En 2009, Sol Ceh Moo, escritora maya originaria de Yucatán, publicó X-Teya, u puksi’ik’al ko’olel, una novela policíaca que narra la vida de un militante comunista en los años setenta del siglo pasado. La publicación de esta novela se sostiene en una red de implicaciones que me parecen fundamentales para explicar algo que se ha dado en llamar “literatura indígena”. Se trata de una novela, uno de los géneros característicos de la tradición literaria occidental, firmada por una autora y construida por medio de la escritura; el tema, como se apuntaba en varias notas periodísticas que leí en el momento de su publicación, se aleja de los tópicos propios de las narraciones de la tradición oral maya.
Estas características, que parecen más que obvias al ser enumeradas, tienen, sin embargo, una enorme trascendencia, significan que en lenguas como el maya, una de las lenguas indígenas del país, escritores como Sol Ceh se apropian de una tradición que llega a través de la tradición literaria del español, experimentan con sus géneros, asumen la figura de “autor”, entran al sistema de producción, distribución y difusión de esos objetos llamados “libros” y retoman la escritura como medio para hacer literatura. La apropiación parece ir más allá; al igual que sucede con la producción literaria en español, se hacen presentaciones de libros y se han instituido premios especiales como el ya tradicional Premio Netzahualcóyotl que otorga CONACULTA o los apoyos a la creación en lenguas indígenas creadas por FONCA. Podría decirse que los escritores en lenguas indígenas hacen un trabajo que por naturaleza es intercultural, se insertan en una tradición y en el sistema de producción literaria occidental desde sus propias lenguas. Esto es aún más evidente si consideramos que la mayoría de los libros de literatura en lenguas indígenas, a diferencia de lo que sucede con los libros en español, nacen en primeras ediciones bilingües donde el castellano sirve como lengua de llegada.
Las creaciones de escritores como Briseida Cuevas Cob en maya, de Javier Castellanos o Irma Pineda en lenguas zapotecas, de Natalio Hernández en náhuatl o de Carlos España en mixteco se adscriben bajo la etiqueta de “literatura indígena” que contrasta por lo tanto con la literatura creada en español. ¿Tiene algún sentido hacer una distinción binaria? No encuentro aún un rasgo en común que justifique que la literatura que se escribe en lenguas tan distintas y que pertenecen a once familias lingüísticas con rasgos gramaticales tan disímiles compartan mecanismos poéticos que, en conjunto, se opongan al español. La etiqueta indígena se sostiene en solo dos generalizaciones: por un lado, se trata de lenguas que descienden de lenguas que se hablaban en este territorio que hoy llamamos México antes de que sucediera algo tan extralingüístico como la llegada de Hernán Cortés; por otro lado, son lenguas que han sido históricamente discriminadas y, durante mucho tiempo, incluso combatidas. La literatura indígena no existe, existe en todo caso, literaturas en diversas, incluso contrastantes, lenguas indígenas.
La distinción sobre el estatus político y social entre la lengua de Estado, en este caso el español, y el resto de las lenguas parece proyectarse al mundo de la creación literaria y a sus creadores sin justificación aparente y sin mucha reflexión previa. Se asume que la literatura en lenguas indígenas se hace en espacios distintos ignorando la diversidad de mecanismos poéticos, estrategias y fenómenos detrás de esa categoría que unifica lo heterogéneo al oponerlo al español.
Si aceptamos la idea de que en la literatura no existe tal cosa como “progreso” en el tiempo, entonces se podría promover, al menos como ejercicio, que los espacios, los sistemas de apoyo a la creación literaria, las antologías y los premios de literatura mexicana fueran multilingües; la novela de Sol Moh, primera novela escrita en lengua maya, podría competir en los premios de novela junto con aquellas escritas en español. Los jurados bien pueden ser multilingües también, después de todo, según entiendo, el jurado que otorga el premio Nobel de literatura no leen siempre la obra de los candidatos en la lengua original. La literatura mexicana, y todos los elementos que conforman ese sistema, tendría que ser diversa lingüísticamente puesto que la literatura que se produce en México ahora lo es. Literatura multilingüe en un país multilingüe.
