Foto: Tina Norris / Future Library Press

“No se puede prescribir la escritura”. Entrevista a Valeria Luiselli

Hace unos días, la escritora mexicana entregó un manuscrito que forma parte de la llamada Biblioteca del Futuro. Con esa ocasión, una plática sobre escribir para el porvenir y tomar riesgos en la escritura
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El último domingo de mayo en Oslo. Un día soleado en que la escritora mexicana Valeria Luiselli (1983) es la décima autora –primera latinoamericana– en entregar su manuscrito para la Biblioteca del Futuro. La ceremonia de entrega acaba de terminar y nos sentamos en medio de este bosque ubicado a las afueras de la ciudad, en Nordmarka. Tuvimos que caminar un par de kilómetros desde la estación de tren más cercana para adentrarnos en la exuberante atmósfera donde crecen mil árboles que serán la materia prima con la que, dentro de 90 años, en 2114, serán impresos libros de los cien manuscritos que habrán entregado igual número de autores. El proyecto de esta biblioteca inició en 2014, liderado por la artista escocesa Katie Paterson y Anne Beate Hovind, presidenta de Future Library Trust. Antes de Luiselli, nueve escritores, entre ellos Margaret Atwood (2014), David Mitchell (2015), Karl Ove Knausgård (2019) y Ocean Vuong (2021) entregaron ya sus obras.

La fuerza de la resonancia es el título del manuscrito que Luiselli tardó en escribir nueve meses. “Está escrito en español e inglés, un texto completamente bilingüe”, diría la autora.

En la ceremonia, Luiselli habló de catástrofe y comienzos, de las cosas que aparecen. “Me gustaría escribir de una catástrofe al revés, del fin del mundo al principio. La historia perdida. La historia de las cosas que aparecen, no de las que desaparecen”. El paisaje sonoro se mezcló con grabaciones de la voz de su hija pequeña para finalizar con un son jarocho cantado en español y a viva voz por Heiblum.

En su discurso, la autora de Los ingrávidos y Papeles falsos hizo referencias a las eras geológicas y a la Luna, la Tierra, las fuerzas de la emancipación, los sonidos y resurgimientos. “Estamos viviendo al borde del tiempo. Parece que vivimos cerca del final de algo. Tal vez en otro comienzo los antiguos volverán. Las ballenas nadarán sobre las dunas, arenas tranquilas. Los restos de viejos misiles serán cubiertos de coral”.

Valeria ahora bebe agua mientras revela que la obra que se almacenará horas más tarde en la Sala silenciosa de la biblioteca pública Deichman Bjørvika hasta 2114 es un manuscrito de 230 cuartillas. Dice que escribir La fuerza de la resonancia fue como una “carrera de relevos en ambos idiomas”. A diferencia de otros libros, Luiselli afirma que este le dio una “brújula moral”.

Has dicho que escribes a mano y que entregarías un manuscrito así.

Finalmente no, el proceso de escribir a mano, sabiendo que era la única y última versión, era demasiado complicado. Más bien, los primeros meses escribí a mano y después transcribí, pero siempre empiezo a mano. Todos mis manuscritos empiezan así.

¿Escribías una parte en español y otra en inglés?

La verdad, sin orden ni método escribo en ambos idiomas. Cuando un idioma no me basta o no me encuentro en él o no encuentro lo que quiero, cambio al otro, y de hecho sucede con un libro que estoy escribiendo ahorita. Escribo en español un tramo; cuando topo con pared, transcribo todo eso al inglés y casi siempre no topo con la misma pared, entonces puedo seguir un poco más y luego cuando topo con otra, cambio. Es como una carrera de relevos en ambos idiomas.

¿Cómo te sientes más cómoda?

Me siento igual de incómoda en ambas. Hay una incomodidad creativa. No siempre es el caso, pero casi siempre la ruta directa es la menos interesante. Entonces la incomodidad, el no saber decir, los pasos tentativos y finalmente, la circunnavegación, tienden a producir la escritura que me interesa más.

¿Reformulaste tu escritura a partir de que fuiste escogida para formar parte de la Biblioteca del Futuro?

