Nueve años después España vuelve a superar la barrera de los octavos de final tras ganar por 5-3 a Croacia en el partido más loco de toda la Eurocopa, donde no faltaron tantos en propia puerta desde el medio del campo, inesperadas remontadas, y hasta goles de Morata, tanto en fuera de juego como de los que suben al electrónico. ¡Hasta Camacho tuvo que pedir tranquilidad! Dos horas y media de ritmo vibrante para el espectador neutral que acabó con la victoria del equipo que más propuso en el estadio de Copenhague. España se convierte, de este modo, en el equipo más goleador del campeonato. ¿Quién lo iba a decir tras los soporíferos dos primeros encuentros, en los que no se hacía un gol ni por equivocación?
Los croatas, como la selección española, llegaban con dudas a los octavos tras una dubitativa primera fase. Pero siempre se ha de temer a un equipo en el que juega Luka Modric, uno de los mejores futbolistas del siglo XXI, que dio un recital hasta que le quedaron fuerzas. Este final de junio se ha cumplido el treinta aniversario de la declaración de independencia de Croacia de la Yugoslavia que, tras la Segunda Guerra Mundial, había encabezado Tito hasta su muerte en 1980, y se dice que, en esos primeros años de conflicto en los Balcanes, ya estaba Modric sorteando hostilidades en su Zadar natal –no fue una época fácil para el niño, que perdió a su abuelo al inicio de la contienda– con una pelota en sus pies como distracción y compañero inseparable. Décadas después, su dominio del esférico convirtió a la selección ajedrezada en subcampeona del mundo, cosechando el Balón de Oro, pero en esta Eurocopa su aventura se detiene en octavos. Es probable que sea el último partido de Modric en un campeonato de selecciones.
Luis Enrique volvió a introducir algunos cambios respecto al anterior partido. Gayá entró en el lateral por Jordi Alba y arriba apostó por Sarabia y Ferrán Torres. Este último, junto a los dos centrales titulares, permitió que el Manchester City estuviese muy representado en el equipo español, con tres jugadores del equipo de Pep Guardiola. En la selección croata no participó ningún jugador del City pero, en cambio, jugó de lateral el joven y dinámico Guardiol. No jugó Perisic, uno de los grandes peligros del equipo dirigido por Zlatko Dálic, al ser positivo en covid-19.
La falta de Perisic se debía traducir, en teoría, en una pérdida de olfato goleador para los croatas, pero estos no necesitaron hacer nada para anotar el primer tanto. En uno de los goles más absurdos que se recuerdan en un campeonato de selecciones, Pedri cedió el balón a Unai Simón desde el medio del campo y este, en un sentido homenaje al cine de los primitivos, colocó mal el pie y el esférico le pasó por encima. Podría ser un truco de Segundo de Chomón, ese magnífico paso de manivela para que la pelota atravesara la pierna humana por arte de magia. Un gag que se ha de sumar a la serie de desdichas que la selección acumula desde que Luis Enrique dio la lista de convocados.
Es justo decir que Simón se rehízo de su grosero error con un buen partido, con unas cuantas paradas de enorme mérito, pero difícilmente se olvidará, en la historia de las Euros, este 0-1. España quedó noqueada los siguientes diez minutos, se intuía que un segundo gol croata le podía hacer caer a la lona de forma definitiva, como Foreman en Zaire en 1974, pero aguantó, y el premio fue el empate de Sarabia, el mejor jugador español en la primera parte, en el minuto 37. Una alegría para todos, y más aún para José Antonio Camacho, que insistía entre quejas de “la mala suerte” de España.
Pero si alguien esperaba una segunda mitad menos movida que la caótica primera se equivocaba. España tomó el balón, lo domó y se hizo amo y señor del encuentro, lo que se tradujo en una ventaja cómoda para afrontar los últimos quince minutos de partido: Azpilicueta cabeceó el 2-1 y, veinte minutos después, Ferrán Torres puso el 3-1 en el minuto 75. Pero Croacia nunca se rinde. No lo hizo cuando Dinamarca se adelantó en el primer minuto de los octavos del pasado Mundial; tampoco lo hizo cuando la local Rusia empujó y llegó a los penaltis en cuartos, y menos aún cuando Inglaterra se adelantó en el marcador en semifinales. De hecho, tampoco se vinieron abajo cuando Francia se adelantó en la final de este Mundial de 2018, aunque no consiguieron la machada. En el precioso partido celebrado en la capital danesa, la selección comandada por Modric se vino arriba y consiguió empatar en el minuto 92, con el tanto de cabeza de Pasalic. Instantes atrás Orsic había conseguido meter en la red el 3-2.
El árbitro turco Cüneyt Çakır –que demuestra que se puede ser alopécico en el país del Bósforo sin tener que ser el presidente Erdogan– pitó el final y mandó el encuentro a la prórroga. Pero esta media hora suplementaria sí que fue domada totalmente por el conjunto de Luis Enrique. Una gran asistencia de Dani Olmo hizo que Morata pudiera anotar su segundo gol en el torneo, el primero con posibilidad de ser celebrado al no estar en probable fuera de juego, lo que se tradujo en el 4-3 de España. Un gran gol del delantero español, necesario para quitarse ese tremendo gafe que arrastra. Curiosamente, la última vez que España terminó un partido con este marcador en una Eurocopa fue hace 21 años, contra Yugoslavia. Si bien, los croatas nada tenían que ver ya con esta selección, pues llevaban varios años compitiendo por su cuenta, con Davor Suker como estrella, tanto en los terrenos de juego como en los platós de televisión.
La selección de Luis Enrique tuvo tiempo de hacer más daño y de matar el partido. De nuevo Olmo, tres minutos después, asistió a Oyarzabal para que el jugador de la Real Sociedad pusiese el definitivo 5-3. Un partido de locos, digno de esta selección tan posmoderna que ha construido Luis Enrique, para bien o para mal, que es España. El próximo viernes, en San Petersburgo, llegan los cuartos de final. Suiza, tras eliminar a la favorita Francia, será el rival.
Elios Mendieta es periodista. Es autor de 'Memoria y guerra civil en la obra de Jorge Semprún' (Escolar y Mayo).