Poco despuรฉs de su fallecimiento, Penelope Bulloch, viuda de Joseph Raz, el gran filรณsofo del Derecho fallecido el pasado 2 de mayo, ha compartido que su marido no quiso que se celebrara un funeral sino que legรณ su cuerpo al โLondon Anatomy Officeโ. Sabรญan que era un profesor, seรฑala Bulloch, y me dijeron: โahora podrรก seguir enseรฑandoโ. Bulloch nos recuerda en su conmovedora elegรญa que su marido mantuvo un fรฉrreo compromiso vital y profesional con el mandato que Platรณn nos legรณ en la Apologรญa de Sรณcrates: la vida no examinada โvale decir โno filosรณficaโโ no merece la pena. Y examinar la vida es hacerlo, precisamente, a la luz de su final.ย
La muerte fue tambiรฉn objeto de escrutinio por parte de Raz, en particular, la justificaciรณn moral que pueda tener el auxilio a terceros para que pongan fin a su vida y la โlegalizaciรณnโ de esa conducta, el complejo y espinoso asunto de la eutanasia, prรกctica recientemente regulada en Espaรฑa.
En un trabajo publicado en 2013 (Death in our life) Joseph Raz defendiรณ que, frente a lo que es acostumbrado sostener, permitir jurรญdicamente la eutanasia activa no es solo la respuesta a la muy compartida creencia en que llega un momento en el que, incapacidad o enfermedad mediante, la vida ya no merece la pena, sino la consecuencia de que todos los seres de razรณn debemos poder determinar nuestra muerte. โLa capacidad de escoger cรณmo y cuรกndo terminar con la vida propia โseรฑala Razโ es algo valioso en sรญ mismo.โ No otra cosa subyace a nuestro frecuente encomio de las actitudes sacrificiales, las de quienes estรกn dispuestos a dar su vida por los demรกs siendo carne de caรฑรณn o evitando delatar el escondrijo de Ana Frank ante la insistencia del oficial de la Gestapo que la busca. En el fondo se trata del mismo fundamento que prohรญbe matar: respetar la agencia racional tanto para quienes tienen buenas razones para seguir con vida y asรญ lo anhelan, como para quienes albergan buenas razones para dejar de vivir. En ambos casos, unos u otros hacen de su muerte โparte de su vidaโ.
Asรญ y todo, la regulaciรณn de la eutanasia encuentra el frecuente escollo de una razรณn โprudencialโ consistente en seรฑalar el peligro que conlleva ofertar la ayuda a morir a quienes pudieran encontrarse en una situaciรณn frรกgil. Vivir en una sociedad en la que explรญcita o implรญcitamente se pudiera persuadir a alguien para que deje de vivir parece a primera vista odioso. Y mรกs si esa persuasiรณn se dirige especรญficamente a clases de personas identificables por su infortunio: enfermos, ancianos, pobres, desahuciadosโฆ Y no digamos si de resultas de una presiรณn โimpropiaโ el poder pรบblico saca rendimiento del fallecimiento del paciente si, por ejemplo, deja asรญ de ser un enojoso โgasto mรฉdicoโ o se convierte en donante de รณrganos tras su muerte, como ya de hecho se ha empezado a hacer en Espaรฑa tras la estela de las experiencias holandesa y belga.
Pero ยฟpor quรฉ esto habrรญa de ser una cautela que recomiende no garantizar jurรญdicamente el derecho moral a disponer de nuestra vida siendo ayudados a morir?, se pregunta Raz. Y es que no toda presiรณn, arguye, es necesariamente impropia y por tanto ilegรญtima. Sabemos y asumimos que es muy razonable que el Estado priorice la dedicaciรณn de recursos sanitarios a quienes tienen mejor pronรณstico aceptando con ello que algunos morirรกn. Asรญ ha ocurrido en los duros momentos de la pandemia producida por el virus del covid-19 en tantas y tantas UCI cuando no se disponรญa de suficiente ventilaciรณn mecรกnica intensiva para todos los pacientes necesitados de ella. No serรญa impropio, por lo tanto, una persuasiรณn para ser ayudado a morir basada precisamente en esas consideraciones y en tales circunstancias. A quien se estรฉ planteando el final de su vida no se le influye aviesamente si se le amplรญa el abanico de razones a considerar mostrรกndole que si se muere podrรก salvar varias vidas gracias a sus รณrganos.
Hay algo que escuece en todo este planteamiento de Raz, que, por lo demรกs, no deja de ser un loable alegato en favor de nuestra libertad personal. En su clรกsica y bien conocida defensa de la concepciรณn โservicial de la autoridadโ โla autoridad legรญtima es aquella que estรก al servicio de los ciudadanos, es decir, la que me proporciona razones para seguir un curso de acciรณn sin que yo me plantee las razones a favor o en contra de hacerloโ Raz se sirve del supuesto de tener la autoridad mayor pericia que el destinatario de la orden. Y ese serรญa tรญpicamente el caso de la prescripciรณn mรฉdica: si uno carece de toda formaciรณn en oncologรญa, ยฟva a revisar la pauta farmacolรณgica que le ha dictado su mรฉdico para reducir el tumor diagnosticado?
Pues bien, esa misma situaciรณn asimรฉtrica en cuanto a la informaciรณn y el conocimiento torna sin embargo en sospechosa cuando de la eutanasia por razones mรฉdicas hablamos. ยฟCรณmo no vamos a imponer cautelas cuando esa ingenua โampliaciรณn del abanicoโ puede ser mรกs bien manipulaciรณn burda sobre las alternativas terapรฉuticas o paliativas?
Otro de los grandes iusfilรณsofos de la segunda mitad de siglo XX con quien tantas veces Raz discutiรณ (Ronald Dworkin), sostuvo en un libro cรฉlebre (Lifeโs dominion, 1993) que la vida, como toda novela, ha de integrar un final, un รบltimo capรญtulo tan bueno y fiel a lo vivido por el sujeto como sea posible. Pero de ello no se sigue que quienes externamente pueden ayudarnos a morir sean indiferentes sobre si recomendar que pongamos el punto final. Y es que es frecuentemente una pena que la novela acabe y precipitar el final no parece casi nunca lo deseable. Sobre todo puede quedar tinta en el tintero o giros interesantes en el argumento en la forma de cuidados paliativos al final de la vida o de remedio de las condiciones invalidantes y crรณnicas a lo largo de la vida. De hecho, ofrecer primero esas alternativas parece la condiciรณn de posibilidad de que la peticiรณn de ser ayudado a morir sea el ejercicio mรกs genuino posible de la libertad como โno-dominaciรณnโ en los tรฉrminos en los que la ha defendido la teorรญa polรญtica republicana, algo con lo que, creo, en รบltima instancia Raz estuvo tambiรฉn vitalmente comprometido.
Pablo de Lora es catedrรกtico de filosofรญa del derecho en la Universidad Autรณnoma de Madrid. Es autor de "Lo sexual es polรญtico (y jurรญdico)" (Alianza, 2019).