Tres novedades sobre la globalización

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La globalización y sus intérpretes
Néstor García Canclini, La globalización imaginada, Paidós, México, 1999, 238 pp.

Hans-Peter Martin y Harald Schumann, La trampa de la globalización: El ataque contra la democracia y el bienestar, Taurus, Madrid, 1998, 319 pp.

Víctor Flores Olea y Abelardo María Flores, Crítica de la globalización: Dominación y liberación en nuestro tiempo, FCE, México, 1999, 598 pp.

Es difícil ver —ya no digamos entender— lo que tenemos demasiado cerca. La cercanía extrema —en el tiempo, en el espacio— deforma nuestra perspectiva de las cosas. Algo así ha venido ocurriendo, me parece, con el tema de la globalización. Son tantos los cambios y tan próximos que no resulta en absoluto fácil discernir con claridad sus contornos, su esqueleto y su sentido. A la opacidad que suele generar la cercanía, habría que agregar la inercia. La globalización no sólo está alterando el mundo de afuera, también está modificando los filtros a través de los cuales miramos e interactuamos con ese mundo. Nuestras formas usuales de ver y de pensar se resisten, sin embargo, al cambio. Nuestros mapas mentales constituyen una fuente fundamental de continuidad y certeza. Por eso es que cuesta tanto dejarlos; aunque sirvan cada vez menos, aunque distorsionen, aunque confundan.
     En buena parte de la abundantísima literatura sobre la globalización resulta evidente que tanto la proximidad como la inercia han tenido efectos de peso. Las distorsiones introducidas por la cercanía extrema y por el apego a categorías mentales heredadas ayudan a explicar por qué, a pesar de que se ha escrito muchísimo, se ha dicho —en realidad— tan poco sobre el asunto. La repetición constante de las mismas claves de interpretación ha terminado por desdibujar el contenido del fenómeno. La globalización es todo y es nada; es todo lo bueno o todo lo malo, es lo mismo de siempre sólo que esta vez exacerbado.
     Con respecto a la globalización son dos los discursos dominantes: el que la endiosa y el que la sataniza. Para sus promotores, la globalización constituye la última y definitiva encarnación del motor del progreso en todos los órdenes. Para sus detractores, la internacionalización del capital, de la producción, de las imágenes y de los valores aparece como la versión más reciente, sofisticada y, al mismo tiempo, salvaje del capitalismo depredador, polarizante y excluyente. En apariencia profundamente contrapuestas, estas dos visiones comparten algunos elementos clave. En ambos casos la globalización aparece como algo fundamentalmente externo e incontrolable, casi trascendente; la globalización, en suma, no la hacemos, nos pasa. A estos dos discursos los hermana otra sintonía profunda: la desesperación por atrapar y masticar la cosa; por definirla lo más rápido posible, de una vez y para siempre.
     De los tres textos a los que habré de referirme en esta nota, sólo uno —el de García Canclini— logra ubicarse cabalmente fuera de ese territorio desgastado por la repetición infinita de los mismos mantras y los mismos lugares comunes. Los otros dos trabajos —el de Martin y Schumann y el de Flores Olea y Mariña Flores—, aunque lo intentan, lo consiguen en bastante menor medida. El primer libro ilumina porque, al problematizar las coordenadas heredadas, nos invita a repensar y reconocer el mundo. El segundo, si bien animado por el mismo tono machacón de agravio que ha caracterizado a buena parte de los trabajos críticos sobre la globalización, tiene el mérito de aportar —desde el campo de batalla— hechos, tendencias y datos poco conocidos. El tercero, a pesar de ser el más largo, es el que menos dice. Para decirlo rápido, este último es uno de esos libros que uno tiene la sensación de haber leído ya antes; otras veces, muchas veces, demasiadas veces.
     Crítica de la globalidad es un compendio de lo que —desde una perspectiva de base marxista— se sabe, se dice, se intuye y se siente en relación con el tema. El libro ofrece una panorámica amplísima del fenómeno. El libro busca abarcarlo todo; todo lo que, aunque remotamente, tenga que ver con el asunto. Desde una historia apresurada de la razón moderna, pasando por una descripción a grandes trazos de la erosión global de la democracia y del Estado, hasta un apretado recuento de las crisis y transformaciones recientes de la economía mexicana. Hay muy poco de novedoso —sea en términos empíricos o analíticos— en este libro tan largo. Los autores buscan, hay que decirlo, oponerse a la visión según la cual la globalización tiene un solo sentido posible —a saber, concentrar la riqueza y globalizar la pobreza y la desigualdad. Desde las primeras páginas, Flores Olea y Mariña Flores hacen un llamado a recuperar el potencial liberador y democrático de los procesos de internacionalización en curso. Más allá de reiterar insistentemente el llamado, sin embargo, el texto dice más bien poco con respecto a los porqués y a los cómos. Hay en ese llamado algo de simples buenos deseos, de nostalgia solidaria y comunitaria, de deber ser, de querer ser. La mayor aportación del libro está en ordenar y juntar argumentos e información hasta ahora bastante dispersos. En ese sentido, el libro pudiera servir bien como parte de una introducción a la materia en un curso universitario de relaciones internacionales o, quizá sobre todo, como fuente primaria para el estudio de una de las diversas narrativas posibles —en este caso, la de la izquierda tradicional— sobre el fenómeno.
