“Si la ficción es una copia de la realidad, no me interesa”. Entrevista a Laurent Binet

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Barthes: Es el punto de partida de La séptima función del lenguaje (Seix Barral, 2016). Me hizo descubrir el mundo de la lingüística y del análisis literario. Me enseñó a leer el mundo, las cosas y los textos de una manera nueva. Lo que prefiero no es el Barthes íntimo, sino el estructuralista y semiólogo, el de Mitologías. Era formidable decodificar el mundo así. La semiología es la lingüística que desborda el texto: es al mundo lo que la lingüística es al lenguaje. Es también la ciencia de Sherlock Holmes, y eso me dio la idea. Barthes murió en un accidente en 1980, pero había algo novelesco porque salía de comer con Mitterrand.

Reflexividad: HHhH y La séptima función del lenguaje son muy distintos pero al mismo tiempo son dos metanovelas que se hacen preguntas sobre sí mismas. En cierta manera era más sencillo en el primer libro. La pregunta era: ¿tengo derecho a inventar? Aquí son preguntas que surgen desde dentro y desde el personaje principal. La séptima función del lenguaje tiene algo de liberación, fue casi vertiginoso. No es un antídoto sino un contrapunto: ataco el problema que me interesa desde el ángulo opuesto. Mi próximo libro tratará sobre España y el mundo hispanófono. No diré de qué va pero hablará de los conquistadores y continuará explorando la misma problemática.

Reglas: El límite era que no hubiera ninguna revelación sobre la vida privada ni difamar. La novela se exhibía como novela. No pretendía hacer creer a nadie que Barthes había sido asesinado. Tampoco quería entrar en la intimidad de personajes reales, ni contar nada que se supiera. Se sabía que Barthes y Foucault eran homosexuales. Sale un club gay, pero no revelo nada que no se sepa. Aun así, hubo quien se molestó: Sollers hizo todo lo que pudo por perjudicar el libro. Pero la mala publicidad no existe.

Contar las ideas: MacGuffin, pero también un motivo, que se representa en acción todo el tiempo: la gente tiene que utilizar la retórica al máximo de su capacidad, debe convencer a los otros. Era el desafío novelesco.

Política: Tenía que ver con la situación de partida, la comida con Mitterrand. Si hay una investigación policial, interrogan a la gente que ha visto en los últimos días. Por otro lado, la política es el medio que más consume y necesita el poder del lenguaje: la política, por definición, consume retórica.

El discurso y el mundo: Si la ficción es una copia de la realidad, no me interesa. Las relaciones entre realidad y ficción son mucho más complejas. A menudo la ficción acaba por construir la realidad. La lengua, el discurso, no solo está para descubrir el mundo, sino también para ordenarlo y configurarlo. El mundo crea el discurso pero el discurso también crea el mundo.

French theory: Me parecen pensadores muy estimulantes. Son polémicos, tienen cosas que son muy discutibles, pero hay también ideas brillantes: me han hecho más inteligente. Deleuze me encanta, aunque no entiendo tres cuartas partes. En Foucault encuentro cosas admirables y otras con las que no estoy de acuerdo. Derrida es el que más me interesa de los que no conocía tan bien. Era un movimiento internacional. Ahora los pensadores franceses solo hablan de la identidad: no debe sorprendernos que, con temas nacionales o provinciales, no tengamos resonancia internacional.

Althusser: Lo único que he cambiado con respecto a lo que contó en El porvenir es largo es el móvil. En el libro imagino que mata a su mujer porque ella ha tirado la copia de la séptima función del lenguaje. A nivel factual y psicológico sigo lo que contó. Eso es lo que me divirtió en este libro: utilizar elementos reales pero reconfigurarlos al servicio de una trama novelesca ficcional.

Referencias: Era lógico que hubiera mucha intertextualidad: es un concepto forjado por Kristeva, otro de los personajes. La séptima función del lenguaje es una novela muy exhibicionista. Quería mezclar tonos –la farsa, la novela de espionaje– y mostrar referencias. Por supuesto, una de ellas es James Bond. Está en el personaje pero también la estructura: con viajes, escenas de acción. Están Sherlock Holmes, el Quijote, la serie 24. Pretendía vincular mi libro a la herencia de la novela picaresca. Quería escribir una novela semiológica, un libro saturado de signos.

Ucronía: Malditos bastardos rompe las convenciones. Tarantino mata a Hitler, en París, en 1943. Descoloca al espectador. Al principio yo mataba a Mitterrand. Luego cambié. Pero hay muchos elementos de ese tipo: he puesto pequeñas trampas.

Novela: Kundera ha escrito que la novela dice cosas que no se pueden decir de otra manera. Si se pueden expresar de otro modo, la novela no es necesaria. Otra idea que me gusta es de Umberto Eco: si un novelista es más inteligente que su novela, tiene que cambiar de oficio. ~

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(Madrid, 1987) es periodista


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