¡Vamos, Islandia!

Hay muchos motivos para irle a este underdog de la Eurocopa. El mayor de todos es que le empató al Portugal del insufrible Cristiano Ronaldo.
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Me perdí los partidos clasificatorios, donde avanzaron por delante de Turquía y Holanda, pero en el duelo contra Portugal, los islandeses se dedicaron al jogo feito. Si hilaban tres pases era un milagro, la defensa desarmó ataques a base de puntapiés de liga llanera y sus delanteros estaban tan aislados del medio campo como su país está del resto del planeta. El gol de Bjarnason tuvo pinta de remate vanbasteniano hasta que la repetición en cámara lenta demostró que el islandés había conectado la bola con la espinilla, ayudado por la marca personal más laxa que he visto desde que Raúl Rodrigo Lara le permitió a Alemania clavarnos dos goles en Francia 98. Con un portero atento y una retaguardia más o menos ordenada les bastó para que Portugal no saliera con los tres puntos en la bolsa.

A pesar de su futbol elemental, he decidido que le voy a Islandia. De aquí a que regresen a Reikiavik, son mis favoritos. No puedo evitarlo. Me caen bien los underdogs.

¿Cómo no apoyar a un país que logró exprimir un puñado de jugadores de primer nivel entre 330,000 habitantes? Para ponerlo en perspectiva: la delegación Álvaro Obregón tiene más del doble de personas. Ya quisiera ver que solo del sur de la ciudad de México salieran once futbolistas capaces de estar a un pelo de clasificar a la Copa del Mundo y jugar un torneo como la Eurocopa.

El contingente de fanáticos islandeses que han pedido boletos para ir a Francia representa el 8% del total de su población. Eso es apoyar a tu equipo y no pedazos.

Luego está el rival al que le empataron. La escuadra portuguesa está fincada en los dos grandes pilares de la antipatía futbolística actual: Pepe, carnicero con cara de bebé irritado, zaguero sucio y chillón, y Cristiano Ronaldo, un maniquí al que no se le borró la sonrisita socarrona (como si la victoria fuera un hecho) hasta que Bjarnason clavó su espinillazo al minuto 51. A partir de ahí, CR7 dio cátedra de indignidad, dentro y fuera de la cancha. A la ingenuidad islandesa –un equipo estoico y limpio, que aún no aplica el colmillo para tirarse al césped y hacer berrinches-, Ronaldo y sus secuaces respondieron amedrentando al árbitro, quejándose de cada silbatazo y reaccionando a cualquier roce como si se les acabara de quebrar la pierna en tres. Al final del partido, CR7, incapacitado para la clase, declaró que Islandia tuvo una mentalidad chiquita y que habían festejado el empate como si hubieran ganado el torneo (en The Guardian, Paul Doyle le recordó al 7 del Madrid que cada penal que anota amerita una rutina de Chippendale). Si su reducido tamaño y la lealtad de sus fans no eran suficiente, con empatarle a este Portugal basta para echarle porras a Islandia.

Además, los islandeses tienen una cuenta en Twitter, @rvkgrapevine, que se ha dedicado a registrar el paso de su pequeña nación por la Euro como una saga vikinga. Halldor Laxness estaría orgulloso. Los tuits son geniales, disfrazando un ánimo autodeprecatorio con grandilocuencia, el antídoto perfecto para tanto comentario futbolero inflado, como si el desempeño de un país en la Eurocopa (o la Copa América) fuera un asunto de vida o muerte. Los islandeses saben que estar en Francia ya es motivo para festejar. Si en el camino le queman el hígado a mamones como Ronaldo, pues qué mejor. ¡Venga, Islandia!

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Coeditor del sitio de internet de Letras Libres. Autor de Tenebra (Seix Barral, 2020).


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