Jaime Vite como Marilyn Monroe comprando un hot dog a las puertas del Nueve (1986). Foto: Armando Cristeto

Escenas de El Nueve

A propรณsito del estreno de la serie "Tengo que morir todas las noches", un repaso por la historia de la disco que en los aรฑos 80 fue punto de reuniรณn obligado para la comunidad LGBTQ+ en la Ciudad de Mรฉxico.
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A Henri Donnadieu

El Nueve tenรญa 120 apretadรญsimos metros cuadrados. Estaba en la calle de Londres, nรบmero 156, en la Zona Rosa, y abriรณ de 1977 a 1989. Habรญa sido un restaurante que estuvo cerrado dos aรฑos antes de que Henri Donnadieu y Manolo Fernรกndez lo convirtieran en la exitosa disco-bar. Fue muy concurrido por el pรบblico gay de clase media alta de los aรฑos ochenta, y viviรณ, en la ficciรณn y en la realidad, el acoso homofรณbico, la extorsiรณn y la clausura por parte de las autoridades del Distrito Federal โ€“entonces, como todo el paรญs, bajo el yugo priistaโ€“, ademรกs del implacable azote del sida, que diezmรณ cruelmente primero a esa poblaciรณn y luego, sin miramientos, a todo el mundo.

El Nueve ahora cobra renovada fama gracias a la serie Tengo que morir todas las noches. Dirigida por Ernesto Contreras y Alejandro Zuno, toma el libro de Guillermo Osorno (Tengo que morir todas las noches. Una crรณnica de los ochenta, el underground y la cultura gay, Debate, 2014) como pretexto y punto de partida para una ficciรณn en la que (des)conocemos a otros protagonistas y, sรญ, otra discoteca, esta espaciosa, con amplios salones y luminosos tocadores. (El propio Donnadieu escribiรณ poco despuรฉs su novelesca biografรญa: La noche soy yo, Planeta, 2019, que es complemento obligado del libro de Osorno.)

La serie ofrece una aceptable recreaciรณn de la รฉpoca y se potencia con la actuaciรณn de solventes actores y actrices, en su mayorรญa de la comunidad LGBTQ+; rostros y presencias post almodovarianas que refrescan la pantalla, particularmente Brays Efe, Silvia Navarro, Nova Coronel โ€“una grata revelaciรณnโ€“, Cristina Rodlo, David Montalvo y, en el papel estelar, Josรฉ Antonio Toledano como el joven Guillermo que llega a la capital para estudiar periodismo. Sus ocho episodios se permiten no pocas licencias con respecto al minucioso reportajeโ€“crรณnica de Osorno y despliegan varias subtramas que tienen como principal objetivo atraer a una audiencia contemporรกnea.

La verdad es que El Nueve consistรญa en apenas dos salones, uno frente a la barra y otro que era la pista de baile, con dos apretados baรฑos, uno para hombres, otro para mujeres y los dos para โ€œquimerasโ€ โ€“como decรญan mis amigos gays de esa รฉpoca, ya casi todos muertosโ€“, una cocina mediana y una pequeรฑa bodega.

En ese espacio se apretujaban cada noche cientos de personajes que parecรญan romper la ley de la fรญsica que dice que ningรบn cuerpo puede ocupar al mismo tiempo el lugar de otro, para bailar lo mรกs fresco del pop en inglรฉs y en espaรฑol que Barry โ€“se parecรญa a Barry Manilowโ€“ o Freddy hacรญan retumbar a todo volumen, encerrados en su nave-cabina espacial (los dos DJs ya descansan en paz).

El Nueve estuvo abierto durante el gobierno de Miguel de la Madrid (diciembre de 1982โ€“noviembre de 1988) y el primer aรฑo del de Carlos Salinas de Gortari. En diciembre de 1989, la Delegaciรณn Cuauhtรฉmoc decidiรณ clausurarlo de manera arbitraria despuรฉs de una redada igualmente injusta y salvaje, en la que decenas de parroquianos โ€“en su mayorรญa homosexualesโ€“ fueron detenidos y humillados. Vรญctor, uno de los porteros, estuvo encarcelado varios aรฑos. (Ah, ese Vรญctor… Una noche llegรณ al Nueve el querido crรญtico de arte, historiador y novelista Olivier Debroise [1952โ€“2008] acompaรฑado del cineasta alemรกn Werner Schroeter [1945โ€“2010], uno de los mรกs radicales e innovadores de la posguerra, director de La muerte de Marรญa Malibrรกn, 1972, y Palermo o Wolfsburg, 1980. El buen Vรญctor no los dejรณ entrar pues, les dijo, no cabรญa un alfiler, lo cual era cierto. Intentรฉ convencerlo, pero no cediรณ. Olivier y Werner se fueron a El Taller, la discoteca de Luis Gonzรกlez de Alba, a unas calles de ahรญ, en la avenida Florencia, y que era exclusivamente para hombres, de preferencia sudorosos, en untados jeans y camisetas. A Alejandra Bogue, por ejemplo, le negaron la entrada.)

