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Casa propia, problema de todos

La obsesión mexicana por tener casa propia afecta de muchísimas maneras a la población, tanto en tiempo como dinero. Es hora de pensar en otro modelo.
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Comprar una casa parece una buena idea. Para muchas familias es una manera de obligarse a ahorrar y de construir un patrimonio. Cuando alguien contrata un crédito hipotecario, sabe que destinará un pago mensual para algo tangible, en lugar de dejar que el dinero desaparezca en el pago de un alquiler.

Pero las cuentas no siempre salen. Para encontrar una casa con jardín, patio para lavar y cochera, hay que ir cada vez más lejos de la ciudad. Los centros de las principales ciudades del país se han ido despoblando. Las dos zonas metropolitanas más grandes después de la ciudad de México, Guadalajara y Monterrey, vivieron ese proceso entre 2000 y 2010. En sus zonas céntricas, la densidad de población bajó 15%, mientras que en las áreas a más de 10 kilómetros del centro aumentó 50%. Hay otras ciudades, como Saltillo, Mérida o Toluca, donde el despoblamiento del centro y el éxodo a las afueras es más marcado.

La ciudad de México tiene muchos ejemplos del costo en tiempo y dinero que implica el crecimiento disperso. Una trabajadora del hogar en la Condesa en la ciudad de México llega a hacer más de dos horas de viaje desde su casa a su trabajo y gasta el mismo tiempo de regreso. Y eso es apenas una muestra. Entre la Glorieta Insurgentes y Zumpango, uno de los grandes desarrollos de vivienda en el Valle de México, hay 40 kilómetros que se recorren en más de dos horas, con un gasto de cuando menos 50 pesos diarios.

Las familias de México gastan 19% de su ingreso en transporte, contra el 17% destinado a traslados por las familias estadounidenses. Según la encuesta nacional de uso del tiempo, las familias mexicanas destinan 5% de su día a traslados al trabajo.Y ese es un promedio. Así, el afán por tener casa propia nos hace destinar más recursos al transporte, como familias y como sociedad, ya sea para comprar coches o para pavimentar calles y mantener sistemas de transporte público.

Cuando se hace un fraccionamiento lejos de los centros laborales, los primeros ocupantes tienen costos extra. Al llegar, no tienen transporte ni caminos suficientes. Es hasta que un desarrollo se va poblando cuandoempieza a haber más transporte público y mayor seguridad. Cada vez que se abre un desarrollo hay que esperar a que se junte la suficiente masa crítica para que sea rentable crear transporte nuevo, en lugar de aprovechar la infraestructura que ya existe en las ciudades.

México está entre los países de la OCDE con un mayor porcentaje de familias que viven en casa propia, con 72%, muy por arriba del promedio de los miembros de esa organización. En general, los países más ricos de la OCDE tienen menor porcentaje de familias que viven en casa propia. En Suiza, 40%; en Alemania, 45 y en Estados Unidos, 63%.)))

Y según la OCDE, el esfuerzo de las políticas públicas por construir casas, “es uno de los varios factores que han contribuido a que México tenga una de las tasas más altas de viviendas deshabitadas (14.2%) en toda la OCDE, superando incluso a las de aquellos países que han salido recientemente de una burbuja inmobiliaria como, por ejemplo, Irlanda, España y Portugal”.

Esto se debe a que, después de hacer el esfuerzo por comprar las viviendas, las familias encuentran que no pueden pagarlas o que no les conviene seguir en el mismo lugar, por lo lejos que están de los centros de trabajo o lo inseguro del traslado.

Como muestra un botón: según calcula Isela Muñoz, ingeniera de maquiladoras y consultora en finanzas personales, en Ciudad Juárez, una empleada de la maquila recorre cerca de media hora desde su trabajo a una vivienda en Riberas del Bravo, una de las colonias inauguradas hace 15 años por el gobierno estatal. Muñoz señala que hay colonias de Juárez en las que el transporte público no entra durante ciertas horas del día, por la inseguridad. Hace poco, el ayuntamiento de Juárez publicó que había podado árboles y retirado 9.3 toneladas de maleza porque los vecinos reportaron “que los delincuentes (las) utilizaban para esconderse de las autoridades al momento de cometer algún delito”. Y a eso le suma que el año pasado se inundaron 9,000 casas de Riberas del Bravo, según refieren los periódicos locales. No es difícil entender que Juárez tenga la tasa más alta de desocupación de viviendas del país, con 20%.

Si una familia compró su casa con la intención de venderla más cara años después, tendrá más problemas para colocarla si la vivienda de al lado está abandonada. En efecto, un estudio realizado en la ciudad estadounidense de Topeka, encontró que el valor de venta de las casas en cuadras donde no hay viviendas abandonadas es hasta 7% mayor que en aquellas donde sí las hay. El mismo estudio también encontró indicadores de mayor inseguridad en las casas abandonadas.

Para las familias de escasos recursos, comprar una vivienda “es una trampa”, dice Manuel Molano, director adjunto del Instituto Mexicano para la Competitividad.

El afán de tener casa propia atrapó a algunos acreditados del Infonavit. El instituto reporta que tiene más de 73,000 viviendas no habitadas en el país, por créditos que se dejaron de pagar, en muchos casos porque el acreditado perdió su empleo. Pagar los créditos se fue complicando para muchas familias, en parte porque las deudas se actualizaban de acuerdo con el aumento del salario mínimo.

Aunque ese sistema de actualización ya se terminó, Fernando Soto-Hay, director de Tu Hipoteca Fácil, una consultora sobre créditos hipotecarios, calcula que más de 6 millones de acreditados del Infonavit tienen un préstamo que se va actualizando, lo que les hace más difícil terminar de pagarlo. Según las cuentas de Soto-Hay, hay acreditados del Infonavit que deben más hoy que hace cinco años, a pesar de que pagan puntualmente.

Y eso con el Infonavit. Un estudio del IMCO encontró que 67% de las viviendas en México son de propiedad informal, lo que complica su venta. Y aumenta las probabilidades de que estén en zonas con pocos servicios o de riesgo.

Parece que nuestra idea como sociedad es que cada familia resuelva su propio problema de vivienda. Pero esto termina por no ser así, porque se generan costos que pagamos entre todos: la inversión en infraestructura para el transporte hacia las zonas alejadas, así como las pérdidas por la inseguridad y el desperdicio del tiempo, que se dedica a traslados en vez de a capacitación o diversión. Habrá que sumar lo que le cuestan a instituciones como el Infonavit los créditos no recuperados.

Los costos para todos de las casas propias están creciendo. Es hora de pensar en otro modelo.

(Con información de César Acosta)

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Economista, periodista y editor.


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