A principios de 2007 perdรญ un boleto de aviรณn que habรญa comprado para viajar a รfrica. Mi plan era llegar a Nairobi y permanecer dos meses, ya que en febrero de ese aรฑo se celebrarรญa ahรญ el Foro Social Mundial, donde esperaba conseguir informaciรณn interesante y contactos directos que me permitieran dar mis primeros pasos como corresponsal de guerra en aquel continente.
Justo ese mismo aรฑo empezรณ en Mรฉxico algo que el entonces presidente Felipe Calderรณn, apurado polรญticamente, decretรณ como una guerra contra el narcotrรกfico. Cuando menos lo esperaba, en lugar de andar en Kenia estaba en un camiรณn de asalto del Ejรฉrcito, con casco militar y chaleco antibalas, recorriendo veredas de Tierra Caliente, Michoacรกn. Un corresponsal es quien envรญa noticias desde algรบn lugar lejano a su propia realidad. Asรญ me convertรญ en corresponsal de la barbarie pero en mi propio paรญs.
Diez aรฑos despuรฉs las estadรญsticas reflejan casi 200 mil personas asesinadas de forma violenta, 30 mil desaparecidas y otras 35 mil desplazadas de manera forzada. Mรฉxico de ninguna forma es una dictadura, pero en lo que va de este siglo XXI ha registrado una cantidad superior de violaciones graves a los derechos humanos a las documentadas en cualquier dictadura latinoamericana del siglo pasado. Somos bastantes los periodistas mexicanos que salimos a diario de nuestras casas a buscar y contar la barbarie que convive con la democracia en el mismo tiempo y espacio.
Ante una situaciรณn tan peculiar, ha sido imposible realizar nuestro trabajo empleando solamente el esquema de un tรญpico corresponsal de guerra, la visiรณn detectivesca de un reportero policial o el oรญdo de un poeta comprometido, aunque luego de esta dura dรฉcada de experiencia creo que quien cubre el narcotrรกfico en Mรฉxico tiene que tener atributos de corresponsal de guerra, detective privado y poeta.
Por momentos me he sentido reportero de guerra. Recuerdo sobrevuelos de aviones militares en Oaxaca que antecedieron enfrentamientos a balazos, en medio de los cuales saquรฉ a un compaรฑero fotรณgrafo herido de la zona de fuego y presenciรฉ el asesinato del periodista estadounidense William Bradley Roland a manos de grupos paramilitares cuya existencia negaron las autoridades. Porque como en toda guerra, en esta no puedes confiar en las fuentes oficiales.
En otras ocasiones he tenido que llevar mis investigaciones con autรฉnticos mรฉtodos detectivescos. La vigilancia y seguimiento de personas, la infiltraciรณn encubierta, la elaboraciรณn de perfiles judiciales y criminalรญsticos son recursos necesarios ante el reto que representan ciertas historias en un contexto como el actual, donde no solo tienes que proteger tu integridad, sino tambiรฉn la de tus contactos y fuentes en general. Fue hasta el aรฑo pasado, luego de tomar un curso en una academia de detectives de Estados Unidos, que descubrรญ la similitud entre ambos oficios.
Pero ha sido la poesรญa lo que me ha salvado de perder la razรณn durante las visitas a estos abismos de la realidad. Creo que gracias a ella he logrado cuidar a los seres queridos de mis frenรฉticos y a veces neurรณticos procesos de trabajo con ciertos temas. Si no hubiera al final de la jornada un poema de Cรฉsar Vallejo o Samuel Noyola, me hubiera quedado hace tiempo en alguno de los abismos que he conocido estos aรฑos en los que he entrevistado a capos, policรญas, generales, sicarios, gobernadores, empresarios y otros miembros de la fauna violenta. Sin poesรญa, no podrรญa hacer periodismo.
โGastadas, raรญdas, vacรญas, las palabras se han vuelto esqueletos de palabras, palabras fantasmas; todo el mundo las mastica y eructa luego su sonidoโ, escribiรณ Adamov durante la Segunda Guerra Mundial. Al ver esa misma distorsiรณn del lenguaje en mi trabajo cotidiano, publiquรฉ en 2011 un manifiesto del periodismo infrarrealista. El periodismo infrarrealista, a resumidas cuentas, es una provocaciรณn o bien, una manada formada por lobos solitarios.
