Entrevista a Andrew Roberts: “No es extraño que muchos jóvenes piensen en Churchill como en un héroe de ficción”

El historiador británico habla sobre su historia de la Segunda Guerra Mundial y sus biografías de Napoleón y Churchill.
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Entre 1939 y 1945, cerca de 50 millones de personas murieron en la Segunda Guerra Mundial. Los nazis llegaron a controlar un área equivalente a dos veces la del Imperio Romano, mientras que Japón llegó a conquistar más de 32 millones de millas cuadradas de la superficie terrestre. El historiador británico Andrew Roberts (Londres, 1963) ha escrito casi veinte libros entre los que incluye una de las biografías más completas que existen de Napoleón, biografías de eminentes británicos como Lord Halifax o Salisbury, y diferentes libros sobre la Segunda Guerra Mundial, entre los que destaca La tormenta de la Guerra.

¿Por qué es tan relevante para los Británicos la Segunda Guerra Mundial?

Para un inglés es fácil olvidar que la Segunda Guerra Mundial fue tan importante para nosotros como para el resto del mundo; incluidos aquellos países como España que permanecen neutrales. De hecho, fue especialmente importante para los británicos que España permaneciera neutral. Con todo, para el pueblo británico la Segunda Guerra Mundial tiene un elemento épico fundamental; es, en definitiva, cuando los británicos toman conciencia de forma muy clara de su orgullo británico, y es lo que hace que volvamos una y otra vez al periodo especialmente clave de mayo de 1940 hasta junio de 1941. Este fue un momento en el que prácticamente toda Europa estuvo dominada por el fascismo y donde Gran Bretaña se mantuvo en solitario contra la tiranía de Hitler. Al margen de la resistencia en solitario durante esos meses clave, por supuesto, Gran Bretaña participará en el día D, bombardeará Alemania con intensidad y obtendrá una importante victoria en la guerra en el mar.

Aunque la guerra era imposible de ganar sin la involucración de americanos y rusos, ese momento crucial de 1940-41, en el cual el mundo necesitaba que Gran Bretaña permaneciera firme contra la amenaza fascista, permanece como una importante fuente de orgullo para los británicos.

En La tormenta de la Guerra dedica muchas páginas a discutir sobre los errores militares y políticos de Hitler. ¿Hasta qué punto estos errores de juicio son importantes para entender el desarrollo de la contienda?

Podemos afirmar que la Segunda Guerra Mundial más que ganarla los aliados, la pierde el propio Hitler por toda una serie de importantes errores políticos y militares. En el libro se detallan entre 15 y 20 errores importantes que finalmente decantaron felizmente la balanza hacia el bando aliado. Lo anterior no quita mérito de los muchos éxitos y grandes victorias alemanas: por ejemplo, la aplastante invasión de Polonia, y las sucesivas campañas, igualmente exitosas, de Dinamarca y Noruega. Hitler también fue capaz de tomar Yugoslavia y Grecia en menos de tres semanas. Todas estas rápidas victorias tuvieron el efecto de generar tanto en Hitler como entre los principales altos mandos militares una sensación de excesiva confianza en su capacidad como estratega militar.

Una de estas situaciones, por ejemplo, es cuando Hitler vacila a la hora de asestar el golpe definitivo en Dunkerque.

Hitler se niega a atacar con los panzers el 24 de mayo de 1940 por miedo, en ese momento, de asumir demasiados riesgos, lo que es un elemento clave para comprender cómo los británicos pudieron escapar. Otro error importante, probablemente entre los definitivos, fue declararle la guerra a los EE. UU el 11 de diciembre de 1941, tras el ataque a Pearl Harbour por parte de Japón. Es una decisión que toma sin ninguna obligación contractual con los japoneses. Si uno mira la proporción de fuerzas entre el Eje y la Alianza que se empezaba a fraguar uno entiende el carácter lunático y suicida de esta decisión.

En su libro valora el Holocausto además de como un drama moral como un importante pasivo para la estrategia militar de Alemania.

