¿Cรณmo puede ser que Damon Lindelof le haya comido el mandado a Sir Ridley Scott? Consideren esto: antes de ser el guionista de Prometheus, semi (¿o seudo?) precuela de Alien, el mayor trabajo de Lindelof habรญa sido como creador de Lost, esa serie de semi (¿o seudo?) ciencia ficciรณn, que acabรณ irritando a todos sus fanรกticos, mientras que Sir Ridley es el multi laureado director de Thelma and Louise, Gladiator, Blade Runner y, por supuesto, la primerita de Alien, estrenada en 1979: una cinta que es y seguirรก siendo uno de los mรกs grandes hรญbridos de Sci Fi y horror en la historia del cine. Lindelof se apoderรณ de la propiedad mรกs apreciada del canon de Scott, hizo con ella lo que quiso y el veterano director ni metiรณ las manos.
¿Quรฉ le pertenece a Sir Ridley en Prometheus? Lo mรกs logrado de la cinta: su estรฉtica. Ninguna pelรญcula reciente, ni siquiera la trilogรญa de The Lord of the Rings, aparente coproducciรณn con las oficinas de Lonely Planet en Nueva Zelandia, disfruta de un paisaje como Prometheus. Tanto en la tierra como en el planeta al que va a dar la tripulaciรณn de la homรณnima nave espacial, Scott nos llena la pupila con lugares sublimes: caudalosas e interminables cascadas, montaรฑas que triplican en altura al Everest, tormentas de arena y silicio, horizontes atravesados por anillos de Saturno y, por supuesto, las entraรฑas de una nave espacial que hemos visto antes, pero que jamรกs apreciamos como ahora: tรณtems, cuerpos alienรญgenas apilados sobre una pared, estaciones de control interespacial y hologramas detalladรญsimos de todos los sistemas solares. Si la saga de Alien hallรณ la belleza a travรฉs de imรกgenes lรบgubres, Prometheus es bella de principio a fin: congruente desde el punto de vista visual y absolutamente รบnica.
¿Quรฉ le pertenece a Lindelof? Solo todo lo demรกs. La historia y los personajes. Como la narrativa de Lost, la primera es rebuscada pero suficientemente enigmรกtica como para mantener nuestra atenciรณn en pantalla. Dos cientรญficos (Noomi Rapace y Logan Marshall-Green) creen haber encontrado un mapa estelar, escondido en diversas ruinas de la tierra: una invitaciรณn por parte de seres de inteligencia superior, que bien pueden haber sido nuestros creadores. La compaรฑรญa –esa entidad malรฉvola que estuvo detrรกs del conflicto de las cintas originales- patrocina un viaje para encontrar el sistema que aparece en el mapa. La nave arriba. Los cientรญficos y el resto de la tripulaciรณn investiga. Y, como en Alien, se desata el caos. Hasta aquรญ todo bien. Lรกstima, entonces, que Scott no embride a Lindelof, ni le enseรฑe el valor de la coherencia; o ese premio, necesario para el espectador, de atar al menos la mitad de los cabos en una narrativa. Aquรญ, como en Lost, hay muchas, muchรญsimas ideas inconexas. Interesantes, sรญ, pero tan aisladas unas de otras como las vidas personales de Locke, Sawyer y Jack. Tampoco ayuda que Lindelof ignore cรณmo darle tridimensionalidad a sus personajes. Salvo por el androide David (un maravilloso y escurridizo Michael Fassbender), todos en Prometheus son estereotipos acartonados, y las relaciones entre ellos maduran muy tarde o jamรกs se consolidan. En la primera quedaba claro que Brett y Parker eran amigos, que la cobarde de Lambert chocaba con la mรกs testaruda Ripley, que la ingenuidad de Kane lo convertรญa en el mรกs frรกgil del grupo y que Dallas, a pesar de su carรกcter recio, no tenรญa los elementos para hacerle frente a la criatura. Aquรญ, los vรญnculos entre los personajes jamรกs rinden dividendos: extraรฑo error de alguien que supo crear lazos verosรญmiles entre mรกs de veinte personas por seis temporadas de televisiรณn abierta. El reparto no ayuda: Marshall-Green parece una estrella de surf californiana disfrazada de astronauta y Charlize Theron, como la infiltrada de la compaรฑรญa, no da una. Es solemne cuando debe ser amenazante y parca cuando intenta conmover.
No obstante, es cierto que nadie incita a la especulaciรณn como Lindelof. Basta darle una navegada a internet, tecleando la palabra Prometheus, para encontrar miles de teorรญas sobre todos esos cabos sueltos (tal y como ocurriรณ con Lost). Muchas de las hipรณtesis son genuinamente interesantes, pero es una pena que la carga simbรณlica de la cinta y sus variados enigmas no estรฉn fincados sobre una narrativa sรณlida.
Al final, la batalla entre Scott y Lindelof deja a un claro ganador. Prometheus usa al universo de Alien (en el peor de los sentidos), pero le aรฑade poco, como si Lindelof fuera un adolescente que le pidiรณ prestada su mansiรณn a Sir Ridley para hacer una fiesta que dejรณ la casa hecha trizas. Y Scott parece estar en paz con eso. Fuera de los destellos visuales, Prometheus no parece la obra de un creador enamorado de su primera gran cinta, sino de alguien dispuesto a venderla al mejor postor, sin importar los resultados. El ganador, ya vimos, es Lindelof. El que pierde es el fanรกtico del Alien. Y el espectador.