“¿Para qué sirven las secuelas?”. Entre las posibles respuestas, hay una que sintetiza más o menos bien el asunto: sirven para retar a sus creadores. Haya cambio de equipo creativo o no, una secuela, idealmente, implicará renovación dentro de los límites establecidos, destreza al obedecer las normas. (Estas exigencias no deberían extrañarnos: son las mismas que se piden de una buena obra “de género”.) El tiempo y las obras han demostrado que el viejo adagio —“Nunca segundas partes fueron buenas”—, como pasa con muchos otros adagios, no tiene sustento en la realidad. El Padrino II, Indiana Jones y el templo de la perdición, Batman Returns, Before Sunset, Volver al futuro II: todas secuelas, todas grandes películas. Spider-man 2 se encuentra en esa lista. Veamos por qué.
1.
Pensemos en el contexto en el que Spider-man 2 fue lanzada: en 2004, Marvel Comics se encontraba en una saludable salida de la bancarrota con la que habían comenzado el siglo. Blade, X-Men, Spider-man y X2 ayudaron a la compañía a salir del bache económico, al tiempo que devolvieron la atención del gran público a los comics y cosecharon un nada despreciable éxito de crítica. La secuela de X-Men, lanzada en 2003, había contado con mucho más presupuesto que su predecesora y había logrado también ganar más dinero y recibir aún mejores críticas. En medio, Sam Raimi —director de la primera parte— y Avi Arad —productor de Marvel Entertainment y uno de los artífices de la salida de Marvel de bancarrota—, seguramente tronándose los dedos ante la presión de hacer una secuela más grande, más exitosa: mejor.
El primer paso fue conservar al equipo de guionistas de la primera entrega —básicamente, David Koepp, quien escribió también, nada más, Jurassic Park, Misión: Imposible y War of the Worlds— y ampliarlo. La producción pensó en dos jóvenes guionistas que estaban rompiendo récords de audiencia con su más reciente creación: Smallville. Gracias a la sensibilidad adolescente mostrada en el tratamiento de Superman, Marvel comisionó a Alfred Gough y Miles Millar para escribir la secuela de Spidey —“Nos dijeron: ustedes hicieron la versión Marvel de Superman, y por ello nos contrataron”, contó Gough a Wizard Magazine en octubre de 2002—. El equipo comenzó a trabajar y, unos meses después, se les sumó un talento inesperado a la fase de reescritura de guion: Michael Chabon. Del extraordinario novelista que escribió The Amazing Adventures of Kavalier & Clay —una historia acerca de dos jóvenes creadores de comics durante la Edad de Oro— se sabía que era un tipo versado en el octavo arte, así que la elección, aunque inesperada, pareció natural. Después de varios meses de trabajo y una reescritura de parte de Sam Raimi y Alvin Sargent, el guion estuvo listo: por encima del trabajo de Koepp, el tratamiento de Chabon, Gough y Millar fue el elegido para ser la base de la cinta.
2.
En el apartado técnico, a Spider-man 2 la distinguen las tomas largas que siguen al superhéroe arácnido a grandes alturas. (The Amazing Spider-man 2, estrenada apenas hace unos días, parece recuperar algo de ese espíritu.) La toma larga, se sabe, es complicadísima: si se hace “de un jalón” —es decir, si se crea sinintervención digital—, requiere ensayo, repetición; si se hace con la ayuda del retoque digital —de la “posproducción”, para decirlo vagamente—, requiere trabajo de edición, de pegado: como armar un rompecabezas. (Sobre ese apartado, véase este Anatomy of a shot de la toma larga de The Avengers, para notar cómo incluso una película mediocre puede mostrar altos grados de elaboración técnica: clic.) Para entender las tomas largas de Spider-man 2, forzosamente, habrá que prestar atención tanto al retoque digital como a la Spydercam. La Spydercam no es otra cosa que una cámara montada en un sistema de suspensión de cables que sustituye a las grúas tradicionales y que presume de mayor versatilidad en materia de cámara aérea. Es imposible pensar en escenas como el balanceo final de Spider-man 2 sin esa cámara:
En esa secuencia hay emoción, cierto, pero esta no es espontánea: para filmar una escena de acción lograda es necesario un alto grado de precisión. Detrás de la cámara de Spider-man 2 estaba un hombre que sabe de eso: Sam Raimi. El director sabe que una toma larga que mantenga un arriba y un abajo mientras sigue a un personaje —aunque sea uno tan escurridizo como Spider-man— podrá transmitirnos fluidez, dinamismo. Su trabajo previo en Darkman —una inusual y oscura película de superhéroes—, la trilogía de Evil Dead —donde convirtió a Bruce Campbell en un icono del cine de horror— y Crimewave —escrita mano a mano con los hermanos Ethan y Joel Coen; ligados desde siempre a Raimi, y viceversa— da las claves para entender cómo confluyen en este director las cualidades necesarias para filmar lo mismo elaboradas set-pieces de acción que esmeradas escenas de diálogo y desarrollo de personajes.
3.
Otra de las características distintivas de Spider-man 2 es la presencia constante de escenas de diálogos que, lejos de ser meramente expositivas, tienen como fin profundizar en la psique de sus personajes. (Este rasgo no fue ignorado por los críticos: en su momento, Ernesto Diezmartínez, de Reforma, escribió: “Muy probablemente esta sea la película de superhéroes con más monólogos en la historia del cine”; Anthony Lane, de The New Yorker, también señaló: “Never has a blockbuster, I would guess, required so many soliloquies”.) La cámara en esta cinta es precisa: sabe acercarse a los rostros en el momento exacto en que el diálogo lo solicita; las voces de sus actores se encuentran particularmente bien matizadas, sensibles a las líneas que están soltando. Vean la cercanía con el rostro de Peter Parker en el minuto tres.
La secuencia inicial —Peter Parker perdiendo su trabajo como repartidor de pizzas pese a sus poderes arácnidos—, la cena con Otto y Rosalie Octavius —en la que se dejan caer frases como“Love it’s hardly perfect” o “Intelligence is not a privilege, it’s a gift to be used for the good of mankind”—, la conversación con Tía May —“Even though sometimes we have to be steady and give up the thing we want the most, even our dreams”—, la pelea en el tren —en la que el sonido resulta sobrecogedor, al escucharse con nitidez los quejidos de dolor de un Spider-man que está luchando en evidente desventaja— lo dejan claro: Spider-man 2 es una logradísima película de acción, cierto, pero también es una bien llevada reflexión sobre los desvaríos de la ciencia, la posibilidad del heroísmo y el compromiso con el trabajo. ~
Luis Reséndiz (Coatzacoalcos, 1988) es crítico de cine y ensayista.