Del lado del amor. Poesía reunida (1994-2009), de Juan Antonio González Iglesias

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El poema inaugural de Esto es mi cuerpo comenzaba con un verso que con el paso del tiempo se ha convertido en manifiesto poético y casi vital. “Del lado del amor duerme mi cuerpo/ desde niño”, escribía Juan Antonio González Iglesias (Salamanca, 1964), y condensaba, de este modo, la pulsión erótica que circula bajo la epidermis de toda su producción lírica publicada hasta el momento; en estos seis poemarios no es difícil advertir una enorme coherencia –que no homogeneidad– que afecta tanto a los temas como al lenguaje empleado. En todo caso, la suya es una obra esencial y meditada; no en vano González Iglesias ha declarado que se dedicó a la escritura después de una primera juventud consagrada a la lectura y a la vida. Por ello, su poesía tiene poco de experimento y mucho de esencial. Sus textos tienen la profundidad de un salmo y la contundencia de un epigrama, y responden al ideal de que la poesía ha de servir solo para decir cosas verdaderas. Por ello, la opacidad es solo ocasional y la claridad es la nota dominante.

Como se ha repetido incansablemente, dicha claridad no es sino la mejor asimilación posible de una literatura, la latina, que el autor conoce a la perfección y que, demostrando una gran erudición, renueva en su propia labor creativa. No obstante, se encuentra a años luz del culturalismo ornamental: la poesía clásica es aquí tomada como ejemplo de contundencia expresiva, como fuente de iluminadoras metáforas, como modelo de frescura y, sobre todo, como inspiración ética y estética de un autor que se reconoce heredero de un muy concreto tipo de paganismo; la naturaleza, la plenitud física y el eros son núcleos temáticos que pueblan los versos de Juan Antonio González Iglesias y que constituyen una puesta al día de obras poéticas que reclaman una constante imitación en el sentido más clásico y positivo del término. De este modo, la traducción parcial de poemas de Virgilio, Ovidio o Catulo, la inserción de versos o la reelaboración de tópicos clásicos se convierten en la vía que adopta González Iglesias para hablar, casi exclusivamente, del devenir de su vida cotidiana. Por ello, tan ilustres citas se combinan, al modo de un collage, con eslóganes, fragmentos de actualidad y observaciones plenamente contemporáneas. Esta mirada que observa lo presente con la dignidad y armonía de lo pasado es, sin duda, uno de los rasgos más originales y fascinantes de González Iglesias.

No es de extrañar, por tanto, que una de las ideas nucleares de su repertorio temático sea la contemplación de la belleza. El concepto de lo bello y su culto a través del erotismo adquiere en este poeta un sentido casi ético, una armonía incontestable y rotunda cuya condensación tiene lugar en la descripción y alabanza del cuerpo masculino. El cuerpo del poeta, el cuerpo del amado, el cuerpo distante de un desconocido o una estrella deportiva son el centro de un nada desdeñable número de poemas que reflejan el inevitable deslumbramiento ante la plenitud de una presencia física, la del atleta clásico, que en ocasiones se confunde con la del propio autor. Escribe Juan Antonio González Iglesias en uno de los poemas contenidos en La hermosura del héroe (1994) que la literatura no es género de exégesis pero sí de écfrasis. Fiel a este credo, la dimensión física es objeto de descripciones que, más allá de lo fisonómico, recrean el placer espiritual de la belleza terrena. Por ello, salvo algunas incursiones en el lenguaje intelectual, los poemas recogidos en Del lado del amor responden a una cierta inmediatez, y su eficacia comunicativa –visual, podríamos decir– es innegable. Por otro lado, la lengua poética de González Iglesias nunca podría ser tachada de vulgar o de prosaica; nada más lejos del carácter de una escritura, la suya, que es enormemente sofisticada y que en determinados momentos se vuelve casi gongorina. Refinamiento retórico y vocación comunicativa se convierten, entretejidos en cada poema, en su más particular rasgo estilístico.

Respecto a su trayectoria editorial, los libros aquí recogidos muestran una evolución irreprochable que no ofrece grandes oscilaciones en cuanto a la calidad. Es fácil apreciar que, cuando Juan Antonio González Iglesias comenzó a sacar a la luz sus poemarios, su poética estaba ya definida, y él contaba ya con una voz propia que, salvo las variaciones habituales, se ha mantenido siempre en un altísimo nivel de exigencia y de coherencia. De entre el material inédito, resulta imprescindible reseñar el carácter excepcional de Selva de fábula. Es aquí donde los poemas buscan una mayor perfección formal que, curiosamente, responde a un planteamiento menos íntimo, o más externo, del tema. De este modo, González Iglesias construye un hermosísimo alegato ecologista que recoge la más excelente tradición bucólica y la aplica a un escenario contemporáneo: la destrucción del entorno natural en ciertas partes de la ribera del Tormes. La belleza delicada y sobrecogedora de los versos se pone, como en la antigua Grecia, al servicio de la ciudadanía, constituyendo uno de los raros casos de poesía civil estilísticamente impecable y emotivamente poderosa. Los poemas inéditos recogidos en la última parte del libro, por otro lado, incluyen sorpresas casi metaliterarias como “Consejos a un poeta cachorro” y el autorretrato contenido en “Horacio, Epístola, I, 20”.

Hay mucho más en esta edición retrospectiva. Varios de estos libros han recibido importantes premios (Eros es más fue considerado por la crítica el mejor poemario aparecido en 2007), y todos y cada uno de ellos han sido exhaustivamente reseñados y alabados por creadores y críticos de muy distinto signo. La publicación de Del lado del amor, si bien no incluye grandes novedades, sí propone un itinerario en el que dejarse deslumbrar por un autor que posee, sin duda, una de las voces poéticas más deslumbrantes y cautivadoras de la reciente literatura castellana. Por ello, más allá de análisis más o menos eruditos, Juan Antonio González Iglesias exige ser leído con placer, con pasión y con admiración. Y eso, como la corona de laurel, es un honor solo reservado a los elegidos. ~

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