Man on wire

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1.

I figured I was watching something that somebody else will never see in the world. It was once in a lifetime.

2.

En agosto de 1974, Philippe Petit caminรณ sobre un alambre entre las Torres Gemelas de Nueva York. Su silueta apenas perceptible desde la banqueta fue vista por centenares de oficinistas esa maรฑana. Los helicรณpteros que sobrevolaban la escena, sin saberlo, preparaban el pietaje del que muchos aรฑos despuรฉs se servirรญa James Marsh para dar cuerpo a su documental. Man on Wire se estrenรณ en 2008. Con justicia se granjeรณ elogios y premios. Para vergรผenza de todos y destituciรณn de nadie, tardรณ dos aรฑos en llegar a las salas de cine mexicanas. Estuvo, como tantas otras instancias del gozo, por tiempo limitado. Viva el DVD.

3.

La trama estรก contada en las hemerotecas, en wikipedia. El final lo sabemos porque vemos las entrevistas de Petit, porque su cara reblandecida y rosada estรก en los sitios de internet que comentan el documental: un grupo de personas, orquestados por un equilibrista francรฉs, conciben y logran ejecutar el robo del siglo: durante cuarenta y cinco minutos hurtan al que fuera centro financiero de occidente su monolรญtica literalidad; lo transforman, amen de una clandestina proeza de equilibrio, en un objeto de significado abierto, en una estructura incongruente e interpretable.

4.

El documental le hace justicia a este robo: el proyecto es conducido exactamente como estamos acostumbrados a ver representadas las maquinaciones de una banda de asaltantes. Planes, maquetas, nombres falsos, imposturas, espรญas, inside men, y una vez dentro del edificio, la breve persecuciรณn, el escondite, el silencio forzado. Los protagonistas usan el lรฉxico de los ladrones curtidos; rรญen porque saben que estuvieron muy cerca de que todo saliera mal y no sucediรณ asรญ.

5.

Petit sabe venderse. Acentรบa lo imposible del acto; enfatiza el peligro. Y por petulante que suene, tiene toda la razรณn. Tiene todo el derecho de ostentarse como un poco distinto, como un poco mรกs agraciado que los demรกs: a pesar de la amenaza de las corrientes de viento y el natural, casi ineludible terror a las alturas, caminรณ sobre un cable de unas cuantas pulgadas de ancho durante cuarenta y cinco minutos a cuatrocientos diecisiete metros del suelo. Cuatroscientos diecisiete.

6.

El documentalista no le escatima nada. Lo sabe estrella y lo aprovecha. Prodiga detalles de la hazaรฑa, revela tensiones internas en el grupo, describe los escollos y las zonas mรกs frรกgiles de la trama. Y como una gran obra, el documental no dedica demasiado tiempo a buscar los motivos del acrรณbata. No se concentra en psicologismos ni en yuxtaposiciones polรญticas โ€“las Torres ya eran sรณlo un sรญmbolo y un vacรญo en el paisaje de Manhattan para cuando se filmรณ y se estrenรณ. Describe lo que ya no es posible ver. Muestra las fotografรญas, las pocas, que quedan del asunto: granuladas, imprecisas, inadecuadas. Es un alivio para cierto espรญritu nostรกlgico ver que hubo acontecimientos del logro humano que todavรญa rebasaban las capacidades del zoom y el telefoto: la silueta de Petit, en los registros tomados desde la banqueta, es una mancha; es todo menos el equivalente a lo espectacular de su hazaรฑa.

7.

En las palabras petulantes de Petit no hay por quรฉ para su acto: Such an American thing to ask: โ€œWhy? Why?โ€. El acto se satisface a sรญ mismo. There is no why, insiste. Si acaso, hay un por quรฉ no.

-Pablo Duarte

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(ciudad de Mรฉxico, 1980) es ensayista y traductor.


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