El afรกn de supervivencia es algo que tambiรฉn reรบne a esos lobos. Ahora no estoy hablando metafรณricamente: en 2016 hubo 11 asesinatos de periodistas en Mรฉxico y en total fueron 426 las agresiones existentes. Durante el actual gobierno de Enrique Peรฑa Nieto, mรกs de treinta compaรฑeros han sido asesinados. En promedio, cada 20 dรญas un periodista muere de forma violenta por cumplir su labor. Solo en 2017 se registraron los homicidios de Carlos Garcรญa en Colima, Cecilio Pineda en Guerrero, Ricardo Monlui en Veracruz, Mirosalva Breach en Chihuahua, Max Rodrรญguez en Baja California, Javier Valdez en Sinaloa, Salvador Adame en Michoacรกn yโฆ
Tomando en cuenta que soy periodista independiente โla especie mรกs baja en la cadena alimenticia de los medios de comunicaciรณn, pero probablemente la mรกs gozosaโ la situaciรณn actual ha provocado que tome ciertas medidas de seguridad personales como guardar varios respaldos de documentos clave, compartimentar informaciรณn sensible entre amigos y colaboradores, evitar ciertos temas en mails, whatsapps y llamadas telefรณnicas, e incluso escribir cada cierto tiempo una especie de testamento confidencial donde registro lo que estoy haciendo para que ante una situaciรณn extraordinaria esa informaciรณn pueda ser usada contra quien resulte responsable.
Por lo demรกs, soy un reportero rupestre. Asรญ es que grabo todo lo que puedo mientras hago trabajo de campo. Tomo notas de todo. De hecho cargo dos libretas. Una donde apunto datos duros y otra donde escribo sensaciones o divagaciones que tengo en el lugar. Tambiรฉn tomo fotos para apoyarme despuรฉs, y desde unos aรฑos para acรก estoy mรกs interesado en el cine documental. Cada vez me he sentido mรกs atraรญdo por el lenguaje audiovisual, pero esa es otra historia.
Necesito estar el mayor tiempo posible en los lugares a donde voy a reportear. Volver dos o tres veces si hay condiciones. Cuando llego la primera vez busco a algรบn colega local, pero tambiรฉn a un maestro escolar y a un sacerdote. Cuando tengo suerte y encuentro a un poeta soy muy feliz. Periodistas, sacerdotes, maestros y poetas suelen ser mis gurรบs del proceso de inmersiรณn para escribir una crรณnica en un lugar peligroso y desconocido.
Despuรฉs de mis viajes de reporteo, vuelvo a casa, donde me levanto temprano para dejar a mi hijo en la escuela y luego encerrarme a escribir desde las 7 de la maรฑana hasta la 1 de la tarde. Casi siempre tengo demasiadas cosas acumuladas en mis libretas de notas y en mi memoria, por lo que tengo que estructurar mis textos. Luego los escribo varias veces y suelo revisarlos para elaborar un anรกlisis de riesgo una vez que sean publicados. Casi todos mis libros y crรณnicas de largo aliento pasan siempre por igual la revisiรณn de amigos entraรฑables que de abogados.
Ser corresponsal en tu propia casa te obliga a ser creativo. Por ejemplo, en la forma de idear una historia, de investigarla, de estructurarla, de escribirla y de publicarla. Incluso de sobrevivirla. Estoy contento con la vida que me ha tocado y deseo morirme de viejo escribiendo. No tengo vocaciรณn de mรกrtir. Soy una persona con mรกs esperanzas que miedos.
Sin embargo, he aprendido que cada texto tiene que asumir un riesgo. No debe haber cobardรญa al escribir. Es probable que tenga varios textos fallidos, pero no me permito textos cobardes. Cuando eres corresponsal de la barbarie en tu propia casa, tu principal deber es arriesgarte. Pienso que asรญ podremos descifrar algรบn dรญa el misterio atroz en el que caรญmos como paรญs justo cuando parecรญa que la democracia iba a salvarnos.