La experiencia de escritura con este manuscrito fue muy distinta y me imagino que eso va a tener un efecto en lo que estoy escribiendo ahorita y lo que voy a escribir posteriormente.

Siento que me di permiso de tener una libertad formal en este manuscrito. Yo siempre he experimentado bastante con la forma, nunca he escrito una novela con una forma preestablecida porque no sé hacerlo. Sin embargo, no se compara la libertad formal que encontré con ese manuscrito con la de anteriores libros. Fue algo nuevo para mí y que aprecié enormemente, porque esa libertad formal me permitió destrabar algo emocional; es un manuscrito profundamente emotivo, al mismo tiempo que es osado, formalmente hablando.

Por otro lado, no saber cómo se va a leer, ni cuándo, también es muy liberador porque te puedes separar del libro que se está escribiendo, disfrutar el proceso y tener menos preocupación por el resultado. Yo siempre he estado más interesada en el proceso que en el resultado, pero en este caso, no va a haber eco del resultado, no voy a saber.

Algo también muy bonito fue esta relación con el futuro abstracto. Queriendo de alguna manera decir algo que sea de valor para el futuro, sentí una responsabilidad de no decir cualquier cosa. Y en un momento dado me di cuenta de que mi hija menor, Lía, que tiene dos años y medio, podría seguir viva, y eso me dio una brújula moral, una brújula estética. Simplemente imaginar que ella podría leerlo fue fabuloso, una fuerza que me movió en el proceso de escritura. Espero que lo lea con buena salud, la pobre tendría 93 años.

Cada uno de tus libros tiene un riesgo, experimentas en cada caso. ¿Cuál es el mayor que has tomado?

En este libro, por ejemplo, el arrojo al bilingüismo. Es un libro completamente bilingüe y eso no significa un idioma rociado apenas con puntitos de otro, sino bilingüismo puro, real, el que hablo, el que todos mis días me atraviesa porque vivo en un contexto absolutamente bilingüe. Mi familia habla español, el mundo que nos rodea habla un poco español, un poco inglés. No te puedo decir nada sobre el libro, pero sí que está en los dos idiomas.

Desde 2008 vives en Estados Unidos. ¿Cómo has valorado y sentido el pulso de la literatura latinoamericana desde ese sitio?

Siempre estoy al tanto, leo a mis contemporáneos, tengo muchos amigos y amigas que son escritores y que hemos ido creciendo juntos, nos leemos unos a otros, nos discutimos, nos pensamos. Nunca me he sentido desconectada de mi mundo latinoamericano, sobre todo en Nueva York, porque es una ciudad profundamente latinoamericana.

¿Qué autores te interesan?

Siempre estoy pendiente de lo que escriba Samanta Schweblin; soy muy cercana –y nos vemos mucho– a Laia Jufresa. Me interesa el trabajo de Alejandro Zambra, al que leo asiduamente desde hace muchos años. Podría enumerar tantos, la verdad, pero lo dejo en tres.

Eres joven como escritora y ya has recibido premios muy importantes, como el Art Seidenbaum Award for First Fiction que otorga el Los Angeles Times, el American Book Award y el International Dublin Literary Award, ¿te falta alguno?

Me falta un reconocimiento de mi país. Bueno, tengo uno solo (el premio de la Feria del Libro del Estado de México 2022), no tengo más.

¿A qué lo atribuyes?

No lo sé, quizás un castigo por haberme ido a Gringolandia demasiado pronto.

¿Cómo imaginas el futuro de la escritura?

Lo imagino diverso, provocador, conflictuado, como estamos ahora con las tecnologías que nos rebasan. Lo imagino como un espacio de resistencia a las tecnologías, a la violencia, a la ignorancia, no creo que eso cambie. La cuestión de la escritura es que la hacemos todos y todas, puede ser utilizada para las peores cosas, pero también es una trinchera de resistencia para tantas otras. Y no se puede prescribir la escritura, entonces no pertenece a nadie.

Mencionaste que tienes un nuevo libro. ¿Qué podemos saber de él?

