Nueve novísimos poetas españoles, de Josep María Castellet

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UNA ANTOLOGIA PROVOCADORAJosep Maria Castellet, Nueve novísimos poetas españoles, Península, Barcelona, 254 pp.Tres décadas separan a la primera edición de 1970 de Nueve novísimos poetas españoles de esta reedición, a la que se añade, como apéndice, una selección de fragmentos críticos del primer año de vida de la antología, textos que tienen, la mayoría de ellos, una sorprendente vigencia. Lo cual podría indicar que todavía hoy estamos pagando las consecuencias positivas y negativas de la propuesta.
     Para Paul Preston, el asesinato de Carrero Blanco en 1973 no provoca la crisis central del franquismo, puesto que muchos de estos problemas existían ya en vida del vicepresidente del Gobierno. Por supuesto, el grupo de poetas agrupados con el poco original nombre de "los novísimos" es expresión de una crisis nacional, pero la muerte de Carrero sirve de aglutinante y de símbolo de este cambio, puesto que delata la vulnerabilidad definitiva del régimen franquista: los españoles, sometidos a las tiranías de la siniestra Historia, parecen dispuestos a perder momentáneamente la memoria histórica para aferrarse al presente y para salir de las hasta ahora cerradas fronteras. Lo que les caracteriza como grupo es el cosmopolitismo, la celebración de la libertad y la ausencia de principios éticos.
     La paradoja es que todo lo que hay en ellos de ruptura es la parte menos duradera y valiosa. En realidad, los escritores de la llamada generación del cincuenta no rompieron nunca con los de la generación del 27 y gran parte de los nuevos poetas se sienten herederos de Aleixandre, Jorge Guillén, Juan Gil-Albert y, sobre todo, Luis Cernuda, así como de José Ángel Valente y Jaime Gil de Biedma. Además, muchos de ellos (Vázquez Montalbán, Félix de Azúa, Ana María Moix o Vicente Molina Foix) serán conocidos como novelistas. Las diferencias entre ellos son mucho más marcadas que los puntos en común.
     La mayoría de los poetas vive en Barcelona o Madrid, por lo que el grado de representatividad es muy discutible, reflejo del centralismo dominante. Hay ausencias literalmente imperdonables, material para una antología alternativa, como Ferrer Lerín, Ignacio Prats, Aníbal Núñez, José-Miguel Ullán, Jaime Siles, Andrés Sánchez Robayna, Antonio Colinas o Juan Luis Panero, que representan direcciones radicalmente renovadoras pero en direcciones muy distintas. Y, de los nueve poetas, los únicos que a mi juicio un tanto intransigente tienen un peso son Gimferrer, autor de dos libros canónicos y que, apenas publicada la antología, abandona el castellano en favor del catalán; Guillermo Carnero y, por lo que hay de ruptura con la tradición elitista, Manuel Vázquez Montalbán. Los dos primeros representan la línea culturalista y Vázquez Montalbán la reivindicación de la cultura popular, conocida entonces como subcultura.
     No soy el primero en señalar el peligro de agrupar a los escritores generacionalmente porque, como acabo de señalar, obliga a ignorar a poetas que no se adaptan a determinados principios estéticos y porque se exagera lo que hay de ruptura y se confunde la ruptura con calidad. La década de los sesenta ha dado a los mejores narradores (Luis Martín-Santos, Juan Goytisolo, Luis Goytisolo, Juan Marsé o Juan Benet, entre otros) y a los mejores poetas de la segunda mitad del siglo (a los mencionados Valente y Gil de Biedma podemos añadir a Claudio Rodríguez, Carlos Barral, Ángel González, José Agustín Goytisolo, Francisco Brines y, en catalán, Gabriel Ferrater). La concepción ética de la poesía contra los estrechos límites de la poesía social, el hedonismo, el rigor de un lenguaje esencialmente comunicativo, el acercamiento a la poesía europea de la modernidad (de Eliot a los herméticos italianos) son algunos de los rasgos más notables de estos poetas. Es, pues, hablar de ruptura o de superación.
     José María/Josep Maria Castellet es el responsable de dos polémicas antologías. En Veinte años de poesía española (Veinticinco años de poesía española en su segunda edición) se basa en un rígido criterio social de la poesía como compromiso, algo inevitable en los años de la dictadura, en los que se veía la poesía como un arma de combate. Su estrategia es incorporar a los entonces jóvenes poetas de la generación del cincuenta, y ningunear a poetas "decadentes" como Juan Ramón Jiménez en favor de, por ejemplo, el prosaico Gabriel Celaya. En Nueve novísimos no puede evitar el historicismo de raíz marxista, pero al mismo tiempo parece identificarse con los nuevos aires. Dedica la antología a Pedro Gimferrer y con toda justicia, pues es bien sabido el papel decisivo que ha jugado Gimferrer en la selección, parecido al que jugó Gil de Biedma en Veinte años de poesía española. Pero también a Aretha Franklin y a Julie Driscoll, "con un recuerdo especial a Mae West, de quien Cari Mirete me proporcionó un disco que ha sido la auténtica nota camp de todo el tinglado". Tinglado en la acepción peyorativa que recoge el diccionario de "intriga o enredo que alguien maquina". Y se incluyen citas de Scott Fitzgerald, Umberto Eco o Julio Cortázar, algunos de los ídolos (pues de idolatría se trataba, en esos poetas de enfermiza juventud) de los novísimos, junto al interés por los actores y actrices más que por el cine en sí.
     Se mezcla y confunde, pues, estética ideológica y mimetismo cultural. Sin embargo, en el prólogo de Castellet hay verdaderos aciertos que son el inevitable punto de partida de cualquier estudio sobre la nueva escritura que surge coincidiendo con la agonía del franquismo y la transición a la democracia. Para Rafael Conte, que no es conocido como crítico de poesía, "esta antología es una especie de provocación que puede resultar fructífera". Para Meliá, más que de una antología se trata de un manifiesto. Para Gaspar Gómez de la Serna, el estudio sociológico y literario es más importante que la antología misma. Julián Chamorro denuncia "la pretensión generalizadora de poetas nada representativos de la nueva poesía". A Alarcón Llorach le ha gustado el prólogo pero no "los resultados poemáticos de los autores". Y Julián Chamorro y Aníbal Núñez manifiestan "nuestra repulsa para los métodos con que se pretende imponerlos". Todos ellos tenían su parte de razón cuando escribieron sus comentarios críticos apenas publicado el libro. Y hoy siguen teniendo todos ellos tanta razón como entonces. –

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