Del intercambio entre lenguas, entre poéticas y tradiciones podría participar también el español. Tal vez, del mismo modo en el que se crea una novela en zapoteco un día sea posible la publicación de un libana, género poético propio de las lenguas zapotecas, creado en la lengua de Jorge Ibargüengoitia. Las interacciones poéticas entre todas las lenguas, indígenas o no, podrían conjurar ese imperativo absurdo de que la interculturalidad solo puede y debe construirse desde un solo lado.
A modo de contraste, se producen fenómenos poéticos en las diferentes lenguas mexicanas que no son literatura. La literatura, como se ha dicho ya bastante, es un fenómeno cultural e históricamente determinado. La literatura es solo una entre las muchas posibilidades de aquello que el lingüista ruso Roman Jakobson llamó función poética, una función que, al igual que las otras funciones pueden ejercer todas las lenguas del mundo. Solo podemos llamar literatura a aquello que se produce ejerciendo la función poética en la tradición occidental, obedeciendo sus principios de producción y distribución, utilizando sus géneros, publicando e insertándose en el sistema de formación del canon, independientemente si esto se realiza en rarámuri, francés, mixteco o español. Por otro lado, no me parece necesario que, desde esta tradición, haya que validar las otras maneras de ejercer la función poética en otras culturas o en otras épocas llamándolas también literatura. En ese sentido, etiquetas como “literatura prehispánica” me parecen un total despropósito. Las narraciones mixes de tradición oral no son literatura y no está mal que no lo sean. Son, eso sí, una muestra de la manera en la que se ejerce la función poética en esta lengua.
¿Cómo se ejerce la función poética en las lenguas indígenas mexicanas? No hay una sola respuesta, hay tantas posibles como lenguas y culturas ocultas bajo esa categoría. Existe una diversidad de poéticas, de tradiciones y de mecanismos poéticos. Aunque no ha sido siempre así, muchas de estas tradiciones poéticas tienen un soporte distinto del soporte que es la escritura. En muchas lenguas, los textos de la función poética tienen como soporte la memoria; recitar o cantar un texto propio de la tradición rarámuri equivale a leer en voz alta un texto escrito en español: ambos actos son oralizaciones de un texto, entendido como tejido, que habita previamente en un soporte determinado, sea memoria o sea escritura. Por esto mismo, más que llamarla “tradición oral” prefiero nombrarla “tradición mnemónica”. El quehacer poético en este tipo de tradición cambia en cada lengua y en muchos sentidos se relaciona con discusiones contemporáneas de la literatura en occidente como la que planteó el poeta Kenneth Goldsmith con la “escritura no creativa” y las discusiones sobre el concepto de “autor” entre otros. Lo que es propio, casi inherente, en tradiciones poéticas como las de la lengua yoreme, puede parecer innovador en la literatura o viceversa. No hay nada nuevo bajo el sol lingüístico.
Jekyëp, akjaapy ijty atom n’ayuujk. Tëkatsy ijty y’akjä’äyy, ka’t jëte’nëp tam tsyäm yää x’ijxyë’n. Oojk ojts y’akjatyëkeeny. Ku ojts yë akäts jyä’ätt yää atom nnääjxjoojty, ta te’n ojts yë jyaaky jyo’tsk xtanë’ejxyë’n. Ku te’n yë ää ayuujk y’akjä’äyy, te’nte’n atom nki’ijtsyë’n, yë te’n jyaaky jyo’tsk n’aktunkpääjtyë’n. Nitii kyawä’äts, nitii kyaka’pxy. Miky mot atom tu’uk muk na’amuk njujky’äjtyë’n. Ejtp*.
* Hace mucho tiempo, nosotros escribíamos también nuestra lengua. Eran otros los signos, no los que utilizamos ahora. Pero esa escritura con el tiempo se perdió. Cuando los no-mixes llegaron aquí trajeron con ellos sus grafías y sus formas de escribir que retomamos. Cuando escribimos nuestra lengua, ésos son los signos, las formas y la escritura que utilizamos. Nada es puro, nada es completo por sí mismo. Vivimos todos juntos mezclados, entreverados. Siempre.
Mixe de Ayutla. Forma parte del colectivo COLMIX y colabora con la Biblioteca de Investigación Juan de Córdova en Oaxaca