Pocas ideas tan seductoras como la de una biblioteca inexistente, una que contenga un montón de libros no escritos o desconocidos o desaparecidos. Borges cayó redondito en ella en La biblioteca de Babel, pero no fue ni de lejos el único en adoptarla: Umberto Eco se hizo ídem de la idea en El nombre de la rosa, donde Guillermo de Baskerville —trasunto medieval de Sherlock Holmes— y Adso de Melk —respectivo émulo de John Watson, con similitud hasta fonética— buscan en una laberíntica y prohibida biblioteca el segundo libro de la Poética de Aristóteles; Neil Gaiman, por su parte, también creó sus propios pasillos bibliotecarios ficticios: en Sandman, la biblioteca de Morfeo, al encargo de Lucien, contiene todos los libros escritos, pero también aquellos que no. Así, esta lista está emparentada con aquellas otras bibliotecas, pero sustituye los libros imaginarios por películas: el resultado es una filmoteca inexistente, un compendio de películas que sólo existen dentro de otras películas, un juego de espejos en el que de un lado están nuestros deseos de tener más cine, aunque no podamos abarcarlo, y del otro están todas las películas que hemos imaginado —y aún aquellas que no. Esperamos sus sugerencias ficticias en los comentarios. —Rodrigo Rothschild, Luis Reséndiz
I) Werewolf Women of the SS en Grindhouse
Si consideramos que Grindhouse es una película —es decir, si creemos que la cinta completa es la función doble, no dos películas por separado—, entonces todos los trailers contenidos dentro de esa película son otras películas ficticias, avances de unos filmes de bajo presupuesto que nunca llegarán —o quizá sí: véase si no Machete, que originalmente apareció aquí y después se convirtió en no en una, ¡sino en dos películas!—. Varios son destacados, pero el más logrado quizá sea Werewolf Women of the SS: dos minutos y cuarto de puro delirio, locura exploitation y aparente bajo presupuesto que nada le pide a proyectos independientes de alta exposición como Iron Sky o Kung-Fury. Para verlo, clic. —LR
II) Stab en Scream 2
El inicio de Scream 2 es una de los elogios más joviales a la actividad de ir a la sala de cine. Para la adaptación cinematográfica del libro que escribió la periodista Gale Weathers sobre los asesinatos ocurridos es Westboro en la cinta original, el teatro repartía máscaras de asesino y cuchillos fluorescentes a todos los asistentes. En el interior la gente se encuentra eufórica, gritando, aventando palomitas e imitando lo que sucede en pantalla: al parecer, hay más participación de la audiencia en el estreno de Stab que en una función de The Rocky Horror Picture Show. En pantalla, lo que vemos es una especie de remake de Scream o, más concretamente, un remake de su famosísima primera escena con Drew Barrymore. Stab es una película falsa que no lo es del todo. Dirigida por alguien menos talentoso que Wes Craven, insiste en enfatizar el miedo con una artificiosa tormenta eléctrica y nos brinda un desnudo gratuito —inferido— que no se encontraba en la anterior. Desnudo que, por cierto, permite un homenaje a Psycho también ausente en Scream:
Pero cuando llega el momento del asesinato, Stab se vuelve una copia al carbón de Scream, incluyendo el detalle de las palomitas —absurdo guiño, considerando que aquí el personaje estaba a punto de meterse a bañar. ¿Por qué preparaba palomitas?—:
La recreación del asesinato nos pone a pensar si en la vida real existe alguna película que replique un asesinato real de manera tan fidedigna. En caso de existir, ¿sería celebrada con el gusto con el que se celebra Stab en la sala de cine? —RR
III) Good Will Hunting 2: Hunting Season en Jay and Silent Bob Strike Back
Aunque las capacidades de Kevin Smith como director son ciertamente limitadas, hay que ver con detenimiento sus películas para valorar su humor—y, de alguna forma, reivindicar su dirección, o al menos parte de ella—. El fragmento falso de Good Will Hunting 2, la continuación de aquella historia de superación escrita—eso dice la Academia, pues— por Ben Affleck y Matt Damon, es una buena prueba de ello: un chiste completo, redondo y referencial, inserto a media película y con la actuación de Jay y Silent Bob al fondo del cuadro, duplicando el chiste y aprovechando las posibilidades del encuadre. La aparición de Gus van Sant, el director de la cinta original, y el final gore con escopeta, tan delirante y alejado del tono del original, hacen que este sea de los grandes chistes de Kevin Smith —y de las grandes películas falsas del cine. Véanlo acá. —LR
