El libro al desnudo

El atuendo de los libros

Jhumpa Lahiri

Gris Tormenta

Querétaro, 2022, 100 pp.

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La editorial inglesa Wordsworth Editions encabeza siempre las listas de las peores portadas. Surgida a finales de los años ochenta, ofrece los libros de su colección de clásicos, en un precio de 2.99 libras esterlinas, unos setenta pesos, bajo el lema de “la mayor calidad al menor precio”. Y nadie duda del valor de las obras que publican, El retrato de Dorian Gray, Orgullo y prejuicio, 1984, pero los editores se han tomado en sentido literal ese dicho popular de que un libro no debe juzgarse por su cubierta, pues las suyas ejemplifican la impericia en el uso del Photoshop, parecen mal retocadas. Eso o son collages involuntarios. Desconcierta en la primera de forros de La edad de la inocencia, de Edith Wharton, el estilo realista del atuendo de época que portan la condesa Olenska, su prima May y el prometido de esta, Newland, cuyos rostros más bien caricaturescos recuerdan a los de Michelle Pfeiffer, Winona Ryder y Daniel Day-Lewis, quienes protagonizaron la adaptación en película, realizada por Martin Scorsese en 1993.

En redes sociales circuló, a principios de la pandemia, una imagen en la que aparece la periodista y conductora de televisión Pati Chapoy y la cita de lo que dice acerca de la ya mencionada obra de Jane Austen. Se compartía como meme, pero en realidad era una foto de la cuarta de forros del libro coeditado por Porrúa y TV Azteca, y que forma parte de una colección de trece títulos clásicos, con comentarios de contraportada de personajes de la farándula. No es que estas obras literarias, por sí solas, sean imanes de los famosos, sino que los derechos patrimoniales, que hace más de cien años pertenecían a sus autores y después a sus herederos, ahora son del dominio público y eso las ha puesto al alcance de cualquiera que desee publicarlas sin pedir permiso a nadie ni pagar nada a cambio. Entonces las editoriales aprovechan esta oportunidad, con resultados a veces inesperados.

Esto tampoco mejora cuando los autores están vivos y pudieran quejarse de la presentación física de sus libros si fuera el caso. O al menos ese es el escenario que plantea la escritora indobritánica-estadounidense Jhumpa Lahiri en El atuendo de los libros, una reflexión personalísima sobre la importancia de las portadas para la primera impresión, esa valoración que emitimos rápidamente, a partir de criterios superficiales como el aspecto del objeto y que se produce con un solo vistazo. Escrito originalmente en italiano como discurso inaugural de un festival literario en Florencia, aparece ahora en español en una de las pocas colecciones mexicanas sobre libros, junto a las del FCE y la UNAM. En el prólogo, Carla Faesler trae de vuelta la idea de teóricos literarios, como Barthes, Foucault y Eco, de que el libro, una vez impreso o publicado, deja de pertenecer a quien lo escribió; eso sí, dice, “en textos firmados (por ellos mismos), cómo no”. En la misma línea, Lahiri cuestiona los límites de la autoría, no respecto a las palabras sino a la de la materialidad de sus propios libros: como autora, asegura, nunca ha tenido la oportunidad de hablar con los diseñadores de sus cubiertas.

Pese a haber nacido en Londres, de padres bengalíes, y haberse criado en Estados Unidos, su nombre y aspecto hicieron toda la diferencia. Mientras su madre se empeñaba en que usara la vestimenta tradicional india, Lahiri buscaba parecerse a las demás niñas de la escuela para pasar inadvertida y evitar las burlas. Cuando empezó a publicar libros, revivió esa angustia infantil: algo más que le pertenecía debía ser revestido y presentado al mundo, y ese atuendo no sería, ¡otra vez!, una decisión que ella pudiera tomar. A menudo, la escritora tuvo que enfrentarse a propuestas de portada que estaban llenas de estereotipos orientales, elefantes, flores exóticas, garigoleos de henna, el río Ganges, símbolos religiosos o espirituales, y cuando expresó su inconformidad, le sugirieron, entonces, una bandera estadounidense. En todos esos casos, no supo si reír o llorar. “La cubierta correcta es como un abrigo hermoso, cálido y elegante que envuelve a mis palabras mientras caminan por el mundo para encontrarse con mis lectores.” En español, el envoltorio que protege la tapa dura de un libro se llama “camisa”.

¿Alguna vez hemos comprado un libro únicamente por su portada o nos hemos rehusado a hacerlo por eso mismo? Independientemente de que respondamos sí o no, es probable que por lo general valoremos más el contenido que el exterior. Pero para Lahiri cada uno de sus libros ha representado un capítulo de su vida, ante el cual casi siempre ha quedado descontenta. Y cómo no, si consideramos que la cubierta es donde se conjugan dos lenguajes distintos, el visual y el escrito; además de las ideas del editor, diseñador y autor, cuando bien va. Es complicado que todos queden satisfechos.

Lo ideal sería usar un uniforme, como el que vestían los primos de la autora en Calcuta, que les confería una identidad específica pero también cierto anonimato. “El uniforme se resiste a la moda, la confusión y la inestabilidad. El uniforme deja al libro desnudo.” Lahiri fantasea con la lectura sin prejuicios de aquellos ejemplares –sin portadas y en un solo color– de la biblioteca de su padre, en los que solo se consignaban el título, el autor y la clasificación. Hoy en día, la relación lector-libro está mediada por muchos distractores: “Los libros desnudos han dejado de existir.” Lo más cercano serían las colecciones editoriales, cuyos ejemplares tienen un distintivo, pero a la vez son homogéneos. Su valor, dice Lahiri, reside en la constancia.

Un libro como este –sobre un tema tan inusual y desde una aproximación intimista– conduce inevitablemente al lector a comparar sus propias experiencias con las de la autora, ya sea para concordar o disentir. Los libreros de su casa, asegura Lahiri, muestran los libros de frente y no de perfil, como es más usual colocarlos, y no se trata de ejemplares de su autoría sino de libros ajenos que le gustan, como podrían ser los de bolsillo de la editorial Anchor, con cubiertas de Edward Gorey. El efecto que esto produce en la gente que la visita es que no puede dejar de verlos. Este pasaje me lleva a dos ideas: primero, lo poco práctico que resulta acomodar los libros de ese modo, a menos que uno tenga muebles gigantescos, y, segundo, que si se trata de llamar la atención de los lectores entonces las editoriales han ignorado el lomo, la única parte visible del libro tanto en los estantes de una librería como en nuestra biblioteca personal. Quizás, en materia de diseño, habría que cambiar de lugar las expectativas, en un afán de equilibrar la desigualdad entre la enorme cantidad de libros que se publican cada año y los que realmente se leen. ~

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es directora editorial del fanzine sobre moda y
humor Pinche Chica Chic y editora independiente. En 2021 Paraíso
Perdido publicó su primer libro, Las Elegantes.


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