En cubierta el hombre mira el horizonte, apenas un momento porque la proa se eleva y lo cubre todo. El hombre siente mareos. La madera cruje, las olas golpean el casco del barco y el agua está en su rostro, su ropa. La sal arde en los ojos. ¿Y esa mancha a la distancia? No, no pueden ser piratas. Con la tela de su hábito se seca la frente, murmura una oración. Se pasa la lengua por los labios, repite la oración. La mancha sigue ahí.
Este es el protagonista que Wilfried N’Sondé ha creado en la novela Un océano, dos mares, tres continentes (Elefanta Editorial, 2022). Su nombre es Nsaku Ne Vunda, nacido hacia 1583 a orillas del río Congo. Huérfano y criado por misioneros, recibe el nombre de don Antonio Manuel el día de su ordenación como sacerdote. El rey de los bakongos le pide que viaje a Roma y que sea su embajador ante el Papa. Solo que al aceptar el viaje, Antonio Manuel ignora lo que le aguarda: la travesía hacia el Nuevo Mundo, las tormentas, los ataques de piratas, las enfermedades. Y que el barco va lleno de esclavos.
Nacido en 1968 en Brazzaville, Congo, Wilfried N’Sondé creció en la Île-de-France y vivió en Berlín durante veinticinco años. Ahora reside en Lyon. Autor de seis novelas, N’Sondé explora la experiencia del exilio, la identidad y las formas que el individuo puede encontrar para resistir la violencia de su entorno. ¿Se han entendido las causas de la esclavitud? ¿Por qué el dinero le roba la humanidad a tantos? Estas son algunas de las preguntas que el autor postula en Un océano, dos mares, tres continentes.
¿Cómo conseguiste recrear la forma de viajar en la época en que transcurre tu novela?
Me tomó siete años escribir este libro. Cuatro fueron de investigación sobre el reino del Congo a comienzos del siglo XVII, la navegación de esa época, en especial los barcos que llevaban esclavos, la forma en que operaban los piratas, también Portugal, España y el Vaticano. Se requería una documentación sólida. Me interesaba revisitar la historia de la trata de esclavos trasatlántica sin tener en cuenta el color de la piel. Tenía el deseo de probar que el pretexto del color de la piel sobre la historia de la trata de esclavos intervino solo en el siglo XVIII. Fueron más de cuatrocientos años. Hay más de una historia de la trata trasatlántica.
En el proceso de escribir este libro, ¿qué aprendiste sobre la esclavitud?
El filósofo francés Pierre-Joseph Proudhon dijo que para un día poder acabar con la guerra, tenemos que realmente entenderla. Yo pienso que con la esclavitud es lo mismo: hay que entenderla a fondo. El mundo entero ha tenido sistemas de esclavitud. Egipto antiguo, Grecia, Roma, el Japón feudal, la China imperial, los incas, los mayas y los aztecas. Lo que es muy inquietante es que todos los continentes han conocido la esclavitud. Es una forma de pensar la sociedad, la economía, que ha estado y sigue estando muy presente en el ser humano.
Una de las razones por las que escribí este libro está ligado a lo siguiente. Yo regresé a Congo cuando tenía casi cuarenta años. Un tío me dio una visita guiada de la capital y me explicó que mi familia había sido dueña de esta propiedad y aquella, y entonces le pregunté: “¿Desde cuándo esas propiedades estaban en la familia?” Me respondió que desde hacía muchos, muchos años. “¿A qué se dedicaban para haber podido adquirir todo eso?”, le pregunté. Y entonces me dijo: “Tus antepasados vendían seres humanos.” La realidad me golpeó. A mí, a mis hijos. Es por eso que me parece muy importante comprender lo que es la esclavitud y no resumirla en una historia en blanco y negro de europeos malvados y africanos inocentes.
¿De dónde surgió tu interés por el protagonista, Nsaku Ne Vunda o don Antonio Manuel?
En la basílica de Santa María Maggiore en Roma hay un busto en mármol negro de Antonio Manuel. El busto existe desde 1604. Surge la pregunta: ¿qué hace este hombre aquí? Está en mármol negro, no hay ambigüedades. Tiempo después supe que había sido una petición del Papa Clemente VIII. Quería un embajador de África en el Vaticano. Después de los cuatro años de viaje de Antonio Manuel a Brasil, Portugal, España, finalmente llega a Roma y se encuentra con el Papa Pablo V. La historia dice que el papa se impresionó por su intelecto, su inteligencia, y por la profundidad de su fe. A tal grado que cuando Antonio Manuel muere, se establecen cuatro días de duelo. Cuatro días de duelo por un africano en Roma en 1604. Y se decide que sea enterrado en la basílica Santa María Maggiore, además de la construcción del busto. Y estamos en plena época de la trata de esclavos. En ese momento me di cuenta que ese personaje tenía algo misterioso y al mismo tiempo fascinante.
Cuando descubro su vida, veo de inmediato que es una novela. Su viaje de Luanda hasta Roma es una serie de aventuras, de suspenso, lo tiene todo. En el barco ocurren tempestades, ataques de piratas barbarescos. Después está su escape a Portugal, el camino que hace a pie en Castilla, el encuentro con la inquisición que lo encarcela. Es un horror. Pero al final escapa. Además es un personaje que nace en el periodo de la trata de esclavos pero que no es ni esclavo ni comerciante de esclavos. Tiene un punto de vista neutro. Y en el barco, aunque tiene el mismo color de piel que los hombres que van encadenados, él no. Su mirada es única y distinta. Tuve suerte de encontrar su historia. Es un personaje que provoca la reflexión. Invita a revisitar ese periodo con otro punto de vista.
¿Quiénes eran los piratas barbarescos?