Todavía nada, el título: Principio, medio y fin, es una novela. Estoy también escribiendo otro libro, un ensayo largo sobre la escritura en contextos de centros de atención y de vigilancia. Yo he trabajado mucho con la población indocumentada y trabajé un tiempo en centros de atención dando clases de escritura creativa a un grupo de jovencitas. Entonces estoy escribiendo un ensayo que por ahora se llama, “A veces, a través”, pero es un mal título, entonces no sé cómo se va a llamar. Lo estoy escribiendo simultáneamente en español y en inglés. La nueva novela sí la estoy escribiendo por ahora en inglés.

¿Sigues moviéndote entre los temas de migración, patria, identidad, cartografías?

Sí, catástrofe climática, nuestra imaginación como fuerza de resistencia. También estoy trabajando con Leonardo Heiblum y Ricardo Giraldo desde hace más de cuatro años, estamos grabando un paisaje sonoro de la frontera México-Estados Unidos. La pieza final son 24 horas sonoras que documentan el paisaje sonoro de esa zona.

Hasta ahora, desafortunadamente, solo hemos grabado del lado gringo, porque del lado mexicano es mucho más peligroso y difícil viajar; podemos entrar y salir –por ejemplo por Tijuana, Mexicali, y fuimos a Ciudad Juárez hace poco–, pero no podemos transitar la frontera. Hacemos presentaciones, pero vamos a montar una instalación sonora en Nueva York en diciembre. Se llama Ecos de la frontera.

¿Entonces tienes otros intereses artísticos aparte de la escritura?

Por el sonido y hasta cierto punto la fotografía, ambas cosas son parte de mi proceso de escritura. Aunque jamás diría: Hola, soy Valeria, artista transdisciplinaria. Solo son mis zonas de curiosidad.

¿Tienes rituales para escribir?

Ahora que soy más vieja me levanto a las 5 o 6 de la mañana, máximo, y escribo las primeras horas del día en silencio. A veces, cuando ya estoy profundamente adentro de un manuscrito, puedo escribir a lo largo del día también. Antes escribía de noche, fumando muchísimos cigarros, ahora ya no.

¿Qué opinas sobre la actual política cultural del libro y la lectura en México?

Creo que la lectoescritura no se puede prescribir porque en cuanto se convierte en una obligación, se le quita el placer y la gente no puede leer sin placer ni curiosidad. Yo tuve la fortuna de tener grandes profesoras y profesores de literatura en la preparatoria, sobre todo, y gracias a ellos mi vida es mucho más rica de lo que pudo haber sido. Lo que hace falta es gente apasionada por la literatura que pueda contagiar a la gente joven de eso. Por supuesto que hay un componente de esfuerzo, sin esfuerzo no conocemos nada. No debería de ser visto como un deber. No sé cómo se hace, pero hay gente que lo hace y puede transferir esa pasión a otros.

*

En el quinto piso de la biblioteca Deichman Bjørvika –al lado de la ópera de Oslo–, la mexicana conversa con Carina Elisabeth Beddari ante un público que llena la sala y celebra “que una autora en español” sea parte del proyecto.

Valeria lanza la provocación para que los asistentes escriban, en el idioma que quieran, una frase o sonido que les gustaría escuchar en el futuro, dentro de 90 años. Muchas manos alzadas y una española grita gustosa: “Yo escribiré: el llanto de un niño”. Las frases se guardarán junto con el manuscrito para ser parte del libro.

En su conversación permea la esperanza, un futuro con menos angustia, sin ánimos de desastre y lleno de preguntas. ¿Cómo movernos con el nuevo tiempo sin ir en su contra? ¿cómo nos involucramos en cosas que nos permiten experimentar un momento del futuro sólo imaginándolo?

El manuscrito está listo para su entrega y a la Sala silenciosa entran Valeria, Katie y Anne. Hecho está. La fuerza de la resonancia se leerá en nueve décadas.~

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Director de escena, dramaturgo y periodista de artes escénicas. Ha publicado también narrativa. Fundador de la editorial Cosa de muñecas.


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