El 19 de septiembre de hace 32 años, un sismo de magnitud 8.1 sacudió la ciudad; la semana pasada, otro, de magnitud 7.1 la golpeó nuevamente. A pesar de la coincidencia en la fecha, se tratan de dos fenómenos telúricos diferentes que carecen de una relación causal. No hay manera de prevenir los sismos, de modo que la mejor herramienta para contrarrestar su devastación es a través de la información y del aprendizaje de experiencias pasadas.
El doctor Manuel Perló Cohen es investigador titular del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM. Su trabajo se ha centrado en las transformaciones ambientales y los procesos de urbanización. Platicamos con él sobre las acciones que se emprendieron durante los sismos del 85 y que podrían ser útiles para enfrentar los saldos de este desastre natural.
¿En qué etapa de la catástrofe nos encontramos y cuánto tardará la ciudad en reponerse?
Hay cuatro etapas. La fase de emergencia que puede durar desde una semana hasta un mes. La fase de restauración, donde se atienden las rupturas de la infraestructura y se hace un análisis para el regreso al funcionamiento general de los centros de trabajo y de los centros educativos. Esta fase puede tardar hasta diez semanas y es en la que nos encontramos. Luego le sigue una primera fase de reconstrucción que va de diez semanas a un año. Y, por último, una segunda fase de reconstrucción que puede durar hasta veinte años. Podemos pensar que el proceso de recuperación de la Ciudad de México va a durar muchos años.
¿Qué diferencias notaste en la reacción de la gente en los sismos de 1985 y los de este año?
El caos, la desinformación y la angustia que se vivieron en el 85 no se pueden comparar con lo que vivimos ahora. Hace 32 años se respiraba un ambiente de desamparo frente a aquel fenómeno natural. La capacidad hospitalaria de la ciudad se vino abajo, junto con las telecomunicaciones y los servicios. Además del vacío por parte del Ejecutivo. En esta ocasión hubo una respuesta mucho más efectiva e inmediata por parte del gobierno, aunque no en todos los lugares afectados. Sin embargo, hay que destacar la participación de los jóvenes que se volcaron a las calles a ayudar.
Otra diferencia notable es que en el 85 predominaba una televisora. En esta ocasión, la gente se informó a través de diferentes medios de comunicación, tanto nacionales como extranjeros. Internet jugó un papel importante.
¿Cómo era la sociedad del 85?
Esta sociedad civil es muy distinta a la que salió en el 85, compuesta principalmente por organizaciones de barrio y líderes populares. Dicha sociedad no había vivido la democracia, la construyó ante la falta de respuesta del Estado frente a una catástrofe de gran magnitud. En aquella época estábamos más desinformados. Ahora nos encontramos ante una sociedad civil digital que se comunica y moviliza de manera inmediata. Es verdaderamente emocionante ver a los jóvenes provenientes de diferentes lugares y de diferentes estratos sociales reunirse y organizarse para ayudar. Lo que llama la atención es que se hayan organizado a través de espacios digitales y no territoriales.
¿Cuáles son los retos a los que se enfrenta esta sociedad civil digital?
Esta nueva generación tiene como reto hacer que la solidaridad y la movilización se mantengan en las distintas fases, y no solamente en la fase de emergencia. Deberá verse su capacidad para participar de manera activa en la restauración y reconstrucción de la ciudad y de todo el país. Estos grupos así como se forman pueden desaparecer. ¿Van a vigilar que la reconstrucción se haga con honestidad, que los fondos y donaciones internacionales lleguen a quienes verdaderamente los necesitan? ¿Van a participar en el comité de reconstrucción? ¿Monitorearán sus acciones? ¿Exigirán cuentas? Todo eso debe definirse. Habrá que ver si son capaces de lograr lo que la generación del 85 logró: una transformación social y política de la ciudad. Los jóvenes del 85 no se quedaron sólo en la fase de emergencia, sino que cuestionaron el plan de reconstrucción del gobierno. Tal es así que en el 90 aún había campamentos de damnificados en el centro de la ciudad para exigir un mejor plan de acción. Los jóvenes de ahora tendrán que ser capaces de mantener esta actitud por más de dos semanas y no olvidarse de lo acontecido. El reto está abierto.
¿Cuáles serían las principales repercusiones políticas y sociales que tendrá el sismo del pasado 19 de septiembre?
Una de las grandes diferencias entre el 85 y 17 es que el sistema político es otro. El periodo electoral está mucho más cerca ahora que en el 85. Por ejemplo, el jefe de gobierno Miguel Ángel Mancera ya no podrá solicitar una licencia, tendrá que dejar en marcha un programa de reconstrucción. Y queda un año de mandato de Enrique Peña Nieto. Así que el tema de la reconstrucción va a ocupar un lugar central en las campañas políticas. Esto puede generar diferencias importantes sobre cómo tratar la crisis. Por lo tanto, tiene que organizarse la reconstrucción a través de un comité que esté libre de cualquier sospecha y que tenga la confianza de la sociedad.
Después de 32 años, ¿el gobierno aprendió lo necesario para enfrentarse a estas catástrofes naturales?
El gobierno aprendió varias lecciones del 85. En primer lugar, que no puede generar un vacío [de acción] porque de lo contrario, lo llenan los actores sociales. Segundo, que el ejército y la marina tienen que jugar un papel proactivo y de ayuda, no de amenaza. Ahora su reacción fue más positiva y la gente se sintió segura.
No hay que olvidar que la escala de destrucción fue diferente. Si los sismos de este año hubieran sido más fuertes, es probable que las instancias gubernamentales no se hubieran dado abasto.
¿Qué medidas se deben tomar para darles casa a las personas que la perdieron o que han sido desalojadas porque sus inmuebles están inhabitables?
En el 85, el gobierno se valió del decreto expropiatorio para que las colonias populares tuvieran el uso de suelo suficiente para reconstruir sus hogares y solicitó créditos internacionales que permitieron que en un año se repusieran más de 80 mil viviendas. No creo que eso suceda ahora. La mayoría de los edificios eran condominios con valores de millones de pesos. La pregunta es cómo ayudar a los damnificados de clases medias y medias altas. Podría ser con créditos preferenciales o con la suspensión del pago del predial.
¿En qué hemos fallado como habitantes de una ciudad expuesta a tantos riesgos? ¿Tenemos una cultura de protección civil que nos prepare para enfrentar en un futuro incierto dichas amenazas?
El 95% de los afectados no tenían seguros. Es necesario contar con seguros de vivienda en una ciudad con alto riesgo sísmico. Nos hemos confiado demasiado. En 32 años no habíamos vivido un sismo tan fuerte. Esto es una advertencia sobre la seriedad de los fenómenos naturales a los que estamos expuestos. Las prácticas de evacuación salvaron muchas vidas, por lo que no hay que relajar nuestra actitud ante los reglamentos de construcción ni los simulacros. No podemos bajar la guardia. Las nuevas generaciones deben aprender estas lecciones para incorporarlas en sus vidas con la finalidad de mejorar la prevención, la seguridad y la conciencia que supone vivir en una ciudad expuesta a riesgos industriales, sanitarios, químicos, fenómenos naturales o incluso ataques terroristas. Podemos optar por ignorarlos, pero al final terminamos pagándolos con nuestras vidas y bienes. No queremos que esto vuelva a pasar, queremos una ciudad diferente, una ciudad más segura y menos desigual.
estudió literatura latinoamericana en la Universidad Iberoamericana, es editora y swiftie.