Paco Robles era el editor mรกs veloz de Espaรฑa y quizรกs de toda la lengua espaรฑola. Me gustaba subirme a su coche, sobre todo desde aquel viaje de Zaragoza a Barcelona en compaรฑรญa de Olga Martรญnez y Garriga Vela. No estoy seguro, pero me arriesgo a decir que era 2008. Viajรกbamos de noche, muy tarde, y dormirรญamos en su casa de Vilafranca para cumplir con un par de actos literarios al dรญa siguiente. Paco fumaba y bajaba la ventanilla a cada rato. Yo me congelaba y eso que no estรกbamos en lo peor del invierno. Hablamos poco por culpa del cansancio hasta que no abrimos mรกs la boca, y eso me asustรณ, la posibilidad de que el conductor estuviera tan cansado como el resto de pasajeros. Entonces me concentrรฉ en la carretera desde detrรกs de su nuca. Era una noche cerrada y no sรฉ cรณmo Paco podรญa ver el camino. Por un momento pensรฉ que aceleraba para no perder la lรญnea discontinua que nos guiaba, que si bajaba de ciento veinte nos perderรญamos. La situaciรณn me recordรณ a mi padre, que no es editor pero sรญ fue muy veloz. Y de pronto, me sentรญ protegido, comprendรญ que estaba en un coche familiar como el de hacรญa varias dรฉcadas en Perรบ y que nadie me cuidarรญa tanto como mis editores, con Paco al volante y Olga de copiloto. En la carretera, digo, porque en su labor editorial no existe un sรญmil automovilรญstico.
Paco, el hincha del Barza al que me gustaba picar un poco cuando su equipo flojeaba.
Volvamos a la carretera, que se convertรญa en la Ruta Candaya con cada nuevo libro que editaban, viajando a librerรญas por todo el paรญs para promocionarlo y contar ese hallazgo. Porque Paco entraba en un trance de entusiasmo que exhibรญa su fuerza como editor. La editorial que fundรณ con Olga ha recorrido ciudades y pueblos, ofreciendo un catรกlogo que conecta a los lectores de aquรญ con la Literatura Latinoamericana, y que se ha empezado a abrir mรกs hacia el ensayo en una vertiente radical, lejos del pensamiento conservador y las formas caducas, apostando por autores desconocidos. Porque si hay un punto en comรบn entre algunos de los mejores libros que Paco publicรณ es un carรกcter experimental, un enfoque novedoso, unas ganas de contar historias que nos iluminen.
Paco, el hombre que siempre vestรญa camisas de manga corta.
Paco, el amigo que reรญa hacia adentro.
Paco y el aura de profesor que siempre mantuvo.
Porque si nunca se quitรณ ese gesto de profesor que te interroga y te mantiene en vilo hasta que asiente, tambiรฉn fue un editor cuya curiosidad no se agotaba y he ahรญ la clave para que acertara en cada descubrimiento. No dejaba de preguntar quรฉ estabas leyendo cuando te reencontrabas con รฉl. Era capaz de separar la obra del autor cuando surgรญa un cuestionamiento extraliterario, y no tenรญa reparos en mostrar su devociรณn por los proyectos de algunos libreros que nacรญan a veces condenados a cerrar. Esa vocaciรณn lo llenaba de energรญa, y no siempre acababan cerrando. Asรญ empezaron a generarse la mayorรญa de las complicidades que han ayudado a que Candaya se gane el respeto y el afecto de tantos lectores desde todas las latitudes, a que se convierta en una editorial de referencia por su calidad y el trabajo con el lenguaje que reivindican. Para ellos no basta con contar una historia. Tanto la propuesta รฉtica como la estรฉtica deben romper el techo de lo convencional. Ademรกs, su decรกlogo no es negociable.
Paco, el editor que mรกs ruedas ha gastado por las carreteras de Espaรฑa.
Ya no estรก, se le ha fundido el motor.
Queda su obra, o sea sus autores.
Los veranos ya no serรกn lo mismo, amigo, me malascostumbrรฉ a reunirnos en El Mejillรณn Peruano con Olga y mis hijos, a darnos un abrazo hasta el siguiente encuentro, a verte de espaldas, abrazado a tu mujer, contemplando ese gesto que a veces es tan raro encontrar por la calle, como quien se encuentra una procesiรณn en verano.
Sรญ, he ahรญ la clave, esa ternura de gigante para editar libros, querer a cada nombre de su catรกlogo y hacerlo sentir que pertenece a una familia.
Gracias por cuidarnos.