IV) Mant! en Matinee
Es común que las películas dentro de películas se conviertan en pastiche, muchas veces con fin de parodia o comentario. Sobre todo cuando se trata del cine de otra época. Parece fácil resaltar hábitos fílmicos antiguos y lograr un buen chiste. Y Mant!, la película que cambió la vida de un grupo de niños en Key West durante la crisis de los misiles en Matinee, no se escapa de hacer un buen chiste a sus expensas. Joe Dante, pupilo de Roger Corman, sabe bien las reglas del cine de exploitation, y su homenaje se siente genuino, lleno de paranoia nuclear y amenazas mutantes. Mant!, además de emular a Corman, rinde clarísimo homenaje a William Castle y al gimmick de la sala de cine. Hay asientos que vibran, gente disfrazada y lanza llamas que enriquecen la experiencia de verla en una sala de cine; todo cortesía del personaje de John Goodman, claramente inspirado en Castle. El clímax de Matinee va de la mano del desenlace de Mant!, y funciona porque es una cinta falsa totalmente creíble, y se queda con nosotros como se quedó con aquellos niños en 1962. —RR
V) McBain en Los Simpson
¿Habrán otros guionistas tan eruditos como los de Los Simpson en sus primeras diez temporadas? Probablemente no. (No obstante, su reinado peligra: allí está Community siguiéndolos muy de cerca.) Una de sus hazañas más grandes es la mini película de McBain. Vamos por partes: cierto, McBain es también el nombre de una cinta de 1991 con Christopher Walken, pero la semejanza es escasa. Este McBain, claramente, sigue de cerca a Arnold Schwarzenegger —y, en menor medida, a Bruce Willis y a Mel Gibson y a James Bond y a cualquier película de acción que se deje—, y su cinta es una exagerada y desternillante parodia a todo el género de la película de acción: incluye al amigo policía —negro, por supuesto—, el dictador sudamericano, la droga potentísima y de reciente creación, el héroe híper musculoso pero de escaso ingenio. (Podríamos seguir contando, pero mejor échenle ojo aquí.) El mérito es doble: introducir un easter egg tan elaborado y de largo alcance no es cualquier cosa, y cuando los productores de la McBain de Christopher Walken se negaron a concederles el uso del nombre del personaje, los guionistas se vieron aún más brillantes: crearon a Rainier Wolfcastle, parodia ahora sí abierta del Gobernator. ¿Alguna duda? Ambos están afiliados al partido republicano. —LR
VI) Yeast Lords en Gentlemen Broncos
En Gentlemen Broncos el joven autor Benjamin Purvis ve cómo su novela Yeast Lords es malinterpretada no una, sino dos veces. Primero por el autor Ronald Chevalier, quien la plagia, no sin antes imprimir su sello personal; después, por el cineasta amateur Lonnie Donaho, quien le compra los derechos para adaptarla a la pantalla grande. De las dos reinterpretaciones, la de Donaho tiene más encanto: una modesta historia de ciencia ficción filmada con un micro-presupuesto y plagada de mal gusto. Un tesoro para vlogeros fetichistas del VHS como Everything Is Terrible. Al final, Benjamin no está contento con los resultados, y no disfruta ver su visión llevada a la pantalla grande. Es un autor purista, que no sabe ver los goces de una buena mala adaptación. —RR
VII) Brock Landers: Angels Live in my Town en Boogie Nights
Boogie Nights es toda ella un homenaje, una farsa filmada con virtuosismo en torno a la edad de oro setentera de la pornografía. Paul Thomas Anderson escribió a Dirk Diggler —Mark Wahlberg— pensando en John Holmes, aquel legendario actor caracterizado por su magnífico animal en reposo. Para redondear el homenaje, Anderson creó a Brock Landers, paráfrasis de Johnny Wadd, personaje interpretado por Holmes, protagonista de un sinnúmero de cintas pornográficas. El avance ficticio de Brock Landers nos muestra a un policía que ejecuta pases de artes marciales en compañía de Reed Rothchild como Chest Rockwell, con efectos especiales nulos, fotografía descuidada y música funk de fondo. Un homenaje y un recuerdo de aquellos años en los que el HD no existía, cuando las películas pornográficas tenían pretensiones narrativas que iban más allá de la mera cogida. El avance, aquí. —LR