En el contexto de las guerras religiosas en Europa, los holandeses estaban en conflicto contra España y Portugal. Los holandeses le pidieron al sultán de Argelia la posibilidad de crear una base marítima en el norte de África para poder atacar más rápido a los barcos españoles y portugueses. Pasaban por Gibraltar y luego los ataques ocurrían en el Atlántico. El sultán, que estaba en contra de los españoles y portugueses, aceptó la petición pero puso una condición: se tienen que convertir al islam. Estamos hablando de marina holandesa en el norte de África. Al principio se trataba de marinos que trabajaban, por así decirlo, bajo la orden del gobierno holandés. Pero después, cuando dejaban los servicios oficiales, se convertían en piratas. Trabajaban para ellos mismos.
¿Cómo cambia don Antonio Manuel al final de su viaje?
Es un sacerdote que deja su iglesia en el sentido geográfico, que sufre a lo largo de ese viaje, y luego regresa a la iglesia en Roma. En ese viaje su fe se ve amenazada por todo lo que le ocurre. Pero se sabe, gracias al papa Pablo V, que su fe se mantiene intacta al final. Para un novelista es lo ideal, tener un personaje el cual sabemos que al final va a resistir pero que va a sufrir. Habrá todo tipo de tentación, de obstáculos. Se tiene que enfrentar a los traficantes de esclavos, el rey del Congo, de España, de Francia, de Portugal, el Papa. Las potencias de la época. Este hombre que no tiene más que sus sandalias y sus hábitos, y que al final gana.
Las estructuras sociales pueden cambiar de un momento a otro, pero a veces no lo vemos.
Uno de los errores del ser humano cuando no está directamente involucrado en un sistema de esclavitud es creer que eso no le afecta. Basta un pequeño cambio para que nos demos cuenta que sí. En 1848, Francia prohíbe la esclavitud. Los esclavos adquieren los derechos cívicos de cualquier ciudadano francés. Derecho al voto, la herencia, etc. Pero esta nueva ley solo aplica a los hombres. En 1848, las mujeres francesas no tenían el derecho al voto. Los hombres que un año antes eran esclavos, adquieren los mismos derechos que los hombres nacidos franceses. Las mujeres francesas que un año antes tenían una posición dominante sobre los hombres sometidos como esclavos, pierden entonces la posición de poder sobre ellos. De un momento a otro. Así puede pasar cualquier día. Se reorganizan las estructuras de poder.
En estos momentos se puede hablar de otro tipo de esclavitud. A la atención en redes sociales, a las empresas detrás, al capitalismo. ¿Es posible liberarse de todo ello?
Vivimos en la reducción de la sociedad, de lo humano al enriquecimiento material y monetario. Un ejemplo. En un barco que transporta hombres y mujeres esclavizados, solo hay una cosa que importa: ¿cuánto dinero se va a ganar? Lo humano no tiene importancia en ese caso, lo material sí. El grumete o muchacho que ayuda en el barco no tiene importancia. Su presencia se ve incluso como un problema porque su existencia tiene un costo. En esos barcos iba un médico para los hombres sometidos como esclavos, pero ese médico no podía tratar a los marinos. En muchas ocasiones, los marinos recibían menos comida, menos cuidado que los esclavos porque había un capital en juego.
En el capitalismo y colonialismo, el problema es justamente ese. Lo único que importa es el dinero. El enriquecimiento. Otros valores no cuentan.
¿Por qué lo material nos atrae tanto?
Porque ofrece placer inmediato. El dinero satisface placeres de muy corto plazo. Pago y lo obtengo. Se debe explicar a la gente que el ser un humano es rico y complejo pero se requiere tiempo para desarrollar esas cualidades. La gran fuerza del capitalismo es lo que ofrece en muy corto tiempo. Si tengo hambre y tengo dinero, puedo comprar lo que se me antoje y listo. Solucionado. A nivel nutricional, quién sabe. Por otro lado, puedo sembrar en un jardín pero eso requiere tiempo, esfuerzo, sudor pero voy a obtener comida sana. Mis descendientes también. Pero requiere que el ser humano se proyecte hacia el futuro y no piense solo en lo inmediato. Hay que inculcar esto en la educación. Eso involucra hacer atractiva la inversión en cosas a largo plazo en nuestra sociedad.
Tienes cinco hermanas, cuatro hermanos. La mitad ha aceptado el pasado familiar, la otra mitad no. ¿Por qué?
Es algo extremadamente incómodo. Te turba. Prefieren pensar que los ancestros eran grandes artistas, reyes y reinas, y no mercaderes de esclavos. Es un problema porque te obliga a cuestionarte, a reflexionar y comprender el porqué de las cosas. Es más fácil tener una visión simple de la historia, buenos y malos. Es más fácil decir: “No, es imposible que los africanos participaran en el comercio en eso. Es imposible que mi propia familia participara en la trata de esclavos”. Es más conveniente pensar: “los que hicieron mal son los otros”. Y es por eso que la literatura es importante. En ella se puede tomar el tiempo para hablar de todas las complejidades que existen.
La bondad y la violencia habitan en todos.
Sí. Esa es la complejidad. Primero debemos tener conciencia de ello, para luego aceptarla plenamente. Y para luchar contra también contra lo que es negativo e impulsar lo positivo. Pero es indispensable que todos tomen conciencia de que lo negativo habita en ellos. Si alguien ataca a mis hijos, me convierto en una bestia salvaje. La violencia habita en mí también. ~
es periodista y narrador. Ha vivido en Bélgica, Estados Unidos y Noruega. Es autor de las colecciones de cuento Y sin querer te olvido (Felou, 2014) y Silencios al sur (Felou, 2017). Parte de su obra ha sido traducida al francés y al neerlandés.