     El libro de Hans-Peter Martin y Harald Schumann —ambos periodistas, austriaco uno, alemán el otro— se articula en torno a una tesis central: la globalización trae en su seno su propia destrucción. A fin de evitar la pauperización, la marginación y la destrucción del tejido social que dicho proceso entraña, hace falta imaginar una globalización democrática y social. La tesis no es demasiado original. Tiene, con todo, la virtud de ser clara, de servir en efecto como eje del texto y de ir cobrando vida a través de un relato ágil, compuesto por viñetas llenas de datos poco conocidos, así como de anécdotas iluminadoras y disfrutables. Para el público mexicano el libro tiene la virtud adicional de acercarnos a una perspectiva distinta de la norteamericana. En él encontramos una manera de ver la globalización anclada en la Europa occidental de fin de siglo y ello, por sí mismo, resulta muy valioso. El tono del texto es decididamente crítico, pero también aterrizado y propositivo. La lectura de Martin y Schumann acerca de la globalización pone el acento en los efectos destructivos del mercado globalizante sobre la democracia y el estado de bienestar. Siguiendo a Polanyi, estos dos autores reconocen la eficiencia del mercado como generador de riqueza, pero subrayan sus terribles consecuencias sobre los acuerdos e instituciones que garantizan la estabilidad social y la convivencia civilizada. La globalización destroza certezas, seguridades y redes de protección al tiempo que deja fuera del modelo a 80% de la población mundial. Por otra parte, la globalización vacía a la democracia de contenido, limita el ámbito efectivo de la política y erosiona con ello las posibilidades de procesar los conflictos producidos por la internacionalización a través de canales democráticos e institucionales. Frente a este ataque, los individuos y los grupos perdedores (que son la inmensa mayoría de los habitantes del planeta) se resisten y terminarán por desatar contramovimientos que a su vez amenazarán la sustentabilidad social y política de la globalización económica. A partir de este diagnóstico, Shumann y Martin ofrecen una salida posible: hacer de una Europa fuerte y unida un contrapeso concreto del predominio del capitalismo salvaje promovido por los norteamericanos. Con todo y sus varias virtudes, La trampa de la globalización es ante todo un texto provocador, ligero y altamente consumible. Un libro, en suma, que deja pocas huellas de fondo y que remueve muy poco nuestras certezas más entrañables.
     Todo lo contrario ocurre con La globalización imaginada. El libro de Néstor García Canclini consigue lo que ninguno de los otros dos logra: conmover nuestros mapas básicos del mundo, abrir ventanas, obligarnos a hacernos otra vez preguntas. El texto no es de lectura fácil. No es un libro light, como tantos otros sobre esta materia. Es más bien un texto que fuerza al lector a poner a trabajar la cabeza. El foco de García Canclini es la cultura y los lentes a través de los cuales construimos y procesamos el mundo. Su propuesta es radical: la globalización no es simplemente una exacerbación de lo conocido. Es una mezcla de cosas viejas —viejísimas— y cosas verdaderamente novedosas; es un proceso dinámico, en gestación y en curso. No hay una sola globalización, hay muchas. Y cada uno de los discursos en torno a ella revela una parte del fenómeno. La globalización es ante todo un proceso que está alterando dos de nuestros parámetros más básicos: el tiempo y el espacio. Lo que antes estaba lejos hoy está cerca, lo que antes parecía cercano se aleja. El tiempo también se ha transformado. En algunos casos haciéndose más elástico, en otros más rígido. La globalización es homogeneización, pero también desgarramiento. Fractura y desgarramiento no sólo entre naciones ricas y pobres, también adentro de ellas, de ambas, de los grupos, de las personas. Hay en el texto de García Canclini una mirada efectivamente distinta. Una mirada más cautelosa, más tentativa, que lejos de intentar domesticar y digerir a toda velocidad la incertidumbre circundante, la reconoce, la asume y la enfrenta. No hay en este libro posturas definitivas, hay un intento en curso por entender, por darle sentido a un proceso vivo. El libro es, en sí mismo, un testimonio de las oportunidades que la globalización ofrece. La oportunidad de pensar de nuevo, de cuestionar en serio nuestros propios lentes.
     Es de celebrar que en México se produzcan y traduzcan textos sobre un fenómeno que está afectando aceleradamente casi la totalidad de nuestras vidas. Con pocas excepciones —García Canclini señaladamente entre ellas—, sin embargo, la producción y discusión intelectual con respecto al tema en México carece aún de la profundidad, del rigor y de la imaginación que la importancia del asunto demanda. –

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