man, por ejemplo,usa a The Grove y Venice Beach como fondo, mientras que el principio y final de Forgetting Sarah Marshall también se llevan a cabo en Los Ángeles. Sin embargo, al igual que las comedias de Apatow y Lorre, estas no se atreven a salirse del esquema de L.A. como maqueta impoluta. En ellas, Los Ángeles es un coctel de asfalto, sol y playa en el que todos los días y las noches lucen iguales. Ninguna redescubre o reinventa un rincón de la ciudad a través del celuloide, como Allen hizo con aquel puente en Manhattan o como When Harry Met Sally hizo con Katz Delicatessen o la sala egipcia del Metropolitan Museum. Las historias hablan sobre la ciudad, pero la ciudad no dice nada acerca de las historias que han decidido usarla como fondo. Es una pena. Una ciudad con la complejidad de Los Ángeles merecería historias que no sólo caminen sobre ella sino que intenten verla con una mirada original.