Foto: EneasMx [CC BY-SA 4.0 (https://creativecommons.org/licenses/by-sa/4.0)], from Wikimedia Commons

Mi amigo Daniel

En una cultura que tiende o bien a convertir los bienes en commodities o bien a volverlos fetiches, Goldin no sitรบo su preocupaciรณn en el objeto, sino en la sociedad y en los sujetos a los que construyรณ como interlocutores de un diรกlogo incesante.
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Conozco a Daniel Goldin desde hace 39 aรฑos. Soy su amigo desde hace 39 aรฑos. Fue el primer amigo que hice al llegar a Mรฉxico, en 1980. Nuestra amistad no transcurriรณ solo por la vida privada, la de los afectos y pensamientos compartidos, sino tambiรฉn por la profesional: cuando dejรฉ Fondo de Cultura Econรณmica en Mรฉxico para instalarme en Argentina, en momentos en que, como tantas veces, el Estado habรญa congelado el nรบmero de plazas de la administraciรณn pรบblica, la que yo dejรฉ vacante en la editorial le fue otorgada a รฉl. Durante los veinte aรฑos siguientes recorrimos juntos el mundo de la ediciรณn de libros, haciendo de modos diversos algo comรบn: dar de leer.

A pesar de que Daniel Goldin tenรญa ya experiencia en el mundo editorial cuando ingresรณ en el Fondo, Jaime Garcรญa Terrรฉs lo hizo iniciar el cursus honorum desde abajo: durante largos meses se dedicรณ a hacer fichas para el catรกlogo de la editorial, como si fuera un pasante llegado de la escuela.

Pero fue durante el breve perรญodo en el que Enrique Gonzรกlez Pedrero dirigiรณ el Fondo cuando naciรณ la idea de comenzar una colecciรณn de libros para niรฑos y jรณvenes. Daniel cuenta la historia como una forma de homenaje a nuestra amistad. Segรบn ese relato, que solo estรก en mi recuerdo por las tantas veces que se lo escuchรฉ, luego de la reuniรณn en que le propusieron hacerse cargo de esa colecciรณn รฉl me dijo que no sabรญa nada del tema. โ€œInventaโ€, fue, segรบn relata, la respuesta que le di. Seguramente no fui yo quien le sugiriรณ que hiciera lo que no dejรณ de hacer desde entonces: inventar, imaginar, proponer, indagar, invitar, compartir.

Los verbos con los que se puede describir la tarea que desde entonces lleva a cabo Daniel son, a la vez, adjetivos que califican lo que ha hecho: todos subrayan una voluntad por compartir, por implicar a los otros, por abrir mundos con y para los demรกs. Ninguno es un verbo que designe pasiones tristes: su ambiciรณn no ha sido acumular poder ni riquezas, ni dominar ni permanecer. Todo se ha dicho, en estos dรญas, en la inmensa cantidad de artรญculos publicados en la prensa y en el infinito nรบmero de intervenciones en las redes sociales: Goldin ha sido el creador de la mรกs innovadora y original colecciรณn de libros para niรฑos y jรณvenes de, cuando menos, el รบltimo medio siglo en nuestro idioma. Eso no es solo resultado de una sutil labor de selecciรณn de tรญtulos, de promociรณn de los libros y de creaciรณn de lectores: es el resultado de un trabajo fundado a la vez en la reflexiรณn, en la sensibilidad y en el respeto. Por detrรกs de su trabajo como editor y promotor de la lectura hay una filosofรญa cuyo fundamento es el reconocimiento: el otro es merecedor de la interlocuciรณn mรกs sofisticada y exigente, no importa si se trata de un niรฑo, no importa si es alguien que ha vivido rodeado de carencias. Mรกs aรบn: si es un niรฑo, si ha vivido rodeado de carencias mรกs merece ser reconocido como individuo pleno, como un sujeto autรณnomo, cuyo derecho primero es el derecho al lenguaje y a la imaginaciรณn.

Daniel Goldin trascendiรณ las fronteras de la ediciรณn porque supo convertir un oficio, la artesanรญa de hacer libros, en una polรญtica y en una poรฉtica. En una cultura que tiende o bien a convertir los bienes en commodities o bien a volverlos fetiches, Goldin saliรณ por arriba del habitual laberinto en el cual el libro es pura mercancรญa o puro signo de distinciรณn: su preocupaciรณn no estuvo puesta en el objeto, sino en la sociedad y en los sujetos a los que construyรณ como interlocutores de un diรกlogo incesante. Michael Oakeshott escribiรณ que el mundo estรก hecho de mรบltiples, variadas conversaciones, y que la educaciรณn consiste en aprender a participar de muchas de ellas. Daniel lo hizo โ€“lo haceโ€“ con niรฑos y adultos, con ricos y pobres, con acadรฉmicos y con gente del pueblo. Quien lo haya visto en una feria del libro voceando alguno de los tรญtulos que publicรณ, o en un taller contรกndole una historia a un niรฑo que jamรกs en su vida habรญa tenido un adulto sentado junto a รฉl con un libro en la mano, o a una seรฑora campesina deslumbrada por el modo en el que ese tipo desgarbado la introducรญa en mundos desconocidos por completo para ella, quien lo haya visto no puede no haber notado que no se trataba de un editor, ni de un promotor de la lectura, ni de un vendedor de libros, sino de un misionero, de alguien convencido de que la palabra es el verdadero recurso de una humanidad humillada. Un misionero, sรญ, pero sin otro dogma que la confianza en la palabra misma.

