Foto: Peter Groth

Coto vedado

A tres aรฑos del fallecimiento de Juan Goytisolo, reproducimos este extracto de su libro Coto vedado (Alianza Editorial).
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Imperceptiblemente, los signos se acumulan. De forma insidiosa y aleve, irregulares, dispersos, como espaciados adrede para dificultar su lectura. No el simple deterioro fiฬsico, verificado apenas en lo cotidiano, el esfuerzo maยญyor exigido por cada uno de los actos y pequenฬƒos rituales del diฬa, ni siquiera la contrariada sorpresa, instintiva rebelioฬn derrotada del brusco enfrentamiento a la marchita juventud de tu fotografiฬa: la irrupcioฬn maฬs bien, en un momento de vaga felicidad irresponsable, de ese corte inopinado, brutal, que desbarata previsiones y caฬlculos y te abandona inerme a la conciencia de una irremediable caducidad.

Conducir, por ejemplo, a la amanecida, a traveฬs de un seยญreno y luminoso paisaje, por una apacible, casi desierta caยญrretera comarcal olvidando, es verdad, seguฬn descubriraฬs maฬs tarde, que se trata de un viernes, diฬa trece y estaฬs por contera en el departamento franceฬs nuฬmero trece, algo que cualquier supersticioso podriฬa interpretar erroฬneamente como una deliberada provocacioฬn, detenerte en la senฬƒal de alto plantada en el cruce con la nacional de Saintยญ-Reฬmy a Tarascon, atender a la llamada de un sujeto de edad mediaยญna que, al otro lado de la encrucijada, con una pobre y desยญlucida maleta en la mano, te pregunta si puedes llevarle contigo a un pueblo vecino y, despueฬs de comprobar que te pilla de paso, atravesar la calzada, olvidaฬndote, en el interยญvalo del breve diaฬlogo, de mirar auฬn a la izquierda y oiฬr de repente el zurrido estridente de unos frenos, segundos anยญtes del encontronazo que reduciraฬ tu automoฬvil a triste chatarra. Salir titubeante del vehiฬculo y afrontar el rostro ceฬreo, descompuesto de miedo, del choฬfer del camioฬn, inยญvoluntario mensajero de un aviso del destino, precisamenยญte un aฬrabe; dirigirle, en su lengua, unas palabras para tranquilizarle y escuchar sus balbuceos โ€“no sorprendido en absoluto por lo insoฬlito del hecho de que el europeo presuntamente herido converse con eฬl en su idiomaโ€“, la salmodia a media voz de los Kulchi fi yid Allah y otras foฬrmulas de acatamiento a lo Escrito entretejidas con exยญclamaciones de accioฬn de gracias. Inverosiฬmil diaฬlogo en la carretera nevada de vidrio, sin experimentar todaviฬa dolor alguno por la unฬƒa del pulgar arrancada de cuajo mientras adviertes que el causante indirecto del lance huye a toda prisa con la maleta a cuestas y la duenฬƒa de la tienda situada en el cruce, tras permitirte telefonear al amigo en cuya casa te has hospedado, encaja sin pestanฬƒear el precio de la llamada. Soฬlo perplejidad por tu presencia en un mundo algodonoso y fantasmal, objeto de piedad o indiscrecioฬn de los inevitables mirones, junto a la gura magra y enยญvejecida del desamparado magrebiฬ transportista de fruta que, pasado el apuro, se esfuerza en establecer tambieฬn una simple composicioฬn de lugar โ€“danฬƒos, responsabilidaยญdes, necesidad de prevenir al amoโ€“, aguardando la llegaยญda de la policiฬa.

 

Reproducido con autorizaciรณn de Alianza Editorial

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(Barcelona, 1931) es escritor, uno de los miembros mรกs relevantes de la llamada Generaciรณn del 50 espaรฑola. La editorial Galaxia Gutenberg publicรณ sus Obras completas.


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