VIII) The Case en Super 8
Super 8, se sabe, está casi construida con escenas de otros filmes: su textura es exactamente la de un collage, y como un collage hay que verla. Esto implica notar las partes en que la obra toma elementos prestados para salir del paso. Con todo, Super 8 es una cinta disfrutable, pero no tanto como el falso fan filme que se proyecta una vez terminada la película: después de toda la aventura extraterrestre, los niños logran finalizar su película casera —filmada con una, duh, cámara súper 8—, The Case, que narra las consecuencias de una pequeñísima invasión zombi. Llevando aún más lejos la referencia —o sea, haciéndose pasar por una película de la época—, la cinta es una recreación cariñosísima de lo que, uno intuye, pudo ser un filme del Spielberg adolescente. —LR
IX) Adaptation en Adaptation
“Toda película es un documental de su propia filmación” decía el director francés Jacques Rivette, pero pocas películas se han tomado ese credo tan a pecho como Adaptation de Spike Jonze y Charlie Kaufman. La historia de cómo Kaufman se dio a la tarea de adaptar The Orchid Thief de Susan Orlean a guión, y en el camino se dio cuenta que la falta de conflicto hacía de esta tarea algo imposible, y de cómo decidió contar en vez la historia de cómo a Charlie Kaufman le costó trabajo adaptar The Orchid Thief de Susan Orlean a guión es precisamente eso: un documental de sí misma. El asunto se complica por la adición de un hermano gemelo ficticio llamado Donald. Podemos asumir que la historia que Adaptation cuenta es un reflejo más o menos digno de lo que sucedió en realidad, al menos hasta el momento en el que Charlie siente que nunca podrá escribir el final y le pide ayuda a Donald; a partir de ese punto, la película alcanza un final aprobado por el gurú del guionismo Robert McKee, lleno de conflicto, intriga, sacrificio y lo más importante: una conclusión. Y es después de este final que nos damos cuenta que hemos sido engañados: lo que vimos no fue una película sobre su propia concepción, sino la película que se filmó después de contar la historia de cómo Charlie y Donald se reunieron y escribieron ese final para Adaptation. Esa película existe entre la realidad y lo que acabamos de ver, y el resultado es Adaptation: la película dentro de ella. –RR
X) The Human Centepide en The Human Centepide 2
The Human Centepide 2 inicia con el final de la primera película, aquella sobre el científico loco que decide hacer una cadena humana conectando bocas y anos. Empiezan a rodar los créditos y de pronto la cámara se aleja y vemos que la cinta fue reproducida en una computadora. Su espectador es un guardia de seguridad de aspecto desagradable llamado Martin, que a lo largo de la película fomentará una obsesión con crear su propio ciempiés humano. De pronto primera y segunda parte están conectadas, y queda muy claro que Tom Six puede no ser un cineasta virtuoso, pero es un maestro del high-concept. La primera parte partía de una premisa tan singular que no hacía falta verla para apreciarla. Consentida de los tumblrs y originadora de un sinfín de memes:una verdadera película para internet. Inteligente entonces que Six la utilizara casi como macguffin. Martin no esté alejado del fan de la original, obsesionado viéndola en una computadora y e intentando imitarla. The Human Centepide fue una mejor película en la imaginación del colectivo que en la realidad, y de pronto, también, se vuelve mejor película cuando está dentro de otra película. –RR
Bonus tracks: Room 237, que alberga no una, sino cinco versiones falsas de The Shining dentro de ella. –RR
Duck Amuck, de Chuck Jones: toda la película no es en realidad otra cosa que la animación que hace un Bugs Bunny enloquecido y burlón. Chequen. –LR
* Mención honorífica para Seinfeld y sus películas ficticias. Solo conocemos los títulos, pero ¿quién no pagaría por Rochelle, Rochelle, “La extraña aventura erótica de una joven, desde Milán a Minsk”?
Luis Reséndiz (Coatzacoalcos, 1988) es crítico de cine y ensayista.