Nuestros paรญses โ€“Mรฉxico, Argentina, Amรฉrica Latina en general, aunque no en todos lados del mismo modoโ€“ viven, desde hace mucho tiempo, un proceso de politizaciรณn de la burocracia que resulta inmensamente daรฑino para la sociedad. Hay paรญses en los cuales el Estado es mรญnimo, hace pocas cosas y no interfiere con la sociedad civil, como Suiza. Hay otros, como Francia o Alemania, en los cuales el Estado es grande, pero sus intervenciones son provechosas para el interรฉs general. Entre nosotros, un Estado grande es cada vez mรกs incompetente porque cada gobierno destruye una capa mรกs de los saberes tรฉcnicos que permiten que el Estado funcione. En algunos paรญses, un nuevo jefe de gobierno puede designar a sus ministros y a sus viceministros, pero nada mรกs: no solo no puede, sino que sabe que no conviene reemplazar a una burocracia weberiana por amigos polรญticos cuyo mรฉrito, si alguno, es la lealtad, pero en ningรบn caso el saber ni las competencias. Entre nosotros, el poder tiene un efecto performativo, por el cual miles de personas mediocres, que nunca pensaron en prepararse para una determinada tarea, que nunca imaginaron que podrรญan desempeรฑar esa tarea, en el momento en el que, por lealtades, amistades o deudas polรญticas son designados, de inmediato se autoconvencen de que su designaciรณn obedece a sus capacidades intelectuales y profesionales, y no a la lealtad, la amistad o los favores prestados. La designaciรณn, ese hecho administrativo, se convierte entonces en un proceso mรกgico, que vuelve capaz al incompetente, experto al ignorante, hรกbil al inรบtil.

Una vez mรกs, eso es lo que estamos viendo: echar a Daniel Goldin de la Biblioteca Vasconcelos solo puede ser resultado de la inmensa confusiรณn mental de sujetos que piensan que porque han recibido un cargo son ahora portadores de un saber. El problema es indudablemente grave: aun muchos de los mejor intencionados, de quienes han levantado su voz en defensa de Daniel, han reconocido que un presidente โ€œtiene el derechoโ€ de designar a sus equipos. Eso prueba lo naturalizado que estรก el patrimonialismo en la cultura latinoamericana: el director de una biblioteca pรบblica no es parte โ€œdel equipoโ€ de un presidente, sino de un cuerpo profesional de expertos al servicio del Estado y de la sociedad. Conceder un cargo de esta naturaleza โ€“no ministerial, no polรญticoโ€“ a un conocido por el solo hecho de que lo sea es una manifestaciรณn de la extendida apropiaciรณn de bienes pรบblicos por parte de los que ejercen el poder, y explica buena parte del fracaso de nuestros paรญses.

Tan grave como esos comentarios son aquellos que sugieren que el relevo de un funcionario es correcto porque โ€œlos cargos no son vitaliciosโ€. No se quiere sugerir asรญ que los cargos no son de quien los ocupa ocasionalmente, sino mรกs bien indicar lo contrario: que los cargos son un poco de cada uno de nosotros, y que pasarlos de mano en mano es el modo en el que todos ejercemos nuestro derecho a disfrutar de uno de tanto en tanto. Evidentemente, es un comentario ignorante y estรบpido, si no maledicente. Los cargos no son ni vitalicios ni transitorios, salvo los cargos electivos cuya limitaciรณn es constitucional. Los cargos deben ejercerse en funciรณn de la capacidad, y evaluarse en funciรณn de los resultados. Algunos ejemplos: Tony Marx es director de la Biblioteca Pรบblica de Nueva York desde 2011; antes que รฉl, Paul Le Clerc lo fue durante casi 18 aรฑos. El actual director ejecutivo de la Biblioteca Britรกnica, Roly Keating, lo es desde el aรฑo 2012. Los dos directores que lo precedieron estuvieron en el cargo once aรฑos uno (Sir Harry Hookwa) y doce aรฑos su sucesora, Dame Lynne Brindley (2000 a 2012). Jean-Noรซl Jeanneney asumiรณ como director general de la Biblioteca Nacional de Francia en el aรฑo 2002, y aรบn hoy, 17 aรฑos despuรฉs, permanece en el cargo. La actual bibliotecaria de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos (primera mujer y primer afroamericano en esa posiciรณn) fue designada en 2016. Su antecesor, el decimotercer bibliotecario, James Hadley Billington, estuvo en ese puesto desde 1987 hasta 2015, es decir durante ยก28 aรฑos! Daniel J. Boorstin lo fue por doce aรฑos, entre 1975 y 1987. Y L. Quincy Mumford lo fue durante veinte aรฑos, desde 1954 hasta 1974. Yo no sรฉ si los cargos son o no vitalicios, pero lo que es evidente es que no deberรญan ser sexenales. No deberรญan serlo, sobre todo, cuando quien lo ejerce ha resultado ser posiblemente la persona de Mรฉxico mejor calificada para hacerlo.

Soy amigo de Daniel Goldin. Escribo estas lรญneas con indignaciรณn y con tristeza, pero no por ello sin razones. Una vez mรกs, como ocurriรณ cuando Daniel debiรณ dejar el Fondo de Cultura, la arrogancia de la burocracia interrumpe un proyecto cultural, pero tambiรฉn polรญtico y social, de inmenso valor. Ahora como entonces, la ignorancia triunfa sobre la inteligencia, la prepotencia sobre la razรณn, la mezquindad sobre el bien comรบn. Ahora como entonces, quienes deberรญan proteger lo pรบblico vienen a destruirlo. Evidentemente, los fracasos reiterados de nuestros paรญses no son resultado de la ideologรญa de quienes los conducen, sino de los vicios de una cultura polรญtica compartida por todos. Una cultura polรญtica mediocre, patrimonialista, dominada por la incompetencia y por la estupidez.

 

Buenos Aires, 2019

 

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(Buenos Aires, 1960) es editor. Es el fundador y director de Katz Editores.


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