Debido al vertiginoso crecimiento de la tecnología biomédica, la antigua y ponderada relación médico-paciente se encuentra cada vez más amenazada. El glamour de los nuevos y bellos aparatos, la casi exactitud de los admirables exámenes de laboratorio y la perfección de muchos y antes inimaginables procedimientos médicos tiende a sustituir el contacto entre enfermo y doctor. El arte de escuchar, palpar, acompañar y conversar ha quedado relegado; la clínica, casa de esas cualidades, ha perdido presencia debido al auge de la tecnología.
Amistarse y convertirse en cómplice de los enfermos es uno de los grandes atributos de la clínica. Algunos viejos galenos pensaban que la buena medicina incluye arte y ciencia. Conversar era parte de su oficio: sabían que en las palabras que iban y venían yacía el poder de la clínica. Quizás por eso Georges Canguilhem sostenía que la medicina es un “arte de la vida”.
El “arte de la vida” de Canguilhem tiene varias lecturas. Destaco dos: la de los pacientes, quienes a partir de las mermas secundarias de la enfermedad modifican su forma de vivir, y la de los doctores, quienes restauran la salud, en ocasiones con fármacos, en ocasiones con palabras teñidas por el correr de la vida. Buen ejemplo de ese arte es el doctor Andrzej Szczeklik (Cracovia, 1938), quien destaca por su vasta producción científica, por sus vínculos con la docencia y por pertenecer a la vieja camada de profesionistas que ejercen la medicina al pie de la cama (en griego, clínica significa al pie de la cama).
En Catarsis / Sobre el poder curativo de la naturaleza y del arte, Szczeklik reflexiona acerca de la medicina vieja y de la medicina nueva. El libro mezcla las vivencias a partir de lo que escriben los enfermos –toda enfermedad es escritura– con las lecturas y el arte que han nutrido su vida –el arte no cura pero siempre acompaña. Ese collage deviene catarsis. Los viejos griegos usaban el término catarsis para referirse a la limpieza del cuerpo gracias a la medicina y a la sanación del alma por medio del arte. La catarsis es una experiencia vital profunda: purifica, libera, transforma.
En Catarsis, las historias de los pacientes –en medicina, enfermo y maestro son sinónimos– y las de los avances de la ciencia se entremezclan con arte. Con inusitada sencillez el autor comparte los reclamos de los pacientes: “El enfermo acude con su dolor, su aflicción, su sufrimiento y su temor, y pide socorro. […] Y el enfermo habla. Hay que escucharle, hay que oír su historia. Y de vez en cuando, es necesario hacerle una pregunta para impedir que pierda el hilo, aclarar un detalle importante o determinar la cronología. Para el narrador, su historia es lo más importante del mundo”, con la voz del médico: “Cuando detrás de la puerta yace un enfermo a quien no hay mucho que ofrecer, la mano se retrae instintivamente antes de girar el pomo. Sin embargo, siempre queda una cosa: la presencia. La presencia como muestra de simple solidaridad humana. La presencia: el último deber del médico.”
Las reflexiones de Szczeklik sobre el arte son exquisitas: “El mundo que nos rodea está saturado de ritmos. […] Entre los numerosos ritmos que marca nuestro organismo, el latido del corazón es el que nos resulta más familiar. […] ¿Late nuestro corazón con la precisión mecánica de un metrónomo? No en todos los individuos. Esto nos hace pensar en el tempo rubato, una de las peculiaridades de la música de Chopin.” Lo mismo suce-
de con su lectura de la historia de las ideas: “Tanto Platón como Aristóteles creían firmemente en la magia del arte, que a semejanza de la medicina comportaba una katharsis, ya que para ellos ‘cultivar el arte’ era conjurar la existencia para que perdure.”
Szczeklik conjuga experiencia médica –es experto en enfermedades cardiopulmonares– y formación humanista. La catarsis libera y modifica, escombra y limpia. Los telares viejos adquieren colores nuevos; la rueca trabaja con otro vaivén y los tintes de las telas adquieren brillos y olores nuevos. Catarsis siembra catarsis. Al lado del ritmo de las páginas se ausculta el corazón con el estetoscopio y con los consejos de Hesíodo y Esquilo, se acompaña al paciente que fracasó en su intento suicida, se habla con otro lenguaje con una campesina encamada que nunca había sido hospitalizada y se cura a la persona, porque ambos, médico y enfermo, admiran las lecciones de anatomía de los doctores Tulp y Deyman de Rembrandt. Szczeklik penetra la enfermedad: palpa con arte y prescribe arropado de empatía, y cobijado, siempre, por la magia de la farmacología.
Leer y escribir, releer y reescribir la vida de los enfermos gracias al poder curativo de la naturaleza y el arte es una de las grandes cualidades del ensayo de Szczeklik. Catarsis amalgama experiencia e historia de la medicina; filosofía, música, literatura y mitología enriquecen la lectura. El libro trata del “arte de la medicina”, no de la ciencia de la medicina. Enfermos y acompañantes, médicos e interlocutores saben que el dolor y la enfermedad requieren ciencia y arte. Catarsis sugiere que el galeno debería, para tener mayor éxito, recetar arte y fármacos.
Las páginas corren fácil, sin prisa. El buen ritmo se contagia por la erudición del autor, por la seducción inherente que la editorial Acantilado ofrece en cada uno de sus libros, desde la calidad del papel y la amabilidad de las letras, hasta las bellas viñetas, así como por la magnífica traducción de J. Slawomirski y A. Rubió, salvo por pequeños errores como sucede, inter alia, con las palabras trasplantología o autoinmunológicas. El prólogo del premio Nobel Czesław Miłosz es magnífico.
La catarsis es una experiencia sana. Invocar y tocar la vida debería ser un ejercicio diario. Eso aporta Catarsis. Eso dicen los latidos de las páginas: auscultarlas con tiento, con estetoscopios que desglosen soplos y dolor, cobijados por las bellas artes, deviene en curaciones más profundas y más perdurables. ~
(ciudad de Mรฉxico, 1951) es mรฉdico clรญnico, escritor y profesor de la UNAM. Sus libros mรกs recientes son Apologรญa del lรกpiz (con Vicente Rojo) y Cuando la muerte se aproxima.