Camilla Townsend
Malintzin. Una mujer indígena en la Conquista de México
Traducción de Tessa Brisac
Ciudad de México, Era, 2015, 352 pp.
¿Un libro más sobre Malintzin, doña Marina, la Malinche, la guapa e inteligente intérprete trilingüe (náhuatl, maya y español), amante y consejera de Cortés, que tanto facilitó la Conquista de México? Después de ser descalificada como prototipo de la traidora en el siglo XIX y en la primera mitad del XX, la historiografía se encaminó hacia una visión más objetiva de su situación, llegando en ocasiones a exaltarla como fundadora de la nación mestiza. En todo caso, ahora es claro que México no es el imperio mexica y que Malintzin no le debía lealtad alguna, pues oprimía a reinos como su natal Olutla, cerca de Coatzacoalcos. Con el tiempo se escribieron biografías cada vez mejor documentadas de Malintzin, basadas en una lectura cuidadosa de las crónicas y los documentos, además de estudios sobre los variados significados de su figura a lo largo de la historia. Ahora parecería que estamos llegando al límite de lo que se puede averiguar sobre su vida y su participación en la Conquista. Desde su publicación original en 2006, el libro de Camilla Townsend logró un avance muy sustancial, gracias al estudio amplio, acucioso, sensible y perceptivo de la documentación publicada y de archivo, y de manera particular, a la reconstrucción cuidadosa de los contextos de cada uno de los momentos de la vida de Malintzin. Este es el sentido del título de la edición en inglés (Malintzin’s choices), cuya idea de fondo es que al reconstruir los contextos de la vida de Malintzin se define el espacio concreto de su libertad, de su inteligencia y sensibilidad, como en la “libertad en situación” sartriana: el sujeto no elige su situación, pero se elige a sí mismo dentro de su situación. De esta manera, Townsend consiguió restituirnos no solo los acontecimientos conocibles de la vida de Malintzin sino, sobre todo, su conciencia de la realidad y de sus opciones en cada circunstancia. Una idea que desafortunadamente se pierde en el título en español.
Townsend emprendió esta tarea en un momento particularmente propicio, porque la historiografía realizó en las últimas décadas avances sustanciales en el conocimiento de los diferentes contextos de la vida de Malintzin antes, durante y después de la Conquista. La situación de una casa señorial (teccalli) en el reino nahua (altépetl) de Olutla, las redes de comercio y de poder pueden reconstruirse gracias a los estudios etnohistóricos. Así, es posible hacerse una idea de la vida diaria, la cultura, los pensamientos, los sueños de la niña y joven Malintzin, gracias a los estudios sobre los diferentes segmentos del mundo femenino nahua y a documentos coloniales en náhuatl, en la veta abierta por James Lockhart. De este modo, Townsend dispuso de los elementos para recuperar los diferentes escenarios que pudieron conducir a que Malintzin fuera desterrada de su casa, vendida como esclava y llevada a Tabasco, más allá de las afirmaciones divergentes de los cronistas españoles. Los estudios sobre la Conquista de México, cada vez mejor fundamentados en crónicas y abundantes documentos de archivo (cartas, juicios de residencia, relaciones de méritos y servicios, pleitos legales de todo tipo) y textos en náhuatl (la “visión de los vencidos” de León-Portilla), permiten aproximarnos a las opciones reales que tuvo Malintzin en la Conquista, y tratar de entender qué fue lo que realmente les dijo a los indios y cómo le reportó sus palabras a Jerónimo de Aguilar para que este se las tradujera a Cortés. Y el creciente estudio y disponibilidad de documentos tempranos le permitió a Townsend hilar muy fino en la vida de Malintzin después de la Conquista hasta su fallecimiento en 1529, y continuar con dos capítulos dramáticos sobre don Martín Cortés, el hijo que tuvo con Hernán Cortés, y doña María Jaramillo, su hija con su esposo Juan Jaramillo, siempre con el mismo afán de adentrarse, hasta donde los documentos lo permitían, en la conciencia de sus personajes, de restituir el espacio de su libertad.
Respecto a su decisión fundamental de mantenerse al lado de Cortés y apoyarlo de manera definitiva en la Conquista, Townsend destaca una realidad que ella entendió muy pronto: la absoluta superioridad tecnológica de los españoles (y particularmente su superioridad militar, que Malintzin vio desplegada en la batalla de Centla) y que le hizo entender que la victoria de los conquistadores españoles no solo era inevitable sino que traería un gran cambio en todos los aspectos de la vida. Malintzin no pudo tener conciencia de las causas de este drástico desfase tecnológico entre el Nuevo y el Viejo Mundo (debido a los milenios de retraso del inicio de la vida agrícola y civilizada en América, por su poblamiento tardío y la larga transformación del pequeño teocintle en maíz), pero sus elecciones tuvieron que partir de ese hecho fundamental. De esta forma, la participación de Malintzin también puede verse como una negociación que facilitó la situación de los indios, evitando sangrientas confrontaciones innecesarias, puesto que Malintzin sabía bien cuál sería su desenlace. Esta voluntad de ayudar a la “gente de acá” (nican titlacah) por parte de Malintzin congenió con la voluntad negociadora de Cortés, heredada de la reconquista ibérica, que le permitió ganarse como aliados a una gran cantidad de reinos indígenas, dispuestos a luchar contra los tiránicos y abusivos mexicas.
El importante y muy agradecible libro de Camilla Townsend sobre Malintzin nos ayuda a pensarla no como la simple protagonista de una serie de acciones, más o menos documentadas, sino como un ser viviente y consciente, inteligente y valeroso, a quien las circunstancias ubicaron en un lugar decisivo en un proceso particularmente complejo y crucial para la historia de México. Malintzin tradujo la Conquista, y la hizo aceptable e inevitable, para los reinos que se aliaron con los españoles y su tecnología guerrera superior. Malintzin también ayudó a Cortés a entender mejor los argumentos de los gobernantes y sus embajadores, lo cual hizo posible la supervivencia de los reinos en la forma de pueblos de indios. Si Malintzin es la madre de nuestro mestizaje, no lo es por sus hijos mestizos don Martín y doña María, plenamente integrados al mundo español, sino porque en su relación con Cortés y los indios de México generó un verdadero mestizaje del lenguaje y el entendimiento. ~
(ciudad de México, 1954) es historiador. Autor, entre otros títulos, de Convivencia y utopía.