Los verbos del parkour

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Ingrid Solana, Barrio Verbo. Fondo Editorial Tierra Adentro, núm. 508, México, 2014, 204 pp.

 

Barrio Verbocomienza con una crónica de viaje a Tehuantepec en la que Ingrid Solana ofrece las primeras señas de su búsqueda literaria: al tiempo ido hay que dotarlo de movimiento con el regreso, un regreso que -más tarde se verá- es parte del camino hacia sí mismo, acaso el destino que reporta mayores dificultades para llegar a él.

En esta crónica inaugural ya aparecen los rasgos que definen la visión del mundo de la autora y las calidades de su prosa: su paleta de colores, por ejemplo, pues se trata de una prosa que incorpora a su expresión la fuerza de las artes visuales, así como la preeminencia de la observación sobre los derroches de la descripción.

Es por este camino que Ingrid Solana arma este libro que, a primera lectura, parecería caótico o hasta apresurado con tal de juntar cuartillas para que el Estado las publicara como un volumen. Sin embargo, esta sospecha pronto queda abolida gracias a que esta escritora sabe lo que quiere y lo muestra poniendo en juego el alcance de sus atrevimientos y probando sus limitaciones.

Obra retadora debido a su difícil –y a la postre innecesaria- catalogación genérica, Barrio Verbo oscila entre la crítica literaria y de artes visuales, el poema en prosa y la bitácora autobiográfica. Su apuesta le debe mucho al olimpo literario frecuentado por la autora, en el que los dioses tutelares son Maurice Blanchot, Kafka, Thomas Bernhard y, acusadamente, Chantal Maillard.

Un modo de acceder a la propuesta de Ingrid Solana en este libro es, precisamente, transitar por este diálogo permanente con su panteón personal, del que, entre otras cosas, se saca en claro que la literatura, la buena literatura, nace de la buena lectura (caso insólito en la actualidad, cuando hay más “escritores” que lectores).

Así, de sus comentarios a algunos fragmentos de Diarios indios de Chantal Maillard, por ejemplo, o de sus reflexiones acerca de la amistad entre Mallarmé y Valéry, y Russell y Wittgenstein, la autora entresaca lecciones de vida y de escritura –que para ella vienen a ser la misma cosa.

De modo que estos ensayos proceden de la lectura atenta de sus autores predilectos en combinación con el examen acucioso de algunos pasajes de su propio discurrir, para poner en tela de juicio sus creencias, su vocación de escritora, su propia identidad y darle sentido y orden a sus experiencias. Con todo este material, Ingrid Solana busca formular preguntas pertinentes antes que respuestas ingeniosas.

¿Para qué escribir?, es la pregunta que atraviesa los textos de Barrio Verbo, y algunas de sus derivaciones, como ¿quién es el “yo” que surge cuando escribo?, o el abismo elizondiano de escribir que se escribe…  Resulta atractiva la asociación que hace la autora entre la escritura y el parkour –la calle y lo callejero, por cierto, sobresalen en su visión del mundo-, donde la práctica mortal de volverse insecto para esquivar obstáculos es semejante al acto de escribir. En la práctica de la escritura y del parkour “el movimiento es mucho más valioso que la inacción”, pues siempre se está a punto de caer, de morir.

En otros momentos, la autora ahonda en los Diarios de Kafka para proponer el acto de escribir como una suerte de pulsión que “desnombra” la vida para hallar paradójica vitalidad anidando la muerte. La escritura como una anamnesis perpetua.

El movimiento, la acción y el desplazamiento están cifrados como un anhelo en estos ensayos. Atrapar esta fugacidad es la forma en que la autora convierte la escritura en arma combativa. “Figuras del combate” es una invitación para voltear a ver ciertas presencias olvidadas de la urbe para hallarles un discurso que las devele. Así, por ejemplo, los limpiaparabrisas, los organilleros o la vieja de los dulces son las bisagras que unen un futuro promisorio del país jamás alcanzado y el desorden agónico con su juventud destartalada donde se edifica el presente.

Los intereses de Ingrid Solana también abarcan la fotografía y el cine. Su análisis de la obra de la obra “Encharcados” de Octavio Fossey aborda un viejo dilema que, desde Edward Weston y Tina Modotti y con las posibilidades actuales de la alteración digital, vuelve a estar en boga: ¿una foto manipulada es fotografía? En cuanto al cine, el análisis que propone a partir de breves narraciones alusivas a la obra de David Lynch resulta estimulante.

Indagación autobiográfica heterodoxa, en Barrio Verbo Ingrid Solana aprovecha la elipsis de la literatura sapiencial para verter su experiencia vital y libresca a partir de instantes y epifanías para ir en todas direcciones en busca de sí misma.

Así como el libro comienza con una crónica de Tehuantepec, cierra con otra como conclusión de la primera, como un largo paréntesis en medio del cual somos testigos de la maduración de un talento literario muy prometedor que lo mismo se alimenta de refinadas abstracciones y dilemas provenientes de la reflexión, como de los recuerdos infantiles y familiares, y de la comida de su tierra natal.

 

 

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