Esta entrevista con el cantautor Rafael Berrio (1963-2020) se hizo por correo electrónico en marzo de 2016 para un perfil que apareció en el periódico semanal Ahora. Aquí se publica completa.
En alguna ocasión has dicho que tu familia es medio parisina, medio donostiarra y que tú no naciste en París por cosa de dos meses…
No es exactamente así. Mis padres emigraron a París en busca de trabajo hacia 1957. Al poco de nacer mi hermano mayor –Iñaki–, mi madre se regresó y mi padre permaneció solo varios años, yendo y viniendo según el trabajo. Cuando yo nací, él se vino definitivamente. En París permanecerían las dos hermanas de mi madre y sus respectivos hijos, o sea, mis primos, hoy en día parisinos de derecho, del distrito 9 para más señas. Así es más o menos la historia.
¿Cómo llegas a la música? He leído que fue tu padre, que cantaba boleros, quien te enseñó a tocar la guitarra.
Sí, mi padre tocaba en su juventud en las rondallas que se formaban entonces. Años antes de casarse entró a formar parte de un conjunto que hacían boleros a imitación de Los Panchos. Tocaban en los entreactos de los teatros. Incluso llegaron a salir en la televisión en blanco y negro. Mi padre era un buen cantante y guitarrista de oído, sin formación musical pero capaz de abordar cualquier pieza. Fue quien me enseñó los rudimentos de la guitarra del mismo modo que mi abuelo Epifanio, también guitarrista, hizo con él.
La influencia de la chanson se mezcla con la de Velvet Underground, Roxy Music y Bowie, que escuchas gracias a tu hermano. Luego llegaron Los Ramones y el punk…
Sí, es una mezcla curiosa. En mi casa se escuchaba el bolero clásico de Los Panchos o de Lucho Gatica, el folclore de Atahualpa Yupanqui y los tangos de Gardel. Hacia 1974 mi hermano mayor declaró su soberanía en clara confrontación con mi padre y a partir de entonces, en nuestra habitación, a puerta cerrada y máximo volumen, solo sonaban la Velvet Underground y los discos de Bowie, Iggy Pop, Roxy Music, etc, etc, con los consiguientes golpes en la pared de mi pobre madre.
¿Qué te gusta de Brel y qué de Lou Reed?
Es difícil responder… dos artistas tan destacados… De Brel quizá la emoción y la inteligencia. De Reed el cinismo vicioso y malsano de su timbre de voz.
¿Cómo empiezas a escribir letras para otros?
Es algo anecdótico. Algo que me ha sido dado por puro azar. He escrito una decena de letras para Mikel Erentxun y una canción, letra y música, para Sole Giménez. Eso es todo. Tengo media docena de canciones inéditas escritas para el repertorio de otros artistas pero de momento ni han encontrado intérprete ni yo se lo he buscado.
En 2010 publicaste el primer álbum con tu nombre, sin banda. ¿Por qué prescindiste de banda y te presentaste en solitario? ¿Cuál es la diferencia entre el Berrio de 1971 y el de Deriva y Amor a traición?
Fue una evolución natural. Amor a traición se deshizo, como muchos grupos, por anhelos no cumplidos y deserción de sus componentes. Yo continué adelante. Formé una nueva banda llamada Deriva y bajo este nombre grabé dos discos. Pero era yo solo. Tanto en la autoría de las canciones como en la mensualidad del local de ensayo. Lógicamente el momento de decidirme tenía que llegar, por mucho pudor que me diera, y acabé por poner mi nombre al frente, como no podía ser de otra manera.
¿Qué pasó en 1971?
Es una fecha simbólica en mi imaginario, digamos. El disco contiene una canción titulada “Este álbum” en la que se repasa un pasado familiar en un álbum de fotos. La madre es aún joven y hermosa, el padre un hombre apuesto. Los niños radiantes, con sus camisas de tergal. En fin, todo un paisaje más o menos feliz perdido para siempre que yo, puesto que ya se entiende que hablo de mi familia, dato hacia 1971. De ahí el título del disco.
¿Por qué no cantas en directo “Este álbum” (excepto una noche en El rincón del arte nuevo)?
Hubiera querido decirte que no la canto para crear, calculadamente, un tabú que la haga más deseable. La realidad es que cantarla me desagrada porque me deja excesivamente expuesto. Me esforcé por escribirla con distanciamiento, impasiblemente, pero el tema es tan sensible que para abordarlo hay que tener cierta presencia de ánimo, lo cual no se tiene siempre sobre un escenario. Por eso no la suelo cantar.
1971 y Diarios tienen un sonido parecido. Paradoja, que comparte temas y espíritu, tiene un sonido mucho más rockero, ¿por qué has vuelto al rock?