La clausura fue un miรฉrcoles. Ese dรญa no habรญamos ido al Nueve; Roco, el cantante de Maldita Vecindad, y yo estรกbamos en casa de unos amigos y vimos la noticia en la televisiรณn. Una de las discotecas mรกs emblemรกticas, sรญmbolo de libertad y tolerancia, llegaba a su fin. Dรญas despuรฉs tambiรฉn la gigantesca discoteca Metal, a unas cuadras de ahรญ, en la calle Varsovia, otro proyecto flamante de Donnadieu y Fernรกndez, serรญa clausurada apenas a unos dรญas de su inauguraciรณn.

A mediados de la dรฉcada de los 80, el monero y artista Ramรณn Sรกnchez Lira, โ€œMongoโ€, y yo publicamos La Regla Rota, una revista contracultural de arte, rock y humor. Henri nos invitรณ a presentarla un jueves. Organizamos un performance de Marcos Kurtickz, un concierto de Ula โ€“cantante de Casino Shanghaiโ€“ y una programaciรณn musical muy heterogรฉnea, de Marilyn Monroe a Los Xochimilcas. No cabรญa un alma, nuestros invitados estaban extรกticos, entre artistas, escritores, periodistas, mรบsicos, gente de teatro y de cine. Una nueva fauna se enrolaba en las filas del Nueve, y muchos empezaron a asistir otros dรญas de la semana. La discoteca gay se democratizaba y se abrรญa a todos. Se volviรณ una supernova, literalmente.

Henri tiene un doctorado en Ciencias polรญticas por la Sorbona โ€“tuvo profesores como Maurice Duverger y Raymond Aronโ€“ y una de sus tesis es que la cultura se difunde mejor si hay un poco de diversiรณn. Eso hicieron รฉl y su socio Manolo. Fundaron la Kitsch Company, que representaba parodias y nรบmeros musicales estelarizados por el talentoso y enorme (medรญa dos metros de altura) Jaime Vite, cuyas caracterizaciones de Marilyn Monroe o Klaus Nomi fueron geniales. Ademรกs crearon el Nueve de Oro, un premio que otorgaban a personalidades de la farรกndula y el arte. En la discoteca se dejaron ver, en una sola noche, celebridades como Marรญa Fรฉlix, la espaรฑola Lola Flores y el escritor cubano Severo Sarduy. Por ahรญ pasaron Irma Serrano, Tere Velรกzquez, Nacha Guevara, Carlos Monsivรกis, Cachunes y Timbiriches, Sasha Sokol, la inefable Pita Amor y la imponente Xรณchitl, madrina de El Nueve a cargo de la gestiรณn de los permisos; la famosa travesti tenรญa un burdel en el que regenteaba a actrices y cantantes y al que asistรญan polรญticos y empresarios.

El poder de convocatoria de Henri Donnadieu era mรกgico y todo mundo querรญa estar cerca de รฉl. Usaba elegantes sacos de colores y tenรญa una sonrisa casi permanente. Nunca ha podido pronunciar bien el espaรฑol, ni tampoco mi nombre.

Henri quedรณ encantado con la noche de La Regla Rota y nos pidiรณ que todos los jueves organizรกramos algo. El rock empezaba a salir del letargo en que lo habรญa sumido Gustavo Dรญaz Ordaz y pensamos que serรญa una buena idea que tocaran en El Nueve bandas como Santa Sabina, Maldita Vecindad, Las Insรณlitas Imรกgenes de Aurora (despuรฉs Caifanes), Cafรฉ Tacuba, Fobia, Bon y los Enemigos del Silencio, El Personal (de Guadalajara), bandas punk como Atรณxxxico y Masacre 68 y algunas mรกs que no alcanzaron el รฉxito ni la fama. Incluso El Tri y Rockdrigo tocaron ahรญ, este รบltimo unos meses antes de morir sepultado en su edificio durante el terremoto de 1985. El Nueve tuvo un papel fundamental en el auge del nuevo rock mexicano, y habrรญa sido un buen soundtrack para la serie.

Fiestas temรกticas, de cumpleaรฑos y de disfraces, performances, peleas de box, funciones exclusivas de cine, como Querelle, de Fassbinder, y Yo te saludo Marรญa, de Godard, que ocasionรณ la clausura por unos dรญas, pues el crรญtico Andrรฉs de Luna publicรณ una reseรฑa y las autoridades, ni tardas ni perezosas, alegaron que habรญa sido una funciรณn clandestina, o algo asรญ.

El Nueve era un hoyo negro que absorbรญa a los mรกs variados personajes. Muchos de ellos fueron capturados por las cรกmaras de Armando Cristeto, Pedro Meyer y Rubรฉn Ortiz, entre otros fotรณgrafos. Aunque habรญa otras discotecas y antros en la Ciudad de Mรฉxico, ninguno tenรญa la magia de este pequeรฑo lugar: una chica colombiana nos dijo que lo mรกs parecido al Nueve era la Cantina de Oga, de La guerra de las galaxias.

Estos apuntes son apenas una probada de todo lo que fue aquella mรญtica y frenรฉtica discoteca cuya recreaciรณn glamorosa se aprecia en Tengo que morir todas las noches. Vale la pena ver esta serie como una invitaciรณn a sumergirse en esa รฉpoca turbulenta en la que, en medio del acoso y la represiรณn, todo estaba a punto de cambiar en la Ciudad de Mรฉxico. ~

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(Torreรณn, 1956) es periodista, escritor, editor de la revista cultural Replicante y profesor del ITESO. Actualmente estรก enfrascado en la redacciรณn de su primera novela.


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