Ignacio Martínez de Pisón (Zaragoza, 1960) descubrió a Albert von Filek en la biografía Franco, caudillo de España de Paul Preston. Allí, el historiador cuenta en unas pocas líneas que Filek se ganó la confianza del dictador y le convenció de las bondades de un invento: un combustible mejor que la gasolina, que se obtenía mezclando agua del río Jarama con plantas y algunos ingredientes secretos. Según los periódicos, Filek, que había pasado casi toda la Guerra Civil preso en Madrid, renunciaba a ofertas de otras potencias y empresas por lealtad a España. Su invento permitiría un ahorro considerable en tiempos de autarquía.
No tardó en descubrirse que Filek era un estafador. Acabó en la cárcel de nuevo, sin juicio. El caso no se hizo muy conocido: a fin de cuentas había dejado en ridículo a buena parte del régimen.
En Filek (Seix Barral), Pisón rastrea la biografía del timador. Formalmente, el libro recuerda a Enterrar a los muertos, la reconstrucción del asesinato del traductor José Robles Pazos por el espionaje soviético durante la Guerra Civil. Ambos son ensayos narrativos, investigaciones en torno a un episodio.
Pisón busca en archivos y hemerotecas de varios países. Cuenta lo que sabe y lo que puede deducir. El pacto con el lector se basa en la veracidad del relato y la honestidad del autor, pero en algunas cosas Filek recuerda a los pícaros y pequeños estafadores que pueblan las ficciones del autor, como el padre de Carreteras secundarias o el de Derecho natural, su novela más reciente. Y, como en sus novelas, son importantes los cruces entre la historia privada y la historia pública. La vida de Filek recorre varios países y algunos episodios centrales de la primera mitad del siglo XX en Europa: la Primera Guerra Mundial, la descomposición del imperio austrohúngaro, los albores del fascismo y la república independiente del Fiume que dirigió D’Annunzio, la Segunda República española y el asesinato de los prisioneros en el Madrid sitiado, la fiebre por las patentes y los inventos, la represión brutal de la posguerra…
La documentación sobre Filek es más guadianesca que la de Robles Pazos. En ocasiones es contradictoria. En algunos momentos su vida tiene algo de thriller: estafa a familias burguesas y aristócratas, a un banco, roba joyas. Deja plantada a una chica en la boda. La hipótesis de Pisón es que había robado las joyas de la familia y que la promesa matrimonial era una manera de hacerse perdonar. Quizá, cuando huyó, la novia se enteró también de que Filek ya estaba casado. Falsificaba sus antecedentes y modificaba su nombre.
Filek acabó en Madrid. Empleó varias veces la misma estratagema. Convencía a alguien para que invirtiera en su proyecto estrella: la fórmula que permitiría obtener gasolina sintética. La receta, que sufrió alguna modificación, consistía en la “filtración del cincuenta por ciento de agua con alcohol procedente de vinos endebles, jugos o caldos fermentables vinícolas, malezas, remolacha, etcétera, más un porcentaje de acetona, naftalina y algodón de la pólvora”. Tras un primer registro en la oficina de patentes, Filek dejaba que se anulara por impago de tasas, y luego engañaba a otro incauto. Iba modificando sus relatos conforme pasaban las cosas, adaptándolos a las modas.
Algunos de sus timos son más simpáticos que otros. Es casi admirable el cuajo de alguien que, amparándose en sus años de prisionero durante la Guerra Civil -y usando los contactos que había hecho con presos franquistas-, es capaz de convencer al franquismo de ese proyecto que solucionaría el problema de la escasez de combustible. Antes de que se realizara la primera comprobación, el consejo de ministros había declarado el proyecto de interés nacional, habían salido entrevistas en los medios, había planes y movimientos legales para instalar las fábricas. (Al parecer, Franco dijo en una ocasión que no se fiaba de los científicos que advertían en contra: su chófer lo había llevado de viaje con “la gasolina de Filek” y eso era un resultado tangible.)
Pero la mayoría de sus golpes tenían víctimas más indefensas. Entre ellas estaba una casera, a la que no solo no pagó nunca, sino que la sableó. Y sobre todo, un ciudadano francés cuyo hijo era prisionero de los nazis. Por simular que convencía a sus influyentes amigos de que lo liberasen, Filek cobró dos mil trescientas pesetas a un padre desesperado por salvar a su hijo. El Filek de 1942 era, dice Pisón, una especie de Vittorio Emanuele Bertone, el truhán que interpreta Vittorio de Sica en Il general della Rovere, pero sin las cualidades redentoras. (Tras lucrarse con el exterminio nazi, intentó que lo sacara de España una organización de refugiados, como si fuera un perseguido por el nazismo.)
En ocasiones Filek recuerda a libros de Patrick Modiano como Dora Bruder: Ignacio Martínez de Pisón cuenta los vacíos documentales que encuentra o los callejones sin salida, no prejuzga los acontecimientos y presenta hipótesis que le parecen probables. Un par de veces, las coloca entre paréntesis: le parecen, dice, un poco noveleras. Otros libros, tanto ensayos históricos como novelas, le permiten dar una idea del contexto: así, le sirven una biografía de D’Annunzio, los textos de Joseph Roth sobre el fin del imperio, las descripciones de Cansinos-Assens de Madrid en La novela de un literato. Otras veces, la historia de otro estafador le permite iluminar un ángulo de la vida de Filek que había quedado oscurecido. Glosa sus cartas, con el cuidado con que se debe leer a un mentiroso: a menudo, el destinatario no es quien parece serlo; con frecuencia, lo que se niega es lo que se afirma. Señala las ironías y paradojas de la vida de Filek: inventaba antecedentes nobles familiares; esa falsedad justificaría su detención. Muestra los paralelismos entre su prisión en el Madrid de la guerra y su encarcelamiento en la posguerra. Con rigor y ligereza, Ignacio Martínez de Pisón ha escrito un libro apasionante.
Daniel Gascón (Zaragoza, 1981) es escritor y editor de Letras Libres. Su libro más reciente es 'El padre de tus hijos' (Literatura Random House, 2023).