Por un movimiento pendular bastante lógico de entender. Tras dos discos producidos por el maestro Senperena donde primaba la orquesta necesitaba volver a las guitarras eléctricas distorsionadas. Quería saber si aún era capaz de hacer un disco de rock. Mi conciencia me dice que no lo he hecho bien. Pero soy un hombre que no se desalienta. Difícilmente abandono. Volveré a intentarlo con el próximo.
Alguna vez has dicho que no te gustan las giras, ¿por qué? ¿Te gusta tocar en directo?
Las giras son una cosa muy pesada para alguien que tenga mi edad. La épica de la carretera y el hotel yo no la veo por ningun lado. Tanto más si eres un grupo modesto con poco caché como es mi caso. Yo me considero un hombre rutinario y sedentario, amo la rutina, soy un maniático de mis costumbres. Una gira te rompe todo en pedazos. También tiene su lado hermoso, no lo niego. La camaradería con tus músicos, el aplauso del público, las firmas en los camerinos, las ciudades por descubrir. Cuando me llaman y me sale una actuación lo primero que pienso es en la pereza. Luego ya me sobrepongo y me lo paso medianamente bien, lo reconozco.
Una de tus singularidades como cantante es la erudición y las lecturas a las que haces referencia en tus canciones, desde “Jaime Gil de Biedma en la cama” a “Mis amigos” o “El amor es una cosa rara”. También has publicado tus letras. ¿Qué relación tienes con la literatura?
Una relación estrecha, por utilizar una frase común. He sido y soy un lector voraz, con toda clase de apetitos y curiosidades. Muy desordenadamente. Sin método pero también sin medida. A mí me gusta leer en la cama, por la noche, hasta altas horas, y si a la hora del mediodía almuerzo solo en casa, me pongo un atril en la mesa y sigo leyendo. Normalmente dos libros a la vez. Nada me gusta más que la literatura, nada me produce mayores satisfacciones. Solo los libros nos dan la esperanza de algo. La vida de nada. Creo que la cita es de Josep Pla.
Por otro lado, tus letras tienen una cualidad muy difícil y casi única en la música en español: tienen humor y al mismo tiempo son pesimistas. ¿Cómo llegas a eso?
No todos encuentran el humor en mis letras. Me alegra que tú lo destaques. El humor me parece muy importante. Es el rasgo genuinamente humano. Una buena letra de canción me parece la que aborda el patetismo del ser humano con humor impertérrito. Yo no sabría hacer una letra completamente seria. Todo lo que somos y todo lo que nos ocurre es tan ridículo que no puedes por menos.
Colaboras en la próxima película de Jonás Trueba, ¿cuál ha sido tu papel en la película y qué has aprendido?
Hago el papel de mí mismo. Un cantautor un poco acabado que toca en un garito. Apenas una aparición en la película pero una gran experiencia para mí, lo cual agradezco al joven Trueba. Me quedará para siempre en la memoria la labor de cada miembro del equipo trabajando para el bien común, el admirable y delicado mecanismo que supone un rodaje visto desde dentro, que es como ver el revés del tapiz.
Muchos escritores y directores de cine te citan entre sus cantantes y letristas favoritos. ¿Eres el cantante de los bohemios?
No puedo responder a esa cuestión sin hacerme pasar por un pedante o un presuntuoso. Es verdad que tengo un público muy minoritario y distinguido, una especie de “rive gauche” de las artes. Pero en fin, soy, en todo caso, el cantante de la gente corriente que añora una vida a la bohemia, que es lo que creen ver en mí, lo cual no es del todo cierto, aunque yo hago todo lo posible por que lo parezca.
Cuéntame un poco tu nuevo proyecto en el que pones música a textos de Cioran.
Fue una sugerencia del programa Literaktum de Donostia Kultura. Hice una selección de textos de Emil Cioran y compuse 14 piezas donde se recitan o se cantan. Un mezcla de spoken word, performance y rock bizarro, donde se da rienda suelta al pensamiento demoledor de este filósofo-poeta, quizá el más provocador del siglo XX. En breve lo llevaremos a Madrid. Es un espectáculo realmente venenoso.
Por otro lado estoy trabajando junto a Joserra Senperena en una versión propiamente nuestra de la ópera chica titulada Adiós a la Bohemia, con música de Pablo Sorozábal y libreto de Pío Baroja, ambos donostiarras, con lo que eso significa para nosotros. Calculo que este otoño terminaremos la adaptación y la dejaremos registrada en disco.
(Zaragoza, 1983) es escritora, miembro de la redacción de Letras Libres y colaboradora de Radio 3. En 2023 publicó 'Puro Glamour' (La Navaja Suiza).