Bruno llegรณ en una caja de vino. En una foto aparece metido en ella, con las patas por fuera. Pesaba menos que nuestro gato (que tenรญa su mismo tamaรฑo) porque aรบn no habรญa probado la comida sรณlida. Tenรญa unas patas muy grandes, desproporcionadas con el resto del cuerpo. Para subir el escalรณn de la entrada de casa tenรญa que coger carrerilla. Tenรญa las orejas flรกcidas y caรญdas, y durante aรฑos le dimos pastillas de calcio para que se le levantaran. Una nunca llegรณ a mantenerse del todo firme y se le movรญa con el viento. Al principio dormรญa con mi ropa porque mi padre pensaba que mi olor le resultarรญa familiar y asรญ no llorarรญa por las noches. A mรญ me parecรญa cruel echar mi ropa sudada en su cesta tras venir de jugar al fรบtbol, asรญ que procuraba darle ropa usada pero relativamente limpia. Tambiรฉn solรญa dormir con el gato, al que llenaba de babas.
Yo tenรญa doce aรฑos cuando adoptamos a Bruno, y ha muerto con doce aรฑos. Ha vivido durante toda mi adolescencia y primera juventud. En mis aรฑos de instituto, sacarlo a pasear era una buena excusa para salir de casa y quedar con mis primeras novias, aunque nunca me ayudรณ a ligar: siempre fue un poco extravagante y actuaba de manera extraรฑa en los momentos mรกs inoportunos. En casi todas las fotos aparece con los ojos cerrados, cagando, de espaldas o lamiรฉndose los testรญculos. En otras mira a cรกmara pero echa las orejas hacia atrรกs y pone cara de nutria. Era un perro guapo, pero sabรญa bien hacer de feo. Era simpรกtico, intenso y estrambรณtico.
Siempre fue muy independiente, y mantuvo su autonomรญa en una familia que lo quiso con obsesiรณn. Ese amor fue muchas veces un intento de mantener la familia unida. Tras el divorcio de mis padres, Bruno se quedรณ con mi padre. Fue como un reencuentro: siempre lo quiso pero nunca tanto como en su รบltima etapa. El padre estricto se ablandรณ y le hablaba, lo mimaba y cuidaba con ternura. Ambos envejecieron juntos y comenzaron a parecerse: tenรญan manรญas y costumbres similares, y nunca vi a Bruno mรกs contento que cuando se reencontraba con mi padre. Su รบltima etapa, de vuelta en la playa, fue de una felicidad plรกcida y libre. Perdiรณ su agresividad con otros machos y podรญa andar siempre suelto. Mientras mi padre realizaba tareas de jardinerรญa, Bruno hacรญa una ronda por la playa, se tumbaba al sol, olรญa una flor u orinaba con desgana en unos matorrales.
El perro es un invento egoรญsta: los humanos lo hemos domesticado para que nos quiera. A veces lo antropomorfizamos en exceso, pero es una muestra de amor y algo que hacemos inevitablemente. Cuando Bruno se tragaba un paรฑal o se ponรญa a cagar en mitad de un paso de cebra e interrumpรญa el trรกfico no lo veรญamos como a un perro sino como a un hermano pequeรฑo. La excentricidad de un hermano pequeรฑo.
Esta es una lista incompleta de algunos de sus logros y ocurrencias: se tragรณ una pelota pequeรฑa en verano que no vomitรณ hasta otoรฑo, tragรณ muchas piedras, nadรณ mucho, saltรณ desde rocas al mar, se comiรณ un atรบn muerto en la orilla de la playa, persiguiรณ conejos, casi ahogรณ a otro perro, casi matรณ a otros varios, se cayรณ de un barco y otro estuvo a punto de atropellarlo, intentรณ sacar uno a uno a todos mis amigos del mar porque considerรณ que no era muy seguro nadar, tuvo hijos, intentรณ tener hijos con sus hijos y se enamorรณ de mi abuela, que le solรญa preparar macarrones y le preguntaba quรฉ tal le habรญan salido. Tambiรฉn solรญa gemir y โcantarโ cuando lo acariciaban y cagaba con la pata levantada, como si meara. Bruno fue un amigo genial y difรญcil, y un invento egoรญsta: existiรณ para que pudiรฉramos quererlo.
Ricardo Dudda (Madrid, 1992) es periodista y miembro de la redacciรณn de Letras Libres. Es autor de 'Mi padre alemรกn' (Libros del Asteroide, 2023).