El Holocausto fue una locura desde todos los puntos de vista. Durante la Gran Guerra, los judíos habían demostrado ser soldados de primera, algo que todavía puede comprobarse si uno observa el ejército israelí. Hitler, en lugar de utilizar todos los recursos disponibles, decidió matar a no menos de 6 millones de sus ciudadanos más educados y trabajadores. Por otro lado, los judíos jugaron un papel intelectual indispensable en el desarrollo de la bomba atómica, el arma que finalmente terminará la guerra. Por eso, si dejamos al margen el central análisis ideológico y racial del Holocausto, este también fue una cosa tremendamente estúpida en términos militares.

En el frente ruso, en la Operación Barbarroja, murieron tres de cada cuatro soldados alemanes. Ha estudiado también en profundidad la figura de Napoleón. ¿Cómo compara la campaña rusa de Napoleón con la de Hitler?

Compararlas ayuda a entender el carácter ideológico de la campaña de Hitler en comparación con el carácter puramente militar de Napoleón, pero ambas campañas no tienen nada que ver. De entrada en la campaña de Napoleón no se utilizaron vehículos motorizados, las fuerzas del ejército tuvieron que llegar hasta Moscú en mulas y caballos, y gran parte de los soldados se desplazaron a pie, lo que en sí mismo ya constituye un logro notable. Las fuerzas de Napoleón, que sí llegó a conquistar Moscú, a diferencia de Hitler que simplemente se quedó a las puertas, eran de 600.000 hombres en comparación a los cerca de 3 millones de soldados movilizados por los nazis. En términos globales, la campaña de Napoleón fue relativamente más exitosa; fue solo en el viaje de regreso en el que el ejército francés perdió el 90% de las fuerzas movilizadas.

La diferencia entre ambas campañas está en las razones del ataque. Napoleón no invadió Rusia por ninguna razón fanática o simplemente para reforzar su confianza en su capacidad militar, –ya había derrotado al ejército Ruso en dos ocasiones antes–. Además contaba con una superioridad militar clara con respecto a las fuerzas rusas de entonces, un elemento que tampoco se dio cuando Hitler decidió atacar Rusia.

Durante el proceso de escribir el libro, visitó muchos de los lugares clave involucrados en la Segunda Guerra Mundial. En el último capítulo incluye algunos de sus recuerdos de visitas a algunos de cementerios.

La historia no es solo, o no debería ser, únicamente algo referente a fechas y eventos. Tiene que ser capaz de también transmitir, de entusiasmar, tiene una dimensión moral. Visitar algunos cementerios no solo te da una perspectiva sobre la magnitud de la tragedia humana que fue la guerra, sino que te conecta con la emotividad y los sentimientos de todos aquellos que perdieron un ser querido. Nada te da una mejor perspectiva del mal extremo de la Guerra.

Para la biografía de Napoleón realizó también un ejercicio similar.

Es imposible entender el genio militar del personaje sin visitar los sitios en donde tuvieron lugar las batallas; solo entonces uno puede hacerse a la idea de cómo Napoleón domina el arte de la guerra en el sentido de saber aprovechar los elementos del terreno a su favor. Uno de estos campos de batalla, uno muy bonito, es el de Somosierra en España, donde la caballería polaca tuvo uno de sus episodios más gloriosos. Visitando campos como el de Somosierra, uno puede tomar contacto con el sentido del tiempo de Napoleón e imaginarse mucho mejor el desarrollo de la batalla.

Volviendo a la Segunda Guerra mundial, ¿se hizo justicia en Núremberg?

Primero de todo, hay que tener en cuenta que en Núremberg solo se juzga a 22 altos cargos nazis de entre los cientos de miles que tuvieron más o menos responsabilidades en todo lo que pasó durante el nazismo. Muchos, por supuesto, se suicidaron antes de la caída total para evitar enfrentarse a este proceso como el propio Hitler, Goebbels o Himmler, entre otros. Teniendo en cuenta el inmenso daño y la naturaleza de los crímenes cometidos por el nazismo, creo que los Aliados actuaron con mucha decencia al ejecutar realmente tan pocos.

Está dando una serie de diez Conferencias magistrales sobre Winston Churchill en la Sociedad Histórica de Nueva York. Existe una encuesta muy conocida que muestra cómo una parte no menor de jóvenes en el Reino Unido piensa que Churchill es un personaje de ficción. ¿Quién fue Winston Churchill?

