Lectura itinerante

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A pocos lectores, por lo menos a pocos lectores de la lengua castellana, se les ocurriría negar que Borges es uno de los clásicos —¿o mejor: de las claves intelectuales?— del siglo XX. Con característica ironía señala Olaso: "Mientras muchos argentinos se preguntan si no será realmente una exageración la gloria que se le tributa a Borges, el mundo no es sensible a esa mezquindad metódica y multiplica las ediciones y traducciones". También multiplica las monografías y los estudios de todo tipo en torno a su persona y su obra. Pese a ello, quiero defender que no es un énfasis gratuito afirmar que este ensayo de Olaso es muy particular.
     Filósofo y ensayista profundamente interesado en la historia del escepticismo y en algunos vínculos entre la filosofía y la literatura, Olaso fue también amigo y ocasional colaborador de Borges. Sin embargo, ¿por qué afirmo que este libro de ensayos —que el autor ya había reunido antes de su repentina muerte— "es muy particular"?
     Olaso construye ponderados itinerarios tanto hacia los textos de Borges como a partir de ellos: cautelosamente los rodea, los presenta, interrumpe los relatos con preguntas o brevísimos apuntes informativos, sitúa algunos de los párrafos de otros textos del mismo Borges o de otros autores o corrientes de pensamiento, indaga con ingenio posibles ramificaciones, a partir de ciertos enunciados del texto razona en contra de otros… y, casi siempre, acaba de manera abrupta. Por supuesto, nunca concluye nada. Así, una y otra vez Olaso implícitamente reitera lo que nos advierte de modo explícito al comienzo del volumen: las notas que lo componen "podrían justificarse si estimularan a mis lectores a escribir sus propias fantasías y reflexiones". Se procura, pues, provocar itinerarios para desarrollar la propia fantasía y la propia reflexión a partir de Borges. Sin duda, el punto de partida es espléndido; pero de lo que se trata es, ante todo, no de quedarse en él, sino de ayudar al lector para que elabore los heterogéneos itinerarios de sus propias imaginaciones y de sus propios pensamientos.
     Tomemos como ilustración de esa técnica delicadísima para producir lectura itinerante su tratamiento del cuento "El otro". Copio un pasaje de la lectura de ese relato en el que el joven y el viejo Borges intentan un diálogo de antemano imposible. Después de haber contado el comienzo de la historia escribe Olaso:
      
     El relato sigue: "Sentí de golpe la impresión (que según los psicólogos corresponde a estados de fatiga) de haber vivido ya aquel momento". Creo que es Bergson quien ha dicho que la sensación de déja vu, de haber vivido antes un episodio que nos ocurre ahora, es ilusoria: es el cansancio el que nos lleva a imaginar que eso que nos ocurre ya nos ha pasado antes, cuando en rigor la sensación del profesor de haber vivido aquel momento no puede proceder del cansancio porque el relator nos acaba de confesar que la noche anterior "había dormido bien". Entonces hay que descartar el cansancio. Aquí hay una señal de que realmente el relator ha vivido lo que ahora le pasa y acaso también lo que le va a pasar. (¿Acaso también de que esta experiencia retornará eternamente?)
      
     En esta lectura encontramos: a) una cita del cuento; b) el rastreo de una posible genealogía del pensamiento presente en la cita (Bergson); c) un poner en duda las palabras directas del narrador para razonar que detrás de esas palabras se oculta otra realidad (recurso que, por otra parte, constantemente practicó Borges); d) una pregunta entre paréntesis que abre la historia a un horizonte simbólico o mítico (el eterno retorno).
     Luego de proseguir un poco más la lectura itinerante de "El otro", de pronto señala Olaso: "La experiencia que viven Borges el Joven y Borges el Viejo es de una índole muy especial. Quisiera buscar un contraste fuerte que nos ayude a verlo bien y rápidamente". Se ofrece ese "contraste fuerte" con un apretado resumen de algunas discusiones en torno a la distinción entre vigilia y sueño, y sus vínculos con el problema de la certeza, de Berkeley a Wittgenstein. Ese veloz recordatorio de la teoría del conocimiento en los tiempos modernos se hace tal vez para que el lector, entre otras preguntas, se pregunte: ¿sueña Borges el viejo a Borges el joven o al revés o quizá…? Hacia el final de su comentario Olaso reitera:
      
     Las mínimas gotas de filosofía que administré al comienzo son suficientes y acaso sobran para seguir algunos meandros del texto. Ahora todo depende de la fantasía del lector. Para no entorpecerla…
      
     ¿Se puede esperar un crítico más amable?
     Por otra parte, este "jugar en serio" en torno a ciertas "aventuras de Borges" con el propósito de provocar que otros lectores, a su vez, ellos mismos, jueguen en serio, está lleno de observaciones inteligentes que sacadas de contexto también funcionan como agudos aforismos. Por ejemplo, la siguiente —en apariencia modesta— indicación que, bien leída, quizá resume la sabiduría de este siglo atroz: "No sería la primera vez que la perfección lleva al desastre y la imperfección a la felicidad".
     Pero, ¿como desprenderse del comodísimo hábito de proponer ideales de perfección y, por ello, puramente teatrales, puramente mágicos, puramente inalcanzables, en vez de trabajar arduamente, día a día, dejándose guiar por efectivos ideales de imperfección? –

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