El ruido de las cosas al caer de Juan Gabriel Vásquez

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Qué enorme distancia la que separa Leopardo al sol, de Laura Restrepo, publicada en 1993, de El ruido de las cosas al caer, de Juan Gabriel Vásquez, de reciente aparición. La de Restrepo es considerada una de las mejores novelas colombianas sobre el narcotráfico; su tema es el de dos familias enfrentadas; su motor es la venganza; su tiempo, el del esplendor del tráfico de mariguana previo a la aparición de Pablo Escobar; y su método literario, el realismo con toques de superstición y magia, una novela todavía muy cercana y deudora de la narrativa de Gabriel García Márquez.

Qué lejos está también la narrativa de Vásquez de La virgen de los sicarios, de 1994, del colombiano radicado en México Fernando Vallejo. Qué lejos está Vásquez de la rabia de Vallejo, de su ritmo enfebrecido, de la locura asesina de esos años de violencia pura y descarnada. Juan Gabriel Vásquez nació en Bogotá en 1973. El tema de su libro, que acaba de recibir el premio Alfaguara de novela, es el de dos familias a las que el narcotráfico afecta en lo profundo; su motor es el miedo; su tiempo, aquel en donde la violencia ya cedió el paso a la cicatrización de las heridas; y su método literario, el realismo reflexivo, con breves y reveladores momentos de evocación.

El ruido de las cosas al caer es una novela, muy bien escrita, sobre el miedo. El miedo de salir a la calle, de salir de noche, de recordar, miedo cada vez que se oye un ruido, se ve una sombra, miedo del futuro, miedo de que el cuerpo no responda; la novela de Juan Gabriel Vásquez es una novela sobre el miedo a la vida. Conocemos en México bien ese miedo. Cada vez más. Miedo porque en cierta ocasión, caminando con un amigo en Bogotá, se acercó a toda velocidad una motocicleta y unos sicarios mataron a su acompañante y a él, al protagonista de esta historia, lo hirieron en la pierna. Desde ese día todo cambió para él.

Quizá desde antes su vida había cambiado, tal vez desde que Ricardo Laverde entró a su vida su destino se había trastocado. Ricardo fue, veinte años atrás, un joven piloto que comenzó a traficar mariguana, cada vez en mayores cantidades, hasta que la ambición lo desbordó, hasta que aceptó traficar cocaína, para poder ganar millones de una sola vez y poder retirarse de ese negocio, y todo le falló. Todo comenzó a caerse a su lado.

¿Qué ruido hacen las cosas al caer? Depende de qué es lo que cae. El estruendo de un avión al caer es terrible. Y en esta novela caen varios aviones. El primero, en 1938, en una exhibición aérea. Un héroe de la aviación colombiana intenta hacer una pirueta y estrella su avión, hiriendo en el rostro al padre de Ricardo Laverde. Otro avión es el que hace estallar Pablo Escobar creyendo que en él viajaba César Gaviria, heredero de los ideales de Lara Bonilla, un juez que se opuso a Pablo Escobar y fue asesinado. El tercer avión que se cae en esta novela no puedo decir a quién lleva y a quién afecta sin revelar un elemento central de la trama. Baste decir que a este último avión alude el título de la novela. Cae alrededor de la página 83 y no deja de oírse su eco hasta que termina esta historia.

Los informantes, la primera novela de Vásquez, aborda el caso de aquellos que durante la Segunda Guerra delataron, ante autoridades norteamericanas, a los alemanes radicados en Colombia de tener simpatías por los nazis (muchas de esas delaciones eran mentiras nacidas del resentimiento), lo que trajo como consecuencia que los encerraran y les quitaran sus bienes y sus propiedades. Una historia infame.

El ruido de las cosas al caer narra las desventuras de una generación que durante su infancia y adolescencia padeció el horror de la violencia engendrada por el narcotráfico, y que apenas comienza a desprenderse de él. Violencia de los cárteles contra el Estado, del Ejército contra los cárteles y contra el frente guerrillero, violencia legal y también paramilitar. Diez años terribles duró esa pesadilla, de la que finalmente parecen salir. Antonio, el protagonista de esta novela, estudia, se casa, su hija está por nacer. Camina por una calle bogotana. Se escucha el ruido de una moto y luego la metralla. Todo cae a su alrededor. Como el ruido –metales y voces confundidos– de un avión al caer. Y luego el miedo como un eco permanente. Porque parece que ya todo terminó. Que la guerra se acabó. Pero el miedo y sus secuelas no se borran. Una cicatriz indeleble sobre el cuerpo colombiano. Ese miedo que con mano maestra describe Juan Gabriel Vásquez.

He escuchado muchas quejas en México respecto a la proliferación de libros con el tema del narcotráfico. Como si la literatura se pudiera sustraer de nuestra penosa realidad. Como si la literatura (ese espejo al lado del camino, como decía Stendhal) no tuviera como una de sus múltiples funciones el papel de revelar los resortes ocultos de lo que vemos y apenas entendemos: las balas, la barbarie. Las novelas de Vallejo y Restrepo primero, y ahora la de Juan Gabriel Vásquez, sirvieron a los colombianos de espejo catártico, y a los no colombianos de señal de lo que nos espera, si es que alguna vez llegamos a salir de este laberinto sangriento. En el caso específico de El ruido de las cosas al caer su lección para México es clara y esperanzadora, ya que lo que en ella se narra ocurre cuando la violencia en Colombia ya disminuyó, cuando el ruido de las bombas y la metralla en las calles ya solo es un recuerdo. La memoria se irá desvaneciendo y quedarán solo las novelas como testimonio elocuente de este presente espantoso que padecemos. ~

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