Enrique Serna
La ternura caníbal
México, Páginas de Espuma, 2013, 270 pp.
Entre 1991 y 2013 Enrique Serna ha publicado 25 cuentos reunidos en tres libros: Amores de segunda mano, El orgasmógrafo y La ternura caníbal. Casi un cuarto de siglo escribiendo cuentos crueles. De rizar el rizo de la bajeza humana, de mostrarnos todas las variantes del egoísmo. Encontramos aquí, en su más reciente libro, amantes que exigen sacrificios humanos, una pareja que para evitar el adulterio se vuelve swinger, un joven poeta de provincia al que le arruina la vida recibir una elogiosa carta de un gran poeta laureado, entre otros. Veinticinco formas de narrar la desventura humana, su derrota central, ligados como estamos a la necesidad y el deseo.
¿Qué lugar ocupa Enrique Serna en la literatura mexicana? Miembro de una generación (1950-1965) en la que abundan los narradores talentosos (Ana García Bergua, Eduardo Antonio Parra, Xavier Velasco, Luis Humberto Crosthwaite, Jorge F. Hernández, David Toscana, Francisco Hinojosa, Juan Villoro, Fabio Morábito, Pablo Soler Frfost, Guillermo Fadanelli, Rosa Beltrán, Rafael Pérez Gay, Daniel Sada), Enrique Serna ha destacado por construir una voz distintiva, fuerte y sardónica. Sus lectores sabemos que encontraremos en sus textos reflexiones (si leemos sus artículos, reunidos en Las caricaturas me hacen llorar, Giros negros y mensualmente en Letras Libres) negras y desencantadas, y personajes (si nos da por leer sus novelas y cuentos) enfrentados a un destino inmisericorde. Esto es lo que aporta Enrique Serna a la literatura mexicana: reflexiones y personajes que nos hablan de nuestro lado oscuro, de nuestras bajas pasiones, de nuestra bilis, de lo impresentable (de ahí su biografía novelada de Santa Anna, el villano favorito de nuestra historia), de lo que cuesta trabajo hablar en público (las perversiones, las fantasías torcidas, los vicios), de las sexualidades emergentes (bisexuales, asexuales, transexuales). La obra de Enrique Serna destaca en nuestra literatura por la crueldad y crudeza de su humor, por brindarnos un capítulo más de la historia universal de la infamia.
Humillaciones, venganzas, el deseo abaratado. Una constante en los libros de relatos de Serna es que aparece siempre un cuento relacionado con el mundillo del arte, ocasión que aprovecha para realizar una ácida crítica de este y los marchands (“El hombre con el minotauro en el pecho”, en Amores de segunda mano), del ámbito de los poetas consagrados y los académicos mediocres (“La fuga de Tadeo”, en El orgasmógrafo) y el de los cenáculos de poetas de provincia (en “La vanagloria”, en La ternura caníbal). Relatos que muestran que la barbarie también puede venir de la cultura. De hecho, el mal sino bajo el que se desenvuelven los personajes de Serna es esencial: vivimos condenados en el peor de los mundos. Lo muestra Serna en todos los tonos posibles, pero el tono que domina es el del melodrama sarcástico. Le gusta a Serna rascar en la herida, volver incómoda la escena, hacernos reír a base de fuetazos, sacarnos la risa para liberar la angustia de lo que nos está diciendo, libro tras libro, y en todos los formatos: “Yo no estoy enemistado con una nación en particular sino con el mundo entero.” ~