De alguna manera, no resulta extraño que para muchos jóvenes de hoy en día piensen en Churchill como en un héroe de ficción. A la edad de 25 años, Churchill había participado en campañas militares en cuatro continentes, había participado en una carga de caballería, había escapado de un campo de prisioneros en Sudáfrica, era un reputado corresponsal de guerra con más de 200 artículos en su haber, y había sido elegido miembro del Parlamento británico. Una vida temprana extraordinaria, que luego, por increíble que parezca, siguió con esta misma inusitada intensidad. Escribió más de 37 libros, ocupó las principales oficinas del Estado, incluida por supuesto la de Primer Ministro en tiempos de guerra. No es descabellado pues, pensar que un carácter como el de Churchill surja de una novela de ficción más que de un libro de Historia. De hecho, el propio Churchill dejó escritas varias novelas, fue un pintor notable, coleccionista de mariposas, editor, al margen de su importante trayectoria como soldado y estadista,… un figura verdaderamente gigantesca. Al mismo tiempo, este gran gigante tenía la capacidad de reírse de sí mismo todo el tiempo. Incluso en sus momentos más duros y difíciles nunca dejó de tener un muy buen sentido del humor.

Durante los primeros compases de su mandato en 1940 hubo aún presiones para pactar con Hitler, un curso de acción que no tomamos exclusivamente por la determinación de Winston Churchill y que resultó vital en el resultado final de la contienda. Es posible pensar que si Gran Bretaña hubiera decidido no combatir a Hitler entonces, Hitler hubiera podido concentrar sus fuerzas en el ataque a Rusia, por ejemplo, y hubiera afianzado su posición de dominio en el continente. Sin Churchill el curso de la guerra hubiera sido definitivamente distinto, y también el mundo hubiera sido un sitio diferente, hubiera sido un mundo mucho peor.

Una de las tesis principales de La tormenta de la guerra es que Hitler perdió la guerra por el mismo motivo que la empezó: ser nazi. Sus suposiciones racistas le condujeron a un planteamiento de la guerra muy deficiente con decisiones absolutamente lunáticas. En ausencia de un Churchill que le plantó cara, el drama moral hubiera sido aún peor de lo que fue.

¿Disfrutó con la interpretación de Churchill de Gary Oldman?

Mucho. Oldman está francamente brillante. Mi mujer siempre me dice que es un poco molesto ir al cine conmigo a ver este tipo de películas ya que me paso todo el rato comentando los posibles errores factuales. Pese a que El momento más oscuro no se ajusta del todo a la realidad de los hechos, disfruté muchísimo, como también disfrute mucho en Dunkerque, y es porque en ambos casos, al margen de algunos detalles históricos, sí aciertan en transmitir de manera digna el espíritu de la verdad histórica.

Una última pregunta para cerrar: ¿qué elementos hacen de uno un buen historiador?

La tarea de historiador, como hemos mencionado antes, es similar a la de un detective, en el sentido de que uno ha de sentir una especial devoción por descubrir la verdad de los hechos. Y como sucede con los buenos detectives, la clave está en los detalles; una vez tienes identificados y comprendidos todos los detalles, es cuando puedes empezar a observar los hechos con la lente de gran angular. Resulta un peligroso error realizar el proceso al revés: tener una imagen global de los hechos (o una imagen idealizada de cómo deberían ser) y a partir de ahí encajar los detalles. La historia es una disciplina que se desarrolla de manera orgánica de abajo-arriba, más que intentando seleccionar los elementos factuales desde arriba. Estando trabajando en la biografía de Churchill, que saldrá en noviembre y en la que llevo trabajando 30 años, nunca decidí ex ante lo que iba a decir, ni formulé ninguna hipótesis hasta que no tuve todos los detalles y elementos de mi búsqueda. Una búsqueda, por cierto, que por primera vez se incluyen los diarios personales del Rey Jorge VI, gracias al permiso que me dio su Majestad la Reina Isabel II.

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Luis Torras es economista y consultor.


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