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Dos jóvenes resultaron muertos, y un hombre herido grave, en un accidente ocurrido durante la pasada madrugada en la carretera de Madrid a El Escorial al chocar de frente el turismo en el que viajaban con un todo terreno de gama alta conducido por h.v.c., natural de Madrid, de 36 años, y que no dio positivo en el control de alcoholemia. Fue trasladado con graves heridas a la Clínica de La Moncloa, donde de momento, según fuentes sanitarias, se encuentra fuera de peligro.
     Los dos jóvenes fallecidos, que responden a las identidades de J.B.C. y M.F.B., de veinte y 22 años, venían de una fiesta organizada por los alumnos de tercero de la facultad de Derecho, y dieron positivo en el control de alcoholemia que se les realizó post mortem. El herido grave, H.V.C., de 36, divorciado, padre de tres niños, conducía en sentido contrario.

Dos cadáveres huérfanos
     Madrid
     Dos jóvenes resultaron muertos anoche, y un hombre herido grave, en un accidente de tráfico ocurrido en la carretera de Madrid a El Escorial causado por el alcohol, la irresponsabilidad de uno de los conductores y de quienes le acolitaron durante la noche y no le impidieron coger el volante, y también la incompetencia de una policía de tráfico que nunca, en los tres años que uno de ellos llevaba conduciendo borracho los fines de semana, y casi siempre violando la velocidad permitida, ni le había detenido, ni tampoco impuesto una multa. También la de sus amigos que nunca le dijeron que no podía conducir ni se ofrecieron a sustituirle al volante.
     Según estudios paralelos y cálculos de probabilidades, el mismo conductor habría acumulado en Alemania multas por varios cientos de euros, en Estados Unidos hubiese tenido que cumplir con trabajos sociales durante muchos fines de semana, y en Finlandia cumpliría pena de cárcel. En los tres casos seguiría vivo. Y los policías que le dejaron pasar esa noche, pese a violar la velocidad permitida, estarían suspendidos de servicio.
     En otros países, en cambio, habría muerto hace tiempo, y los policías terminarían probablemente haciéndose ricos.
     Juan Bermúdez Casas, fallecido, el joven de 22 años copiloto de uno de los coches, deja a unos hermanos huérfanos de hecho, ya que los padres ya no levantarán cabeza y morirán de tristeza. A una novia que sufrirá de fobia a los coches durante muchos años. Y a una numerosa pandilla que después de aspavientos y gestos trágicos seguirán conduciendo bebidos y llenos de anfetas, los sábados por la noche, porque una vida centralizada en torno a una televisión deliberadamente idiota y en una urbanización de fronteras muy estrechas no sólo no les ha mostrado otra cosa sino que les ha adormecido la curiosidad, la imaginación y otras armas naturales para descubrirla.
     Manuel Fernández Blasco, el conductor del auto donde viajaban los dos fallecidos, no será ya el guitarrista de éxito que sus familiares, amigos y profesores esperaban que fuese. Talento precoz, interpretó a Albéniz a los cinco años, ofreció conciertos a los diez, y ganó un concurso de televisión a los quince. A los 18 ingresó en la tuna de Derecho y a los veinte, el año pasado, grabó un primer disco de cantautor, Te entrego mi vida, con discreta acogida entonces que ahora será un éxito de morbo y necrología. Quién sabe qué habría dado el futuro compositor de Fernández Blasco, pero por lo pronto una o dos muchachas escandinavas se quedarán sin la experiencia de un noviazgo de verano con un chico del sur, pues la tuna de Derecho viajará al norte este verano sin uno de sus guitarristas.
     En cuanto a Héctor Valencia Castro, el herido grave a bordo de un todoterreno de 36.000 euros (circunstancia que según la policía decidió el que no se matara), y el único que, esa noche, no había ingerido alcohol, recorrió 18 kilómetros en sentido contrario, por una carretera nacional, antes de empotrarse contra los dos fallecidos, que venían de una fiesta en la facultad de Derecho, y cuya sangre sí arrojó positivo en el control de alcoholemia.
     Según indicios y similitudes con otros casos, Héctor Valencia era el actor de una apuesta entre criminales consumidos por el tedio. A que pudiese llevarla a cabo contribuye una legislación que ha considerado hechos similares como algo ni siquiera delictivo, y con castigos leves, risibles, casi grotescos, y al hecho de que misteriosamente las dotaciones policiales de la carretera de La Coruña no le dieran el alto. Ni siquiera consta que hubiese dotaciones policiales, a juzgar por otras numerosas infracciones que tampoco fueron corregidas. El todoterreno de Héctor Valencia fue robado hace tres meses en La Coruña, ciudad que el conductor no conocía, según ha declarado un hermano.
     Además Valencia vivía en el interior de un viejo Seat Ibiza después de que una sentencia de divorcio, el año pasado, lo arruinase con una pensión de alimentos que suponía el 80% de sus ingresos como empleado de banca y que no le fuese adjudicada ninguna de las tres casas que tenía la familia, y sin que la justicia hiciese nada para que su mujer le impidiese ver a sus tres hijos.
     No se ha mencionado la marca del coche en el que viajaban los dos fallecidos. Se trata de un popular modelo que ha sido cuestionado en los últimos tiempos por movimientos ciudadanos según los cuales el coche padecería de un defecto en la dirección que, en determinadas condiciones de velocidad y en el momento de sufrir una reducción de cuarta a tercera en un adelantamiento, por ejemplo, comienza a temblar y puede perder la dirección. Pero no han podido probar nada, razón por la cual la marca de coches sepultaría con una demanda judicial a quien se atreviese a mencionarla. Fuentes de la investigación sugieren sin embargo que ésta también habría podido ser la causa. –

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Pedro Sorela es periodista.


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