Gloria Gervitz, Migraciones, edición de la autora, diseño editorial de Ricardo Salas/Frontespizio, México, 2000, 189 pp.
Gloria Gervitz reúne en Migraciones su poesía completa. Ya en 1991 las primeras tres partes escritas del libro —Fragmento de ventana, Del libro de Yiskor y Leteo— habían sido publicadas por el Fondo de Cultura Económica, y en 1996 El Tucán de Virginia lo reeditó con la adición de Pythia y Equinoccio. Ahora, en una edición de la autora, presenta Migraciones con los cinco libros anteriores más uno nuevo, Treno, que integra al cuerpo de su obra. El lector encontrará, más que una mera recopilación de sus textos, el único poema que la autora ha venido escribiendo desde hace años. Íntimamente ligada a su vida personal, su escritura especula con la unión de un sino perpetuo en cada uno de sus fragmentos. En las seis partes, el libro muestra la peregrinación de una mujer en un territorio de vértigo personal y de ordenamiento sincrónico. Lo primero, aun con el riesgo de definir su poesía desde la desfiguración o la deformación de la intimidad, consigue establecer un lugar de resistencia desde el cual discurre su interés. Entre el tú y el yo establece una relación con los otros. Otros que son su diferencia y su proyección, su anhelo y su límite, con los que logra construir su propio discurso. Lo segundo se plantea como una pirámide desde la cual asciende a esa otra perspectiva de realidad y tiempo. Su poesía, siempre, es la de un cuerpo que se une consigo mismo, se exalta y se dilata en sus múltiples autorretratos hasta lograr un temple moderador como símbolo de composición en el texto.
Una de sus primeras figuras es la de la madre generatriz en la cual no hay limitación para buscarse a sí misma. La madre como símbolo de templo porque acoge, alberga y permite mirar desde allí, ser centro. No importa que sea la poeta la que hable por su boca: el referente siempre llama a la precisión del acto, sabe que en cualquier parte de ella puede invocarla: “¿En qué parte de mí puedo inventarte?” La sustitución proyecta la vida de la otra, el suceso es ser sombra o ser nada, porque siempre será la ausencia de la otra persona la que la acompañe, ese otro alguien como rito de contemplación a quien su libro clama: “¿Seré yo esa mujer?” Y si la imagen de la madre consuela, aun en el sello de su extranjería, la de la hija es el drama de la semejanza. Su preocupación parece ser la victoria de esa sustitución reivindicada.
En Treno, libro dedicado a su hija, Gervitz asume el destino como absoluto del delirio y se vierte en el entendimiento de la distancia. Parece seguir la máxima de San Agustín “No busques fuera: vuelve a ti mismo”; su identidad ha sido limitada por el tiempo, el porvenir existe fuera de su circunstancia, porque la vigencia del libro está en la historia de su historia: “y yo quería llegar a ti/ pero tú eras yo”. El poema fluye en el espacio de su propia voz y busca un lazo de unión en otra lengua, quizás la de su madre, y así desde la lejanía que supone este acto mediático resulta la fuerza actuante de su propia ficción: “do you hear my heart disquiet?/ does my longing/ my boundless longing distress you?”
Todo lo que acontece en Migraciones es la manifestación de un yo en movimiento que comienza en la vida interior y se ensancha en la tradición del judaísmo. La claridad de un mundo habitado por un dios de culto será el principio regidor de su existencia poética, lo que Gervitz mira en calma es su propia pasión en una imagen trágica. El dolor le da significación y le permite rememorar aquel otro tiempo que se encuentra en el rito litúrgico. Sabe que quiere ver y ser vista, de allí que sus preguntas sean conceptos unívocos para habitar el ámbito de su desolación y su abandono. No hay respuestas, las preguntas sólo son articulaciones del recorrido poético, rastros donde conserva su trama: “¿A quién contarle todo esto?” o “¿En qué momento aquellos sueños comenzaron a perseguirme?”
En todas las direcciones que toma el libro en sus fragmentos, la conciencia de unidad es asumida como parte de un pasado que quiere recuperar, pero que le resulta ajeno: sabe que por naturaleza no es de ella, o por lo menos no en su totalidad. Parte de esa historia está en su capacidad de fabulación o de reconstrucción del olvido. Entonces, todo se vuelve un episodio sin fin en donde ella es hija de la madre que a su vez es hija y que además nos muestra que también es madre. Sin embargo, la mediación de su epopeya descansa en poder emigrar, estar siempre en otra parte, desplazarse. Y como aquel que verifica el culto de la tribu, o la permanencia de su raza, emprende una infinidad de variantes.
Ceder o no ceder ante la certidumbre religiosa no es su preocupación, lo que sorprende son esas pequeñas revelaciones que nos permiten ver lo que hay detrás: una vía de vulnerabilidad donde una mujer quiere encarnar en otro cuerpo para tender un puente entre la vida y la muerte. Más allá de esto sabemos desde las primeras líneas de Migraciones que la aniquilación no es su fundamento ni su razón. Todo es cuestión de consumar su voz en la palabra ser. Diseminarse en una biografía personal como aliento de una poética. Así, cada imagen parece abrirse a un mismo sentido de anudamiento: todo está ordenado en el vigor de la existencia. Lo que ella vive es una forma de conocimiento, un punto de identidad en la contienda del espíritu. No hay reposo: lo que vive dentro, también está fuera.
Un solo poema que preside múltiples perspectivas se asienta en su principio y fin en el silencio: “El agua en su silencio de raíz”, “silt words/ unspoken”. Lo que se calla, lo que no se dice, es la tragedia de su estirpe.
La condición es una: penetrar “lo otro” como forma de extensión de sí misma. Su invocación es simple: abrir el camino de su vida individual a través de la fuga. Su fin: escribir una patria. Por eso, esta es una historia que antecede a otra; un tiempo dentro de la infinitud del tiempo cuya máxima voluntad es ser parte de la misma historia. Y tiene razón Gloria Gervitz, Migraciones es un solo poema que se revitaliza con cada nueva entrega y se prolonga hasta llegar a nosotros. –
(1962) es poeta. Su último libro es Un leve aullido bajo la arena (Ediciones Monte Carmelo, 2023).